Esperanza, por Dios
Caja Madrid es el único gran centro institucional de poder económico y financiero que el PP mantiene en su órbitaManel Píérez Caja Madrid es el único gran centro institucional de poder económico y financiero que el PP mantiene en su órbita desde que perdió el gobierno central, en el ya lejano final del invierno del 2004. La entidad conforma el cuarto grupo bancario español, es la segunda entre las cajas y ocupa la posición de liderazgo en la muy relevante Comunidad de Madrid. Es principal accionista de Iberia, principal operador de la primera infraestructura de la capital gracias a la que se genera casi un 20% de su movimiento económico. Sumaria pero suficiente descripción de los atributos de Caja Madrid para hacerse una idea de la importancia que tiene instalarse cómodamente en el puente de mando de esa fábrica de dinero.
Con furia y descaro, como hace ella las cosas, se lanzó Esperanza Aguirre hace más de un año a cortarle la cabeza a Miguel Blesa, el actual presidente, cuando comprendió que ya no era uno de los suyos. Un "traidor" –esa fue exactamente la palabra que empleó hace pocas semanas en Barcelona ante un reducido número de empresarios– que debía ser eliminado. Traidor no por acercarse a los socialistas, los teóricos rivales, sino por hacer migas con su compañero de partido y eterno rival, nuestro querido alcalde Alberto Ruiz-Gallardón.
Una operación de recambio en la presidencia que Aguirre debió imaginar más fácil cuando decidió acometerla. Pero su ambición y su necesidad son tan grandes que pese a tener la mayoría absoluta en la comunidad, y con ella el control de la asamblea de la caja, ha convertido el asalto en una crisis política en su propio partido. Amíén de haber instalado el desgobierno en la entidad de ahorros en pleno apogeo de la crisis financiera. Caja Madrid, atrapada entre las aspiraciones políticas de Aguirre, las resistencias de Gallardón y el liderazgo gallego y distante de Rajoy, se ha transformado, a su propia costa, en una pieza importantísima pero accesoria en la pugna política por la hegemonía entre los líderes del PP.
Esperanza necesita el control de la institución para financiarse su propia promoción política y comprar apoyos que aún le son lejanos pero necesarios para el futuro. Si Rajoy pierde la próxima contienda electoral, Caja Madrid compensará con amplias dosis de larghezza y liberalidad las limitaciones políticas de la lideresa en su escalada hacia la cima. Si, por el contrario, Rajoy sobrevive y llega a la presidencia del Gobierno, el control de la institución será vital para hacerse respetar, equilibrar las relaciones de fuerza con el aparato central del partido y reclamar su cuota de poder. Tambiíén para colocar a los camaradas que Rajoy no acoja un seno.
Para ese plan, Esperanza necesita en Caja Madrid alguien por encima de cualquier duda, no caben los sentimientos, como en la canción –Esperanza, por Dios, tan graciosa y sin corazón–, un autíéntico jefe de la guardia pretoriana, su mano derecha. Ese es el retrato de Ignacio González, el incombustible y tremendamente discutido vicepresidente del gobierno de la comunidad. Al oír su nombre, la mayor parte de la clase política madrileña, incluida la popular con su máximo líder al frente, frunce el ceño. Más allá de la política, al gobernador del Banco de España se le agría el gesto cuando se imagina inscribiíéndolo en el registro de altos cargos bancarios. Para otro día dejamos los comentarios sobre lo que piensan los que serían sus colegas en el sector de las cajas. Es falso que González no suscite consenso. El acuerdo en su contra es casi total.
Esperanza sabía que su objetivo es muy difícil y ya hace tiempo que empezó a gastar a cuenta del futuro el ríédito de controlar la entidad. Y aquí aparecen los compañeros de viaje, sindicatos y partidos, CC.OO., IU y el PSOE madrileño, con quienes firmó un acuerdo para la estabilidad de Caja Madrid gracias al que la presidenta compraba el apoyo para su candidato a cambio de pagaríés en forma de promesas de prebendas y cargos para una oposición, la socialista, que además de no fiarse ya de los votantes tambiíén mira de reojo a las plantas nobles de su propio partido.
Con el pacto, Aguirre consumó un magnífico movimiento con el que ha traspasado parte de su problema al PSOE. Tomás Gómez, el hasta hace unos meses aclamado renovador de la Federación Socialista Madrileña, se ha agarrado a las promesas de Esperanza y frente al rechazo de la dirección de su partido apoya, de forma elusiva y aparentemente pasiva, a González. Con poco recato emplea argumentos como la defensa de la autonomía de la dirección regional y el derecho del PP de la comunidad a proponer a su candidato. Pero no hay que engañarse. La discusión es si para ser primer ejecutivo de Caja Madrid la fidelidad a Aguirre anula un currículum absolutamente cuestionable para el cargo.
Zapatero, por su parte, no quiere que Caja Madrid sea un refugio de opositores y avanza el nombre de Luis de Guindos, ex alto cargo del PP, pero con experiencia y firmes conocimientos financieros.
¿Y Rajoy? Veta a González. Aceptaría a Rodrigo Rato, pues sabe que ya no está en la arena política y tiene suficiente personalidad y trayectoria como para dejarse convertir en un agente de Aguirre. Al ex vicepresidente del Gobierno nadie vendría a decirle lo que tiene que hacer en Caja Madrid. Para Rajoy es hoy el mejor disolvente de las ambiciones de Aguirre. Para esta última, un fracaso en su operación de desembarco representaría el final de la carrera.
http://www.lavanguardia.es/economia/noticias/20091025/53811530820/esperanza-por-dios.html