Los ahorradores son ahora los ricos para Zapatero
Luis Aparicio Píérez
Director de Contenidos de INVERTIA
Hay que reconocer al presidente del Gobierno y a su gabinete económico una gran pericia en mantener un discurso antiguo que tiene sus seguidores y que cala más allá de sus incondicionales. Al final, la crisis es culpa de los más adinerados, su gestión y reconocimiento de la situación ha sido perfecta y es lógico que paguen los que más tienen, deben pensar sus asesores. El diseño del discurso no puede ser mejor para fijar otra vez buenos y malos, pobres y ricos y, en medio, impartiendo la justicia política, este patriarca del nuevo socialismo europeo y planetario.
El gasto social, a mi entender, debe crecer para apoyar a los más necesitados, a aquellos que esta crisis va a hacer más mella y en cuyo platillo de la balanza nos encontramos todos aquellos que vivimos pendientes de nuestra nómina o de nuestra factura mensual. Pero difiero de quiíén debe hacer el esfuerzo para buscar el equilibrio ante el gigantesco díéficit que se avecina. Se trata de un problema de austeridad en las administraciones públicas y no recortando aquello que sea productivo, como las infraestructuras.
La demagogia se labra despuíés de dar 400 euros a quien no lo necesitase y de regalar pingí¼es cheques-bebíé para aquellos a los que el hijo/a ya les nacía con un gran pan debajo del brazo. Tambiíén se produce tras una mil millonaria negociación autonómica que se firmó a golpe de talón y de unas dotaciones gigantescas para la salvación de las entidades financieras, usadas de momento para Caja Castilla-La Mancha.
Su antecesor ideológico y presidencial, Felipe González, ideó un sistema de tratamiento de las plusvalías que a mí me gustaba. Vaya por delante, para aquellos más proclives a tragarse los discursos mesiánicos, que las rentas de capital, normalmente antes fueron rentas de trabajo y, por tanto, es un dinero que ya estuvo gravado con anterioridad.
Pues bien, el sistema de González consistía en penalizar los pelotazos e ir reduciendo los impuestos a medida que aumentaba el periodo entre la compra y la venta del bien o del activo financiero. Las ganancias de un año soportaban el tipo marginal y el resto iban al tipo medio, recortándose hasta desaparecer de media a los 14 años (20 años, por ejemplo, para el caso de los inmuebles).
Fiscalidad antipelotazo que se cargó el señor Rato y que mantuvo Solbes y rige hasta nuestros días con un tipo del 18% con independencia del tiempo transcurrido.
La posibilidad de que el Gobierno aumente las plusvalías a las rentas de capital no suena mal pero es una medida llena de tópicos. Los grandes patrimonios podrán sortearlos hasta con las sociedades de inversión diseñadas al efecto (Sicav) o mediante otro tipo de instrumentales que, como mucho, soportarán el Impuesto de Sociedades.
Quien va a pagar este pato con aires progres son los ahorros de las clases medias con sus cuentas corrientes, sus depósitos, sus dividendos, sus fondos de inversión o sus pequeñas posiciones en Bolsa. Estos ahorradores no pueden escapar a Hacienda ni montar sus sociedades y, como ya he apuntado antes, pagaron por ese dinero cuando salió de su trabajo.
Antes de meter mano a las rentas de capital, el Gobierno y el resto de las administraciones públicas deberían recortar en asesores, en coches oficiales, en embajadas autonómicas, en subvenciones para perpetuarse o en inútiles obras faraónicas. En todo aquello improductivo que busca únicamente hacerles ganar votos. Aquí nadie entra, ni izquierda, ni derecha. El día en que muchos dejen de tragarse los sapos demagógicos de pobres, ricos, rentas del capital y del trabajo y exijan austeridad y seriedad a su clase política, entonces habrá esperanza para la economía.