La política es un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir.
JACQUES BENIGNE BOSSUET, clíérigo francíés y escritor
ACABAR en Bruselas y Luxemburgo puede parecer, a la vista del ciudadano de a pie, una especie de destierro político o un puesto en el que concluir relajadamente una larga vida dedicada a los asuntos públicos. Un cementerio de elefantes en el que se premian los servicios prestados por ex ministros, ex directores generales y ex dirigentes. Allí ha acabado, por ejemplo, la ex ministra de Fomento, Magdalena ílvarez, el ex secretario general del PSOE en el Congreso. Ramón Jaúregui, o la ex mujer de Felipe González, Carmen Romero. Tambiíén muchos otros altos cargos de la era Aznar que se salvaron así, en el año 2004, de la ardua tarea de hacer oposición desde la Carrera de San Jerónimo: Jaime Mayor Oreja, Pilar del Castillo, María Luisa Fernanda Rudi, Cristóbal Montoro, el ex portavoz popular en el Congreso, Luis de Grandes, Ana Mato, Carlos Iturgaiz, Agustín Díaz de Mera, ex director general de la policía entre 2002 y 2004.
Pero Europa no es un retiro cualquiera. Destino codiciado donde los haya, siempre ha llevado aparejado un estilo de vida muy cómodo. Lo reconocía, desde el anonimato, un eurodiputado del PP cuando Josíé María Aznar ganó sus primeras elecciones: «Si me hace alto cargo, salgo perdiendo económicamente». Y no es para menos. Un total de cincuenta y cuatro próceres patrios disfrutan, a partir de las elecciones, de cinco años en los que poder euroforrarse. Con viajes pagados en clase bussiness, almuerzos en los mejores restaurantes de las capitales europeas, con la posibilidad de euroenchufar a familiares y amigos y con condiciones ventajosas de cara a la jubilación. Uno de esos trabajos que a uno solo se le cruzan una vez en la vida, si hay suerte y tiene contactos. Para ellos, el cielo sí puede esperar.
Arrastran la fama de ser unos bon vivants de la política y, lo mejor de todo, pasan completamente inadvertidos del escrutinio diario de los medios de comunicación, por lo que su imagen no suele sufrir deterioro alguno ni verse involucrada en asuntos espinosos. Una situación que no solo afecta a los eurodiputados españoles: salvo honrosas excepciones, la picaresca se ha adueñado del parlamento europeo. Un informe interno de la Eurocámara, elaborado por Robert Galvin, un funcionario de auditoria, señaló como muchos parlamentarios han llevado un estilo de vida multimillonario abusando de las dietas y los fondos destinados al pago de los asistenes. Aún encima, muchos hacen novillos. Y eso que sólo se les exige dos días por semana de dedicación (normalmente, de martes a jueves) para las reuniones de las comisiones y una sesión plenaria al mes.
El informe, nunca publicado por la Eurocámara pero sí filtrado al diario The Sunday Times, puso de manifiesto, para estupefacción de los británicos, poco amigos de todo lo europeo, como un diputado con pocos escrúpulos puede hacerse millonario en solo una legislatura. En las noventa y dos páginas de la auditoria se pusieron de manifiesto pagos irregulares a asistentes de los que no existía registro alguno o a empresas que no tenían ninguna actividad conocida. Casos como el de un diputado que declaró haber pagado 182.000 libras a un sólo asistente que se sospecha era un familiar directo, o el de otro miembro de la cámara cuyos pagos a asistentes y ayudantes acabaron en una guardería cuyo gerente era, curiosamente, un dirigente local de su partido.
Es la punta de un gran iceberg de las muchas corruptelas que durante años han sido la tónica dominante del parlamento de los veintisiete países de la Unión Europea. Un gran embrollo al que la eurocámara ha querido poner fin o, al menos, contener, con la aprobación del Estatuto del Eurodiputado. Un texto que entrara en vigor a partir de las elecciones de 2009 y que afecta, pero de que manera, a los eurodiputados españoles, que verán como su sueldo pasa, de la noche a la mañana, a ser el doble del hasta ahora recibido.
