Algunas personas parecen presentir los hechos fortuitos que llamamos coincidencias, y logran sacarles partido. He aquí algunos casos que han llamado especialmente la atención.
Sólo cuando su tren entró en la estación de Louisville, George D. Bryson decidió interrumpir su viaje a Nueva York para visitar aquella histórica ciudad de Kentucky. Nunca había estado allí y tuvo que preguntar dónde se encontraba el mejor hotel. Nadie sabía que estaba en Louisville y, en broma, preguntó al recepcionista del Hotel Brown: «¿Hay cartas para mí?». Quedó atónito cuando el recepcionista le entregó una carta dirigida a íél que llevaba el número de su habitación. El anterior ocupante de la habitación 307 había sido otro George D. Bryson, que no tenía nada que ver con íél.
Una coincidencia notable, por cierto, que cobra mayor interíés porque quien la cuenta con más frecuencia es el doctor Warren Weaver, el matemático y experto en probabilidades norteamericano que cree que las coincidencias están regidas por las leyes del azar y rechaza cualquier sugerencia de elementos misteriosos o paranormales.
En el punto de vista opuesto se sitúan quienes creen en las teorías de la «serialidad» o «sincronicidad» del doctor Paul Kammerer, Wolfgang Pauli y Carl Gustav Jung.
Aunque los tres se acercaron a la teoría de las coincidencias desde perspectivas diferentes, sus conclusiones sugerían la existencia de una fuerza misteriosa y apenas comprensible en el Universo, una fuerza que intenta imponer su propio orden en el caos de nuestro mundo. La moderna investigación científica, sobre todo en los campos de la biología y la física, tambiíén parece acusar una tendencia de la naturaleza a ordenar el caos. Pero los escíépticos no se dejan convencer. Cuando las cosas suceden al azar, argumentan, tienen que producirse las agrupaciones que llamamos coincidencias. Hasta es posible predecir esas agrupaciones o «apiñamientos» o, por lo menos, predecir la frecuencia con que sucederán.
Si usted tira muchas veces una moneda, las leyes de la probabilidad dictaminan que, al final, habrá obtenido un número casi igual de caras y cruces. Pero cara y cruz no se alterarán. Habrá series de cara y series de cruz. El doctor Weaver calcula que si alguien tira una moneda 1.024 veces, por ejemplo, es probable que haya una serie de ocho caras seguidas, dos de siete, cuatro de seis y ocho de cinco.
Lo mismo sucede con la ruleta. Una vez salieron los pares 28 veces seguidas en el casino de Montecarlo. Las posibilidades de que esto ocurra es de una entre 268 millones. Pero los expertos afirman que como podía suceder, sucedió y volverá a suceder en algún lugar del mundo si suficientes ruletas siguen girando durante el tiempo necesario.
Los matemáticos usan esa ley para explicar, por ejemplo, la fantástica serie de aciertos que valieron a Charles Wells el título, que tambiíén lo fue de una canción, de El hombre que hizo saltar la banca en Montecarlo.
Wells -un inglíés gordo y ligeramente siniestro- se transformó en tema de esa canción en 1891, cuando hizo saltar tres veces la banca del casino de Montecarlo. Aparentemente, no usaba ningún sistema: apostaba cantidades iguales a rojo o negro, ganando casi todas las veces, hasta que, finalmente, sobrepasó la banca de 100.000 francos asignada a cada mesa. En cada ocasión los empleados cubrieron la mesa con un lúgubre paño negro de «luto» y la cerraron por el resto del día. La tercera y última vez que Wells apareció en el casino, colocó su primera apuesta en el cinco: las posibilidades de que saliera eran de una entre 35. Ganó. Dejó la apuesta original y le añadió sus ganancias. El cinco salió de nuevo y volvió a salir cinco veces más. Apareció el paño negro. Wells se marchó con sus ganancias y nunca más fue visto en el casino.
Los teóricos de la serialidad y la sincronicidad, y quienes han continuado los trabajos de Kammerer, Pauli y Jung, aceptan la idea de que hay «racimos» de números, pero consideran que la «suerte» y la «coincidencia» son dos caras de la misma moneda. Los conceptos clásicos paranormales de PES, telepatía y precognición -elementos recurrentes en las coincidencias-, podrían ofrecer una explicación alternativa de las razones por las que unas personas tienen más «suerte» que otras.
La investigación moderna separa las coincidencias en dos grupos diferentes: triviales (como echar a cara o cruz, series de números y ,manos sorprendentes de naipes) y significativas. Estas últimas son las que mezclan personas, acontecimientos, espacio y tiempo -pasado, presente y futuro- de una manera que parece cruzar la delicada frontera que separa lo normal de lo paranormal.