Por... VICENTE L. PANETTA
Suena absurdo, pero este país, que siempre hizo alarde de tener más vacas que personas, podría verse obligada a importar carne en los próximos meses como consecuencia de una política oficial que, en su afán por hacer bajar los precios en el mercado local, desalentaría la producción vacuna.
El gobierno apela a impuestos, restricciones a las importaciones y control de precios para garantizar que la ciudadanía tiene acceso a la carne. El beneficio de los ganaderos, sin embargo, es ínfimo y muchos están dedicándose a otras cosas e incluso matando a las hembras, que son la "fábrica" de la carne.
Sin hembras, se interrumpe el ciclo reproductivo.
En los últimos tres años la agricultura ganó 13 millones de hectáreas a expensas de la ganadería, utilizadas mayormente en la producción de soja.
De todos modos, en los primeros ocho meses de 2009 la industria frigorífica faenó casi 11 millones de cabezas, dijo un informe de la Cámara de la Industria de Comercios de Carnes y Derivados de la República Argentina (CICCRA).
Se trata del nivel de actividad más elevado para ese período en las dos últimas díécadas.
"Esa sería una muy buena noticia si no fuese porque la participación de las hembras en esa faena fue casi el 50%", destacó CICCRA.
Y por si esto fuera poco, casi la tercera parte del campo enfrenta una de las peores sequías en 70 años.
"A este paso vamos a terminar importando carne de los países vecinos", dijo a la AP el presidente de la Asociación de Productores de Carne Bovina Argentina, Angel Girardi. "Y esa carne será más cara y de menor calidad".
Amantes de los jugosos bifes y de la carne asada, a los argentinos se les avecina un panorama poco alentador: o moderan su consumo o habría que importarla.
La Cámara de la Industria de la Carne se inclinó en su último informe por la primera hipótesis al vaticinar que no se llegará a la importación.
Según esa fuente, cuando se alcance un nivel insuficiente de producción de carne, los precios aumentarían en forma significativa y ello obligaría a muchos a moderar su consumo o volcarse a productos sustitutos.
El gobierno dice que el único objetivo de sus medidas es hacer que la carne estíé mas al alcance del consumidor local. Ningún funcionario del gobierno aceptó hablar con la AP para este reportaje.
Los argentinos son en general reacios a reemplazar la carne vacuna por el pollo, cerdo o conejo. Y mucho menos aceptar las recetas vegetarianas.
Cualquier parrillada, como se denomina al rito de asar los trozos de res, tiene que tener carne, cuyo corte más apetitoso nace de las costillas.
Entre enero y agosto de 2009 los argentinos se devoraron 73,9 kilos por persona, el guarismo más elevado para el período de los últimos 15 años, dijo CICCRA.
"En mi casa casi todos los días se come carne", dijo María Gremone, una viuda italiana de 77 años que vive con uno de sus dos hijos en el barrio de Floresta. "Y todos los domingos yo misma hago carne asada para mis hijos, amigos y nietos que vienen a visitarme".
Con 55,3 millones de cabezas, los bovinos son más que los 41 millones de personas que habitan la Argentina.
El consultor Víctor Tonelli estimó que el año próximo Argentina tendrá ocho millones de cabezas menos que en 2007, un año despuíés de que el entonces presidente Níéstor Kirchner cerrara las exportaciones para frenar el aumento de los precios al consumidor.
La caía del stock ganadero hace suponer que en 2010 faltarán cerca de 3.000.000 de terneros con lo cual habría alrededor de 600.000 toneladas menos de carne, una cifra semejante a las exportaciones estimadas para este año.
Hugo Biolcati, titular de la Sociedad Rural Argentina, que nuclea a los propietarios de tierras, advirtió que la escasez de carne se empezará a notar en 2010 "pero en 2011 será peor y será imposible frenar la importación".
Si Argentina se ve obligada a importar carne, resignaría la venta al extranjero de unas 4.350.000 toneladas de cortes vacunos, negocio que en 2008 representó ingresos por 1.500 millones de dólares, según datos del sector privado.
El hecho de que hasta ahora no falte carne, además de la matanza de hembras, tambiíén se debe a la fuerte actividad en los feedlots (sistema de engorde de ganado a corral), que en agosto y septiembre pasado entregaron unas 600.000 cabezas mensuales al mercado.
Además de la falta de estímulos, los ganaderos se quejan de medidas oficiales que consideran negativas para el sector y que afectarían a las exportaciones.
El campo y el gobierno mantienen tensas relaciones por la política agropecuaria en general y por los gravámenes a la exportación de granos en particular.
Ese conflicto sacudió al país durante 2008, cuando uno de los tantos paros amenazó la provisión de alimentos y asestó un duro golpe a la gestión de la presidenta Cristina Fernández.
A fines de 2005, el ex presidente Níéstor Kirchner, esposo de la actual mandataria, dispuso una suba en las retenciones a las exportaciones de carne a una tasa neta del 15% sobre las ventas.
Hasta entonces, las retenciones o impuestos a la exportación de carne vacuna eran del 5% pero con un reembolso del 5%, es decir que terminaban siendo neutras.
Las exportaciones, además del tema impositivo, tienen otras limitaciones como cupos o trámites burocráticos que entorpecerían la venta.
Los frigoríficos, por ejemplo, tienen que tener un encaje del 60% de lo que se faena, es decir carne destinada al consumo interno.
"El gobierno tiene que abrir las exportaciones y no a cuentagotas", dijo Juan Carlos Tolosa, presidente la Cooperativa Yaguaríé, uno de los 700 frigoríficos del país. "Nosotros matamos 3.500 animales por semana y hace unos años 5.000".
"Por lo tanto, es probable que en 2010 se tenga que importar carne", agregó Tolosa en ese frigorífico ubicado en un barrio humilde de la ciudad de Bella Vista, a 38 kilómetros al sudeste de la capital argentina.
Mientras Tolosa hablaba con AP y lejos de la placidez de los campos, decenas de vacas recibían un baño de agua fría para evitar la contaminación de su cuero y reducirles el estríés.
Limpios y acariciados por una llovizna victoriosa en su pulseada con las nubes, los animales eran luego obligados desfilar por un corral que desemboca en el "matadero".
Algunos se resistían a entrar, tal vez intuyendo su destino.
"Son animales sensibles a los sobresaltos, que los estresan y causan miedo", dijo el medico veterinario del lugar, Angel Vivaldelli.
Temerosos y sin prisa, los animales fueron entrando al "matadero" y los más remisos recibieron un abrazo del sol, que apareció por sorpresa.
De inmediato, un martillo neumático cayó sobre sus cabezas y se fueron desplomando.
Días despuíés, serían los reyes de una parrillada.