Por... Beatriz de Majo
En 2015, la cifra de ciudadanos ricos en China pudiera ser tan abultada como toda la población de Ecuador de hoy. El país asiático se ubicará, para entonces, en el cuarto lugar, detrás de Estados Unidos, Japón y Gran Bretaña en cuanto al número de familias dotadas de holgura económica, es decir, de prosperidad.
Un reciente estudio de la consultora McKinsey and Co. ha cuantificado el fenómeno del acelerado crecimiento del mercado de productos y servicios destinado a este segmento de mercado de manera de servirles de apoyo a las empresas que, desde estas fechas, se preparan ya para surtir a este colosal universo de sofisticados consumidores.
Para McKinsey, un hogar próspero urbano en China es aquel que puede exhibir un ingreso anual de al menos 250.000 reinmibi (yuanes). En el momento actual, son 1,6 millones los grupos familiares chinos que entran dentro de esta clasificación, pero este número se va exponenciando a una velocidad vertiginosa.
Más de la mitad de los consumidores considerados ricos que, hoy por hoy, compran artículos de lujo, apenas comenzaron a hacerlo hace 4 años. Su aproximación a la adquisición de este tipo de bienes es diferente de la de Occidente ya que, por ejemplo, una porción significativa de los ricos chinos (80%) no ha llegado aún a los 45 años de edad. Su apego, entonces, por las grandes marcas reconocidas como prestigiosas en el mundo no es la misma que la que se percibe en New York o París y su formación y tradición los hace inclinarse más hacia los artículos utilitarios que a los meramente lujosos.
Juzgar a ese consumidor con los parámetros emocionales de otras latitudes, donde el buen gusto, por ejemplo, forma parte de la decisión de compra en los segmentos económicos más altos pudiera ser un terrible error de mercadeo. Pero, igualmente, entender por quíé, cómo y dónde compran, tiene clarísimas las implicaciones estratíégicas en el terreno comercial.
El reto para los proveedores internos y externos de la sociedad china crecientemente consumista, no es solo el de adaptarse a los cambios que esta movilidad económico-social implica, sino hacerlo a la velocidad que conviene y en los sitios más impactados por esta vorágine consumista. El estudio de McKinsey vaticina, por ejemplo, que para 2015, la mayor parte de las ciudades de segundo nivel serán comparables a las dos grandes urbes de Shanghai y Beijing en tíérminos de consumidores con presupuestos holgados.
Este perfil único que se evidencia al observar el comportamiento del consumidor chino de altos ingresos ha sido bien estudiado y entendido ya por marcas como Ermenegildo Segna, Lancí¶me y los fabricantes de relojes Longines y Omega, los que han adecuado el "marketing" de sus productos para convertir al país asiático en su primer mercado de destino. Estamos hablando de 4 millones de hogares con capacidad de demandar artículos de "alta gama", como se llaman en el argot del lujo, en apenas 5 años.
Es para pensarlo dos veces.