STONEHENGE, UN SANTUARIO ASTRONOMICO
Fíélix Llauge Dausa y Otros
Fuentes: Cíclope y Enigmas
Los emplazamientos megalíticos son identificados normalmente como sepulturas. Sin embargo, en Stonehenge no se aprecian ni pasillos ni cámaras funerarias. Las piedras con que fueron construidas, a veces traídas desde más de doscientos kilómetros, ponen de manifiesto el interíés que tuvieron por la construcción. Fuera obra de los druidas o de poblaciones oriundas del mediterráneo, la simbología del círculo (el Sol) y de la herradura (el menguante de la Luna) abogan en favor de un centro ceremonial -alineado astronómicamente- en el que sus antiguos pobladores realizaban las ofrendas a los dioses.
Los emplazamientos megalíticos son numerosos a travíés de Europa, la península Ibíérica, Westfalia, Hesse, la cuenca parisina, Provenza, Bretaña... pero la mayoría son identificados como sepulturas. En Antequerra (España) como en New Grande (Irlanda) o en Castelet (Provenza), túmulos y dólmenes encierran siempre una o varias cámaras funerarias.
Sin embargo, al igual que Carnac, Stonehenge escapa a la regla. Ni pasillos ni cámaras funerarias: el monumento tiene ciertamente otro fin. Fuera de la hipótesis del observatorio astronómico, las explicaciones más diversas han sido propuestas. Desde la consideración de civilizaciones más avanzadas... hasta otras hipótesis, como las que admiten, dentro de la tradición druídica, que Stonehenge podría haber sido un gigantesco generador de energía, un nemetón. Este se formaría mediante la creación de una cadena humana alrededor del monumento en cada solsticio, para captar la energía y cargarse de ella siguiendo ciertas pautas rituales.
El monumento fue construido en cuatro fases con piedras de diferentes orígenes. Algunas provienen de Avenbury, a una treintena de kilómetros al noroeste, otras de los montes Prescelly en el País de Gales, a más de 200 kilómetros de Stonehenge, y de Mildford Haven, a 250 kilómetros. Las piedras azules -riolitos- incorporadas a la construcción a principios de la Edad del Bronce (segundo milenio a C), vendrían de Irlanda. Cada monolito pesa más de 50 toneladas y el conjunto, varios miles de toneladas: ¿Cómo pueblos de fines del Neolítico, de apenas algunos centenares de individuos, pudieron traer tales cargamentos con medios primitivos? ¿Y por quíé haber ido tan lejos en busca de bloques de diferentes rocas?
El emplazamiento de Stonehenge fue elaborado según un plan extremadamente preciso. Una zanja circular de 4 m. de ancho por 1,50 m. de profundidad forma un primer anillo de un centenar de metros. Al interior, sobre el talud, un segundo anillo está dibujado por 56 agujeros, conocidos por el nombre de Agujeros de Aubrey, derivado del nombre de uno de los primeros exploradores del emplazamiento (1650).
Siempre concíéntricos, otros dos anillos revelan cada uno 30 y 29 agujeros: íéstos contienen osamentas humanas quemadas. Luego viene la parte monumental de la obra: dos círculos de piedras erguidas cubiertas de dinteles encerrando otras dos filas dispuestas en forma de herradura. Otras cinco piedras se levantan aisladas: dos, en la zona del anillo de los agujeros de Aubrey (piedras de estación destinadas a ser cambiadas de posición), una exterior, en la galería que conduce al monumento (piedra de talón, llamada así por su forma), una piedra de sacrificio a la entrada y un altar al centro.
El monumento: su ubicación y su forma
En Wiltshire, Inglaterra, se encuentra Stonehenge, el monumento megalítico más extraordinario y enigmático del mundo. Desde la Antigí¼edad, Stonehenge ha despertado la atención y admiración de los visitantes por su extraña y sorprendente arquitectura. No hay actualmente nada en el mundo que en manera alguna pueda compararse a este misterioso santuario, construido simplemente con grandes bloques rectangulares de piedra.