Tras varios años de negociaciones, la cámara aprobó, en junio de 2005, durante la presidencia del español Josep Borrell, el Estatuto del Diputado. Un texto que ha sido una reivindicación histórica de los parlamentarios y que, entre otras prebendas, estipula un sueldo base común para los 785 diputados de cerca de 7.666 euros. ¡Al mes! Siete sueldos de un joven «mileurista», nada menos.
Hasta ahora los miembros de la cámara han cobrado siempre, desde 1979, lo mismo que un diputado de su correspondiente parlamento nacional. Una situación que permitía que los italianos recibiesen hasta doce mil euros al mes por el mismo trabajo que un español hada por unos tres mil. Las diferencias se han ido agravando mas aún en cuanto a la eurocámara han ido llegando representantes de los nuevos países miembros con salarios raquíticos, como los 840 euros que perciben mensualmente los representantes de Hungría ya los que Budapest compensa, que remedio, con una in¬demnización de mas de tres mil euros al mes.
Muy a su pesar, a los italianos se les acaba el chollo. Pero, ¿Quíé hay de los nuestros? Muchos estarán frotándose las manos a la espera de saber si obtienen en las urnas el desinteresado respaldo de los ciudadanos. El nuevo «sueldazo» al que luego le llegarán las dietas y demás complementos será efectivo, en el caso de España, a partir de julio, en cuanto la nueva composición de la cámara comience a rodar.
Los veintisiete países tienen un período de dos legislaturas (diez años) para decidir en que momento empiezan a aplicar las nuevas condiciones. Todo hace pensar que los italianos apurarán al máximo y esperarán hasta 2019. Nuestro país, sin embargo, lo hará ya en 2009. «Extraoficialmente sabemos que será a partir de julio, falta sólo la carta en la que España lo diga», señala Alejo Vidal Cuadras, europarlamentario del PP.
Gran sueldo, pequeño trabajo. Así las cosas, los eurodiputados, muchos de ellos completamente desconocidos para los ciudadanos, cobraran mas que, por ejemplo, el presidente Zapatero, cuyos 89.303 euros anuales se dividen en doce mensualidades de algo más de 7.400 euros. Y un poquito menos que el líder de la oposición, Mariano Rajoy, quien reconoció, tras pasar por el programa «Tengo una pregunta para usted... », que recibía «unos ocho mil euros al mes», tres mil por su escaño en el Congreso y otros cinco mil del partido.
«Veremos cómo reaccionan los diputados españoles en las Cortes, al ver que los que estamos aquí ganaremos mas; esperemos que lo comprendan», señalaba un eurodiputado español en 1997, cuando ya se empezaba a discutir sobre la necesidad de un sueldo común de, entonces, 1,7 millones de pesetas al mes el ex presidente de la Eurocámara, Josíé María Gil Robles, propuso esa cifra porque era «la equivalente a los 136.000 dólares anuales que ganan los miembros del Congreso de los Estados Unidos, y no veo por que deberían ingresar una cantidad distinta los miembros del Parlamento Europeo», señalaba al diario El Mundo.
Sea como fuere, las elecciones de 2009 deberán marcar un punto y aparte en la historia de la institución. La entrada en vigor del Estatuto acabará, según los analistas, con la picaresca y los políticos sin escrúpulos que durante años se han ido lucrando y llenando los bolsillos a su paso por Bruselas. Todo porque la cámara, muy generosa, ha establecido a lo largo de los años un sistema de dietas y gastos que permitía a los diputados con menos sueldo redondear sus ganancias. Sobra decir que los privilegios han servido a muchos para enriquecerse a su paso por la cámara. Pero tambiíén muchos partidos exigían su parte como forma de financiación indirecta. El Partido Popular, por ejemplo, obligaba a sus diputados a destinar parte de sus asignaciones a la Fundación para los Análisis y los Estudios Sociales (FAES) y el PSOE a centralizar parte de los sueldos en una cuenta del partido. El Tribunal de Cuentas constató en su día príéstamos irregulares del grupo parlamentario socialista en la Eurocámara a Ferraz.