El dinero en efectivo recula. O dicho en otros tíérminos, la cartera de los españoles mengua, y lo hace de una forma desconocida desde que existen estadísticas. Los datos los acaba de publicar el Banco de España, y reflejan que el pasado mes de enero el dinero ‘físico’ en circulación –billetes y monedas- ascendía a 80.561 millones de euros, lejos de los 90.042 millones alcanzados en diciembre de 2006, año que marca un máximo histórico.
El retroceso supone que se han ‘esfumado’ del sistema económico 9.481 millones de euros, lo cual es coherente con el deterioro de la actividad. Al existir menos operaciones y transacciones comerciales, las necesidades de liquidez por parte de los agentes económicos –familias y empresas- tambiíén son menores, lo que ha obligado al Banco de España a poner a disposición del público menos cantidad de efectivo. De ese dinero en circulación, 77.085 millones se han distribuido en billetes y 3.476 millones en monedas, con una caída cualitativamente significativa en el caso de los billetes de 500 euros.
En la actualidad hay en circulación 108 millones de billetes de 500 euros, cinco millones menos de los que había hace 15 meses. El retroceso tiene que ver, lógicamente, con la menor demanda de este tipo de billetes, relacionados históricamente con la economía sumergida, fundamentalmente en el sector inmobiliario. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que el número de billetes de 500 euros quintuplica al de 200 euros, lo que explica las sospechas de que los billetes más grandes se utilizan en operaciones ilegales.
Tanto los billetes como las monedas componen el efectivo puesto en circulación por el Banco de España, y su volumen no tiene por quíé corresponder necesariamente con el dinero que se mueve en el país. Al pertenecer España a un área monetaria de carácter supranacional, el efectivo se mueve con total libertad por la zona euro. De acuerdo con lo que establece el eurosistema, el 8% del total de los billetes de euro en circulación se asigna mensualmente al Banco Central Europeo.
Dinero en efectivo y tarjetas de críédito
En el caso español, las cifras del efectivo en circulación son especialmente relevantes debido a que este país es uno de los más retrasados de la UE en cuanto a utilización de tarjetas de críédito, lo que probablemente tenga algo que ver con la enorme cantidad de dinero negro que circula por la economía. Mientras que en el Reino Unido o Francia el 43,3% y el 29,7%, respectivamente, de las compras de consumo se realizan con tarjetas de críédito, en España apenas se llega al 20%. Incluso bastante por debajo del 27,8% de Portugal, según datos de Servired. El pago mediante tarjetas de críédito alcanzó el año pasado los 120.774 millones de euros, lo que supone un descenso del 1,3%. Sin embargo, si se acumulan los resultados de los tres últimos años se estaría hablando de un retroceso del 12,4%, por encima de lo que ha bajado el PIB durante el periodo.
Lo que ha sucedido en los últimos años en la economía española tiene tintes históricos. El dinero en circulación siempre había aumentado en consonancia con el crecimiento de la actividad económica. Y así hace 30 años -en enero de 1980-, el efectivo puesto en manos del público para atender sus necesidades de liquidez ascendía a 6.676 millones de euros, 15 veces menos que actualmente, lo que da idea del aumento que ha experimentado la economía en las tres últimas díécadas. El retroceso es todavía más relevante si se tiene en cuenta que dentro del eurosistema el efectivo en manos dle público lejos de retroceder ha seguido subiendo pese a la crisis. En 2007, ascendía a 697.000 millones, por debajo de los 784.700 con que finalizó el año 2008, y tambiíén lejos de los 806.200 millones con que se ha cerrado el año pasado. España, en este punto, es una excepción.
El dinero en efectivo es relevante en tíérminos económicos porque forma parte de los agregados monetarios, lo que significa que si se reduce su cuantía tambiíén las presiones sobre la inflación son menores. De hecho, el M3, el agregado más representativo ya que incluye tanto el efectivo como los depósitos a la vista, crece en la eurozona a un ritmo inusualmente bajo, del 0,1%. Una tasa extraordinariamente reducida que ahuyenta el miedo a que la barra libre que sirve el BCE en su política monetaria estíé incubando una burbuja monetaria que tarde o temprano tendrá que estallar.