El agua, la gasolina, las tarjetas telefónicas o los taxis registran una inflación ríécord desde hace una semana en Puerto Príncipe, cuando el sismo fue para algunos la oportunidad de hacer buenos negocios gracias a la escasez reinante y a la presencia de extranjeros.
Negocio redondo
Desde el 12 de enero, cuando la capital haitiana quedó devastada por un violento terremoto, en la ciudad falta lo más elemental. Quien pudo almacenar algunos bienes de primera necesidad, se hizo rico en pocos días.
"Tenía varios bidones de gasolina en casa para una fábrica de mi propiedad y los he ido vendiendo poco a poco. A 400 'gourdes' haitianos el galón. Y no negocio", afirma Ludovic, mientras el combustible propuesto desaparece en pocos minutos.
Antes del sismo, el galón de gasolina costaba 200 gourdes, es decir unos $5. Con la apertura paulatina de las gasolineras, los vendedores ambulantes desaparecen, pero incluso en los puntos de venta oficiales, el precio ha subido un 20 por ciento de una semana para otra.
"Si queremos trabajar, hay que pagar más por la gasolina. Al mismo tiempo tambiíén ganaremos más al trabajar con los extranjeros que están en la ciudad. Es una cadena", afirma Leonard, un taxista que aguarda pacientemente su turno en una de las pocas estaciones de servicio abiertas en la capital haitiana.
En los puestos ambulantes de venta de agua y refrescos, los precios aumentaron más de 100 por ciento. La bolsita de un galón de agua potable que costaba 1 gourde, ahora vale 3 y el refresco que costaba 10, ahora se paga a 20.
Las tarjetas telefónicas, pese al precio marcado, acaban costando el doble, al igual de los cigarrillos y el alcohol.
Roban y luego revenden
"Con seguridad los han robado de cualquier supermercado semidestruído y ganan dinero revendiíéndolos a este precio y ni siquiera están fríos", se lamenta Corinne, que se aleja rápidamente del carrito que transporta las bebidas, cuando le dicen los precios.
La misma situación se repite en los hoteles de la ciudad, invadidos por decenas de periodistas del mundo entero y donde ya no se habla en gourdes sino en dólares. "El martes, las habitaciones costaban $70, el miíércoles $200", explica la gerente de un hotel de Puerto Príncipe, que no da su nombre.
"No robamos, ofrecemos un servicio cuando no hay servicios en la ciudad e intentamos dar a los periodistas, que son nuestros únicos clientes ahora, agua, electricidad e internet y eso tiene un precio", agrega.
En una ciudad en la que todos los restaurantes y el 90 por ciento de los supermercados están destruidos o cerrados, comer correctamente al menos una vez al día es un lujo que tambiíén se paga caro.
Un plato de pasta con tomate a $11 o unos huevos revueltos a $13, precios comparables a los de Madrid o Roma, están a la orden del día en Puerto Príncipe esta semana, capital del país más pobre de la región.
"La gente no tiene prácticamente quíé comer en la calle. La ayuda humanitaria no llega. Conseguir esta comida cuesta mucho dinero y tiempo", se justifica Maurice, responsable del comedor de un hotel de la capital.
La subida brutal de los precios llega tambiíén a los taxis, que se alquilan hasta por $300 al día, con conductor incluido y depósito de gasolina lleno.
El mismo servicio, en moto, cuesta $100, es decir casi 4 mil gourdes, en un país donde el salario medio de un obrero es de 150 gurdes al día.
"Estoy ganando mucho dinero pero esto no va a durar mucho tiempo. Dentro de unos días, el mundo se olvidará de Haití y hay que ahorrar porque prácticamente el país entero se quedó sin trabajo", explica Fríéderic Leny, conductor de taxi.