Los autores británicos John Aubrey y William Stukeley, a fines del siglo XVII y a principios del XVIII, contribuyeron fuertemente a mantener la imagen de Stonehenge como un templo druídico y sitio importante de la cultura celta. Pero, aunque fue sin duda el sitio utilizado por los druidas para sus ceremonias, los pesados megalitos estaban ahí mucho antes de la llegada de los celtas a tierras británicas, y los misterios de Stonehenge no tienen ninguna necesidad de este aporte para seguir siendo apasionantes.
Aunque hoy día se sepa que los celtas no son los constructores, íéstos tuvieron en todos los tiempos un gran respeto por Stonehenge. El primer texto que menciona el sitio con exactitud se encuentra en la Historia Regnun Britanniae de Geoffroy de Monmouth (1136), uno de los autores del ciclo arturiano. Entremezclado con la leyenda, Stonehenge aparece como una creación del druida Merlín que, por obra de la magia, habría traído las piedras desde Irlanda. Luego habría utilizado las fuerzas vitales del lugar para despertar al dragón... e, igualmente, lo habría convertido como el lugar en el que los nobles de Inglaterra habrían prestado su juramento al rey Arturo.
En primer lugar, no debe extrañar que el monumento haya sido precisamente erigido en la llanura de Wiltshire, pues, como hacen notar frecuentemente los geógrafos, este región es la más elevada de las planicies del sur de Inglaterra que la rodea. Y fue en esta alta planicie en donde se levantaron los mayores campamentos prehistóricos. Por entonces las tierras bajas de Gran Bretaña eran del todo inhabitables, principalmente a causa de los espesos bosques de robles que las cubrían. Por este motivo, los primitivos agricultores buscaron para el cultivo los altos collados de tierras arcillosas y calcáreas, en donde el blando suelo de escaso grosor podía fácilmente ser trabajado, parcelando el terreno en pequeños prados para cultivar el trigo y otros granos.
Stonehenge está constituido por grandes bloques rectangulares de piedra ordenados en circulo, formando dinteles. Lo hallamos situado en el centro de un terreno rodeado por una zanja bastante profunda. La tierra sacada de esta excavación forma un ligero terraplíén hacia el interior del círculo, interrumpido por una entrada bastante ancha en su lado Nordeste.
A continuación de la zanja circular, hacia el interior del circulo de tierra, hay 56 hoyos circulares formando una circunferencia o anillo en torno al monumento. La mitad de estos hoyos o fosas -llamados de Aubrey desde el siglo XVII, en honor de su descubridor- han sido excavados y marcados con cal, destacándose alrededor de Stonehenge como un enorme collar de grandes perlas blancas. Estos hoyos parecen tapar túmulos de enterramientos, sin urnas ni objetos funerarios, pero con señales de cremación, como si se hubiesen utilizado para determinados sacrificios o ceremonias en honor de ignorados dioses. En el Interior de este círculo de hoyos se encuentra enclavado el conjunto arquitectónico de monolitos de Stonehenge, que consta de dos partes: un círculo exterior de unos 34 m. de diámetro y una construcción interior en forma de herradura.
Al principio, cuando el monumento no había sido deteriorado por el paso del tiempo y por los continuos saqueos de los habitantes de la zona que acudían a ese santuario para llevarse las piedras, el círculo estaba formado por 30 columnas unidas por un dintel continuo de bloques cortos, los cuales montaban encima de las columnas o monolitos de tal manera que cada uno se apoyaba en dos columnas consecutivas. Todas estas columnas o menhires son de sarsen, una clase de piedra arenisca que se encuentra en los Marlborough Downs, a unos 30 km. al norte de Stonehenge, y cada uno de ellos pesa alrededor de 25 toneladas. Los bloques colocados encima, formando el dintel, tambiíén son de sarsen y pesan alrededor de 7 toneladas cada uno. La construcción interior, en forma de herradura, es un conjunto de cinco trilitos de sarsen. Cada una de ellos consiste en dos menhires de unas 45 toneladas, coronados por un enorme bloque que forma el dintel.
Como puede comprenderse, ese peristilo de monolitos y la herradura interior causan admiración no sólo por su grandeza sino por la precisión y finura del trabajo que ejecutaron sus misteriosos constructores. Producen tambiíén grata impresión a la vista por su coloración gris y la erosión producida por la acción del agua y el viento en el transcurso de los siglos.