03.09.09 - AINHOA DE LAS HERAS| BILBAO
«Lo fácil es darles galletas y a pasar la tarde, nosotros les hacemos sudar» Desde hace mes y medio, Pepe, de 62 años, jerezano de nacimiento y vizcaíno de adopción, se levanta todos los días en el albergue bilbaíno de Elejabarri, donde vive acogido, a las seis y media de la mañana para correr durante una hora por las inmediaciones. No quiere perderse el desayuno, a las ocho, y antes tiene que ducharse. Pepe lleva más de un año en la calle. Delgado, con la piel curtida y la voz profunda, cuenta que su empresa le echó y le llevó a la ruina. Poco a poco se fue quedando sin dinero para pagar la vivienda. Ahora ha recuperado la ilusión y se está preparando para «llegar a lo más alto» en el Mundial de Fútbol para Personas sin Hogar, que se celebrará en Milán entre los próximos días 6 y 13. «¡Vamos a ganarlo!», se anima mientras lanza tiros a portería.
í‰l y Richard, de 42 años y natural de Santutxu, son los dos vizcaínos seleccionados para formar parte del combinado nacional. Las drogas empujaron a la calle al bilbaíno hace seis años. «La familia no me aceptaba y tuve que buscarme la vida», dice. Con aspecto juvenil -lleva un pendiente en una oreja-, explica, con la mirada de un azul intenso, que «cuando entríé en prisión empecíé con la metadona». Hoy vive en un piso compartido de Bizitegi y está «limpio»; si no, no podría estar entrenando desde hace casi un año todos los miíércoles de 5 a 7 en el campo de hierba artificial del polideportivo municipal de Zorroza.
«Formar un equipo serio ha sido difícil, conseguir que vengan todas las semanas a jugar lloviendo, con frío, a muchos sin avisarles, despuíés de saber que han dormido en un cajero con el invierno tan crudo que ha habido...», confiesa Iñigo Goñi, el 'entrenador' y miembro de la asociación Rais Euskadi, promotora de la iniciativa, junto a la Organización Internacional de Periódicos de Calle (INSP). «Pepe, por ejemplo no tiene móvil, y a veces no dan señales de vida en un tiempo», explica Goñi. «Lo fácil es darles bocadillo y catre y a pasar la tarde, pero nosotros les hacemos sudar, queremos que participen. El fútbol es la excusa. Conseguimos tambiíén que despuíés accedan a ducharse en el vestuario, y merendamos un poquito, un zumo y una barrita energíética, que para algunos es la única comida del día». Además, «cambian los roles: de ser el del vino de la plaza Arriquíbar pasan a ser el portero...»
Rais ha conseguido su objetivo. Pepe y Richard sudan la camiseta y el resto de la equipación que les ha cedido la Fundación Athletic, con los números 6 y 21 a la espalda. «La ropa es muy importante; que vayan uniformados todos iguales, porque a uno le faltan las zapatillas, a otro el pantalón...»
El 'Pitxitxi'
Richard es el 'Pitxitxi'. Juega de delantero y asegura que si mete un gol se lo va a dedicar a Bilbao. Pepe es centrocampista, pero más polivalente. «Me muevo para arriba y para abajo». Jugó en el Jerez hasta que sufrió un grave accidente de tráfico, y luego en Mallorca en ligas menores. Ambos están separados de sus mujeres. El bilbaíno tiene un hijo, Joseba, que al enterarse de que su padre jugará un mundial se ha puesto «contento». Pepe espera darle «un regalo» a su hermana, que vive en Jerez, «haciendo algo en el mundial».
Se enfrentarán a varios de los 48 países participantes; entre ellos las potencias del balompiíé Brasil, Alemania, Italia... Y compartirán experiencias con otros 500 'sin techo' de todo el mundo. Diez días en Milán será toda «una aventura», como ellos la definen. El viernes viajarán a Madrid, donde entrenarán con el resto del equipo durante un día, despuíés, se trasladarán a Milán para participar en la ceremonia y el desfile de inauguración.
Tienen un «aliciente». «Yo antes ya jugaba a fútbol para olvidarme de todo», dice Richard. Y Pepe asiente. Esperan que el deporte les ayude a «remontar». Quieren encontrar trabajo y mejorar la «salud», apunta Richard. í‰l ha trabajado de chófer, guarda jurado, talador de pinos, montador... Pepe, de albañil, pintor... «de todo». Aspiran a «tener un piso propio que ya es hora». «No voy a estar toda la vida en el albergue, algún día me echarán», asume Pepe.
«No es tan difícil que una persona 'normalizada' con trabajo y familia pueda terminar encontrándose en la calle, primero en un comedor social y despuíés en un albergue. Lo estamos viendo con la crisis», apunta íñigo Goñi, de Rais.