Sincronias
Una especie de “mano orientadora†rige nuestro destino
.Frente a las recurrencias de Kammerer, que en ciertos casos parecen hechos casuales, pues no está claro su sentido, Carl Gustav Jung reparó en otro tipo de casos conectados de forma tan significativa que el azar representaba un grado de improbabilidad demasiado alto.
El psicólogo pensó que estaban conectados por un principio que denominó “sincronicidad†y que, por definirlo de forma concisa, sería “la concurrencia no casual de un suceso psíquico y otro físico, que desafía la ley de la probabilidad y tiene sentidoâ€.
En una ocasión, Jung estaba tratando a una joven que le contaba haber soñado con un escarabajo dorado. De pronto oyó un ruido en la ventana, a sus espaldas. “Me levantíé – escribe íél mismo –, abrí la ventana y cogí al vuelo, en el momento en que entraba en la habitación, un insecto que era lo más semejante a un escarabajo dorado que pudiera hallarse en nuestras latitudesâ€.
¿Quíé había llevado al insecto a meterse en una habitación oscura justo en esos momentos?
El hecho de que el escarabajo sea, en culturas como la egipcia, un símbolo de renacimiento y que a partir de ese día la joven mejorara de su dolencia, hizo pensar al psicólogo que el insecto había aparecido como un mensaje arquetípico surgido del inconsciente: una señal para indicar que al fin ella podía iniciar el proceso de transformación buscado.
Ello le llevó a pensar que esta clase de sincronía provenía de algún mecanismo desconocido.
Aunque, por otra parte, acabó razonando que, cuando los hechos fortuitos parecen tener un significado simbólico, dejan de ser coincidencias para la persona interesada, ya que la psique puede estar actuando sobre la realidad externa para causarlos. Una explicación que, por cierto, nos sitúa ante el enigma que plantean las extrañas y desconocidas relaciones entre la mente y el mundo llamado “objetivoâ€.
El hombre occidental, acostumbrado a verter su mente en cosas concretas, rechaza de antemano esta sensación, tan contraria a la estructura de la lógica de su pensamiento, y se refugia en la comodidad de negar sentido alguno a las casualidades.
Los chinos, por el contrario, consideran que íéste es “el mundo de las 10.000 cosasâ€, de modo que un suceso cualquiera no puede explicarse sino por una multiplicidad de armonías y desarmonías simultáneas, y no por una simple relación de causa-efecto. En su visión de la Naturaleza como un todo orgánico no existen fronteras entre el microcosmos y el macrocosmos, entre el ser humano y el universo en que se desarrolla su vida.
La conexión entre dos acontecimientos no es para ellos de causa a efecto, sino de homología entre dos fenómenos que ocurran en el mismo instante.
¿Estoy triste porque el cielo esta nublado, o está nublado el cielo porque estoy triste?
Para la visión clásica china del mundo, expresada en el taoísmo, ambas preguntas carecen de sentido.
Si queremos entender el concepto junguiano de sincronicidad – directamente inspirado en el taoísmo –, hemos de imbuirnos de esa peculiar sensación que despierta, por ejemplo, la pintura china, donde paisaje y estado de ánimo forman un todo indisoluble, o reflexionar sobre la hipótesis Gaia: la Tierra sería un ser vivo del que formamos parte, y no un simple mecanismo de relojería, como sostiene ese planteamiento dieciochesco y “racional†que todavía predomina en occidente.
Si el espacio y el tiempo son percepciones subjetivas, y la realidad es otra cosa – hipótesis de trabajo que plantea Jung -, es posible suponer que esa percepción espacio-temporal pueda estar condicionada por la psique.
De modo que cuando una imagen llega a la consciencia coincidiendo con un fenómeno “exteriorâ€, la psique percibe un significado de esa yuxtaposición de acontecimientos. Pero, ¿existe tambiíén un significado “fuera†de la psique?
Jung ha sido el único científico del siglo XX que se ha atrevido a formular una pregunta de tal calibre.
¿Quiíén mueve los hilos de las casualidades al otro lado del escenario?
Ante el lector dejamos la tarea de reflexionar sobre si unas y otras coincidencias son proyecciones de nuestra mente o la manifestación de un principio no casual invisible y secreto que rige nuestro destino y el de todos los seres, poniendo orden en el caos aparente de nuestras vidas, o determinando, sin que nos percatemos, algunas decisiones cruciales que pensamos son el resultado de nuestra libre elección o del azar.
Desde ahora, cuando Ud. vaya a decir: ¿Quíé casualidad, no? píenselo dos veces, pues puede ser que no lo sea.