Por... Rodrigo Botero Montoya
Brasil inicia la segunda díécada del siglo como una potencia emergente, no sólo a escala hemisfíérica. El presidente Lula termina su gobierno con una alta popularidad. Sobreponiendo el respeto a las instituciones a la ambición personal, rechazó una eventual reforma constitucional para permitirle seguir en el poder, como proponían algunos de sus partidarios.
Atrás ha quedado el subdesarrollo endíémico que dio lugar a la expresión de que Brasil era el país del futuro y seguiría siíéndolo.
La economía brasilera se ubica entre las mayores del mundo. Sí¢o Paulo se ha convertido en un vigoroso centro industrial y financiero. El sector empresarial cuenta con multinacionales de clase mundial. Brasil ha pasado de ser un país deudor a un país acreedor.
Los impresionantes indicios de dinamismo y de madurez actuales inducen a perder de vista cuán reciente es este halagador panorama. En un pasado reciente, Brasil fue víctima del autoritarismo, el desorden fiscal, el caos monetario y el atraso social.
Entre 1964 y 1985, estuvo gobernado por dictaduras militares. Entre 1942 y 1994, el país tuvo ocho monedas diferentes, tres de ellas (Cruzeiro, Cruzado y Cruzado Novo) entre 1985 y 1990. En 1988, el gobierno suspendió el servicio de la deuda externa. Entre 1990 y 1995, el ritmo promedio de inflación anual fue de 764%.
La discontinuidad entre ese estado de cosas y la actual trayectoria ascendente se remonta al año 1994, cuando el gobierno de Itamar Franco implementó el programa de estabilización económica, conocido como Plano Real, que puso fin a una hiperinflación que registraba alzas en el índice de precios de 43% mensual.
El programa fue diseñado y puesto en ejecución durante la gestión de Fernando Henrique Cardoso como ministro de Hacienda, por un destacado grupo de economistas que incluye a Edmar Bacha, Persio Arida, Gustavo Franco, Arminio Fraga y Pedro Malán, entre otros.
El íéxito del programa le permitió a Cardoso ganar las elecciones presidenciales de octubre de 1994.
Con motivo de cumplirse quince años de la adopción del Real, Gustavo Franco hacía la siguiente reminiscencia: 'En realidad, nuestro ríécord histórico en esta materia es nada menos que trágico: ¿quíé otro país ha tenido ocho patrones monetarios en 60 años? Es desconcertante y humillante recordar la cantidad de ceros que suprimimos a lo largo de esas mudanzas, como quien se deshace de ropa usada. Eso sin mencionar las congelaciones, confiscaciones y maldades que acompañaron a varias de esas reformas monetarias'.
Señala que, a partir de una inflación anual de 7.300% en el primer semestre de 1994, Brasil terminó el año 1998 con un aumento del índice de precios de 1.7%. Comenta que, en el segundo semestre de 1993, habría sido posible comprar todas las empresas registradas en la Bolsa de Valores de Sí¢o Paulo, con US$ 80.000 millones.
Al cumplirse el decimoquinto aniversario del Real, en julio de 2009, se requeriría un billón de dólares para efectuar una adquisición comparable. 'La creación de riqueza en estos quince años tiene que ver con nuevas y mejores percepciones sobre el crecimiento futuro del PIB. í‰sta es tal vez la mayor conquista del Real'.
Franco atribuye la monumental creación de riqueza que ha tenido lugar a lo que íél denomina la reconquista del futuro: 'í‰ste es un efecto bien palpable de la estabilización, que se suma a los efectos sobre los flujos pertinentes a la distribución del ingreso. Todos entendieron la forma en que la inflación funciona como un impuesto que incide principalmente sobre los pobres. En consecuencia, despuíés de mucha resistencia, los dirigentes políticos descubrieron que la estabilidad de precios es popular'.