me ha gustado esta lectura y os la pongo... salud2.
Por... í“scar Henao Mejía
Tradicionalmente, los docentes hemos sido formados para enseñar. Quiere decir, que tenemos el conocimiento y, con íél, la potestad para transmitirlo. Desde siglos atrás esta creencia se ha petrificado en una sentencia absoluta: " magíster dixit, ergo verum est ", lo dijo el maestro, luego es la verdad. Con este principio nos formaron, y es usual que, aún quienes no recibieron su formación en escuelas "Normales" se hagan a la misma sensación en el transcurso de su docencia.
A mi juicio, esta supuesta certeza es la que quiebra gran parte de las posibilidades de verdaderos aprendizajes en la escolaridad. Distinta es la oportunidad que se abre cuando el docente admite, no sólo de discurso, sino de hecho, que, igual que sus discípulos, puede aprender. Esta postura abre, de una, el corazón y la mente de quienes acompañamos en su formación.
Por supuesto que el docente encara un complejo reto al adoptar una disposición de aprendizaje frente a sus estudiantes, porque desatiende el sentido originario del ser "magíster" -el que está por encima-. Su postura como aprendiz le exige la capacidad de abandono de la verdad traída, para pasar a la elaboración de nuevas teorías, suscitadas en la confrontación franca con otros. Supone el reconocimiento del otro, así sea el más pequeño, como alguien que puede aportar, y aceptar tambiíén que puede ser sorprendido y tendrá que repensar sus certezas. Significa experimentar sensación de halago, y no sentirse agredido, cuando sus estudiantes disienten de su punto de vista o sobrepasan sus conocimientos.
Lo cultural en la escuela es entender que hay un momento para aprender y otro para enseñar. Allí se da por hecho que unos son los que enseñan y otros los que aprenden. El maestro terminó su etapa de aprendizaje y ahora le toca enseñar. Por eso, lo usual es que lleguemos a las instituciones programados para transmitir conocimientos. Tenemos la manía, además, de creer que debemos responder todas las preguntas que surgen en el entorno escolar. La verdad es que, el maestro, por mucho que sepa, sabe muy poco, más ahora que crece de forma desmesurada el río de información en la Red.
Se trata, pues, de rescatar la escolaridad como lugar de aprendizaje y no sólo de enseñanza. La clave la da Freire en su Pedagogía del oprimido al pulverizar la dicotomía profesor/alumno. Los que hemos acompañado procesos de formación sabemos, si tenemos mirada honesta, que muchas veces nuestros estudiantes se convierten en nuestros maestros.
Personalmente, despuíés de muchos años en la docencia, doy constancia de que en repetidas ocasiones he aprendido de mis estudiantes y que, aún hoy, despuíés de tantos años, muchos cursados en la universidad, es más la ignorancia que me delata que el conocimiento efectivo que pueda transmitir.