Por... Johan Norberg
La mayoría de de los banqueros se merece los ataques de los que son víctimas estos días. Los errores absurdos y la mera estupidez que hemos visto en los mercados financieros en la última díécada no son lo que habríamos esperado de los Maestros del Universo. Y el costo de los salvatajes da un nuevo significado al concepto “ladrón de bancosâ€.
Pero los banqueros no son los únicos a los que debemos ver de manera distinta. Otra víctima de la crisis debería ser la fe en los poderes y las virtudes de los reguladores del Estado, porque sus huellas digitales tambiíén se encuentran esparcidas por toda la escena del crimen.
Solamente en EE.UU hay 39.000 personas trabajando a tiempo completo para regular los mercados financieros. ¿Quíé hicieron cuando la burbuja se estaba inflando? Bueno, ayudaron a inflarla. En los años setenta y ochenta aprendimos que la regulación de los productos comerciales generó muchos problemas. La escuela de Opción Pública nos enseñó que cuando los reguladores tienen que escoger entre aumentar sus poderes y presupuestos y lo que beneficia a la sociedad, muchas veces escogen lo primero. Incluso la regulación bien intencionada muchas veces produce consecuencias imprevistas que convierten pequeños problemas en grandes.
Sin embargo, cuando los mercados financieros parecían estar desempeñándose razonablemente bien, esa crítica nunca tuvo en realidad impacto alguno en el mundo de las finanzas. Pero, ¡quíé diferencia hace una crisis! Una anatomía detallada de la burbuja muestra que muchas de las políticas y regulaciones que se suponía que reducirían el riesgo financiero de hecho lo aumentaron. El ejemplo más claro es la política gubernamental de rescatar instituciones financieras para evitar crisis, lo cual aumentó las probabilidades de que estos entes incurrieran en comportamientos riesgosos. Y el intento de la Reserva Federal de acabar las recesiones con reducciones drásticas de la tasa de interíés produjo la burbuja crediticia más grande de la historia, y una de las peores recesiones.
Pero hay muchos otros ejemplos en esta crisis. En los setenta, la Comisión de Seguridad e Intercambios (SEC, por su sigla en inglíés) les dio a las grandes agencias calificadoras de riesgo el papel de reguladores. Estas agencias obtuvieron el derecho de definir oficialmente el riesgo, y otros inversionistas fueron obligados a obedecerles. A muchos fondos se les impidió invertir en activos que no hubieran recibido calificación de inversión, y a otras instituciones se les obligó a retener más capital si lo hacían.
Este oligopolio fue creado para controlar el riesgo, pero las agencias utilizaron su nuevo rol para inflar las calificaciones, y los peligrosos títulos de valor respaldados por hipotecas fueron de repente considerados libres de riesgo. El negocio recibiría el mismo trato generoso aún si fuese estructurado por vacas, como lo dijera un analista de una de las grandes agencias calificadoras en una discusión interna. Como las vacas pagaban bien, y el mercado estaba obligado a seguir las calificaciones de todas maneras, ¿por quíé no?
Los bancos no manejaron estos títulos de valor en una manera transparente, sino que los transaron en el oscuro “sector de la banca a la sombraâ€, en un intento por reducir el riesgo. Los reguladores bancarios más inteligentes del mundo industrializado se reunieron durante seis años para producir los acuerdos de Basilea acerca de los requisitos de capital para los bancos. Estos requisitos encarecieron los costos de los bancos de mantener activos en sus hojas de balance—como los títulos de valor respaldados por hipotecas—pero hicieron muy rentable colocarlos en conductos poco transparentes o vehículos financiados con príéstamos a corto plazo en el mercado.
Así que aún cuando los más inteligentes y talentosos introducen regulaciones porque creen que estas beneficiarán a la humanidad, habrá consecuencias imprevistas. De hecho, las burocracias y las autoridades gubernamentales tambiíén tienen sus propias agendas y sus propios intereses, y algunas veces estos están por encima del bienestar social. Una razón por la cual los reguladores financieros no se dieron cuenta de lo que estaba pasando es porque estaban involucrados en una batalla territorial. Un ex funcionario de la SEC admitió que su agencia fracasó en desarrollar mercados abiertos para títulos de valor respaldados por hipotecas porque estaba “distraídoâ€. El objeto de su tiempo y sus recursos: conseguir poder de otras agencias gubernamentales al empezar a regular a los fondos de cobertura e introducir nuevas formas de supervisar a los fondos mutuales.
Debemos mirar a la regulación desde otro punto de vista. El mundo es un lugar complejo y muchas veces el progreso toma lugar mediante un proceso de prueba y error. Introducir un estándar significa limitar a todos al conocimiento actual de los burócratas y prevenir que los individuos y los negocios se adapten a la nueva información conforme esta sea descubierta. Esto no puede evitarse en cada instancia, pero es importante siempre evaluarlo de manera crítica y mantener las partes no reguladas de la economía libres de regulación para que no estemos colocando todos nuestros huevos en una canasta.
Los fondos de cobertura no regulados todavía estaban en pie y fueron los que le dieron liquidez a la economía cuando las demás instituciones financieras colapsaron en septiembre del año pasado, en parte porque no estaban sujetos a los mismos requisitos de capital que otros sectores. Si los intentos por regularlos tienen íéxito, les daríamos a todos los actores financieros el mismo talón de Aquiles. Puede ser improbable que este resulte ser el mismo talón que sea golpeado la próxima vez, pero si lo es, todos colapsarán al mismo tiempo.
No espere mucho de las nuevas regulaciones. La crisis de mañana es muchas veces el resultado de la solución a la última crisis.