El gato y la brujería
La historia de la brujería en el País Vasco relata un sin número de aníécdotas sobre la transformación de las brujas y brujos en animales. Todas son de índole similar. En una de estas historias la protagonista, cansada de que un gato se bebiese la leche reciíén ordeñada todas las noches, esperó al animal y consiguió en su persecución herirle en una pata. Al sentirse herido el animal gritó como un ser humano. Al día siguiente una pobre vieja, considerada como bruja, amaneció herida en una pierna.
El gato aparecía ligado al paganismo de la Edad Media a travíés del culto de la diosa Greya, diosa del amor y de la curación según la mitología nórdica. Esta diosa guardaba en su jardín las manzanas con las que se alimentaban los dioses del walhalla y en su iconografía aparecen dos gatos tirando del carro de la diosa y, como dicen algunos escritores, una tergiversación de origen mítico es la de "confundir al animal que acompaña a un numen o divinidad con la divinidad misma". Por ello, el gato se convirtió en cabeza de turco de las "purificaciones" de la Iglesia.
La Iglesia alentó de tal forma la persecución de los gatos que llegó a convertirse en espectáculo la quema de estos pobres animalitos en las hogueras de la noche de San Juan.
El aniquilamiento de los gatos fue de tal magnitud que cuando la peste negra azotó Europa en el siglo XIV, causando más de veinticinco millones de muerto, apenas sí quedaban ejemplares para luchar contra las ratas, principales propagadores de la enfermedad. Y al parecer, la plaga fue tan devastadora debido al exterminio de los gatos.
En el año 1400, la especie estuvo a punto de extinguirse en Europa. Su existencia se reivindica a partir del siglo XVII debido a su habilidad para la caza de ratas, causantes de tan temibles y desoladoras plagas. A partir del siglo XVIII el gato vuelve a conquistar parte de su antiguo prestigio, y no sólo se utiliza como cazador de roedores e insectos, sino que su belleza lo hace protagonista de cuadros, muy especialmente de los de la escuela inglesa, y de motivos escultóricos.
La dualidad del gato como símbolo de la divinidad y de la representación demoníaca, dio lugar a que en las supersticiones relacionadas con íél se le considere representante de la mala o la buena suerte, según la circunstancia o lugar en que naciesen.