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Autor Tema: Cesar Alierta: Alma de conquistador  (Leído 450 veces)

Zorro

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Cesar Alierta: Alma de conquistador
« en: Septiembre 12, 2009, 10:26:51 am »
Cesar Alierta: Alma de coquistador

por Manuel G. Pascual en Cinco Dí­as

De Alejandro Magno a Napoleón, todos los grandes conquistadores de la historia se parecen al menos en dos cosas: dejaron un importante rastro de sangre por donde pasaron y fueron idealistas. Este último aspecto es fundamental, ya que los reyes y generales que tienen sueños por los que luchar se implican en cuerpo y alma en su empresa. Afortunadamente, en el mundo de los negocios no suele derramarse sangre, pero tener una suerte de estrella polar que trascienda los objetivos inmediatos de la compañí­a es siempre bueno. El presidente de Telefónica, Cíésar Alierta (Zaragoza, 1945), tiene las cosas claras: los mercados naturales no son suficientes; siempre hay que ir más allá, no vale instalarse en la comodidad. í‰se ha sido el espí­ritu de Alierta desde que llegara a la compañí­a en 2000: limpiar, consolidar y expandir el legado de Juan Villalonga; acabar de convertir la operadora española en referente mundial -es la tercera en capitalización bursátil-.

La última demostración de su empeño la hemos visto esta semana en forma de un acuerdo con China Unicom, un autíéntico gigante asiático que con sus 284 millones de clientes eleva la cuenta de usuarios de ambas compañí­as hasta los 550 millones, casi un 10% de la población mundial. El acuerdo contempla un intercambio accionarial de unos 700 millones de euros, lo que eleva la participación de la operadora española hasta el 8,06%.

Pero ninguna conquista consiguió mantenerse en el tiempo sin alianzas. Por eso el verdadero logro de la operación reside en que la empresa china tomará a su vez casi un 0,9% de Telefónica, lo que convierte a las compañí­as en socias. Se trata, tambiíén, de la primera vez que una empresa de telecomunicaciones china entra en el capital de una extranjera. Algo que escandalizarí­a a los ingleses que participaron en las guerras del opio.

Y, como todo buen estratega, la apuesta de Alierta por entrar en China encierra beneficios quizá no tan evidentes como el acceso a uno de los mercados de la telefoní­a móvil con más proyección: los derivados de favorecer la inversión del paí­s asiático en Latinoamíérica, región en la que Pekí­n está muy interesada y en la que Telefónica está fuertemente implantada.

Los grandes nombres de la historia siempre han tenido que tomar decisiones arriesgadas. Hitler se lanzó contra la URSS y el Reino Unido a la vez, precipitando así­ su derrota. Alejandro Magno se enfrentó a los persas y, contra todo pronóstico, les derrotó, lo que le abrió las puertas de Asia. Alierta compró la británica O2 por unos 26.000 millones de euros, duplicando la deuda de la compañí­a y jugándosela si la asimilación no funcionaba. Pero funcionó.

El interíés por el mundo le viene al maño de sus progenitores. Aunque zaragozanos orgullosos -su padre, Cesáreo, fue alcalde de la ciudad y presidente del Real Zaragoza-, decidieron enviar a su hijo a estudiar un posgrado a EE UU, una práctica poco común en la íépoca. En 1970, ya de vuelta en España, comenzó a trabajar como analista financiero en el Banco Urquijo, entidad en la que desempeñarí­a varios cargos de responsabilidad. En 1985 lo dejó y fundó la sociedad de valores y bolsa Beta Capital, de la que fue presidente y consejero delegado -de ahí­ su obsesión por la cotización de Telefónica, que le puede alegrar o amargar el dí­a-. En 1996, con la llegada del PP al poder, fue nombrado presidente de Tabacalera, donde completó su privatización y llevó a cabo la fusión con la francesa Seita que darí­a lugar a Altadis. De esa etapa hereda un conflicto jurí­dico por un supuesto uso de información privilegiada.

Uno de los aspectos que siguen llamando la atención de Alierta es su sencillez. Sus amigos son los del colegio y prefiere la vida familiar a las cenas de pompa. Los empleados de la sede de la multinacional no dejan de sorprenderse al verle comer en el restaurante corporativo, que con capacidad para 12.000 comensales es el mayor de Europa. El proverbial gusto del maño por saltarse el protocolo -que nadie le llame "presidente"- le llevó incluso a dar esquinazo a los escoltas y meterse en el Metro para ver cuánto se tarda desde las nuevas oficinas centrales al centro de Madrid.

Los que le conocen le definen como una persona muy curiosa y cercana, aunque tí­mida y con cierto miedo escíénico -lo pasa realmente mal en las presentaciones ante grandes audiencias e intenta evitarlas en la medida de lo posible-. Sin embargo, no le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones y su estilo de gestión es atrevido y agresivo. ¿Cómo, si no, consiguen los conquistadores consolidar y expandir imperios?



Voy del oro a Squirrel Media y tiro porque me toca.