Por... MIKE DORNING
Nunca es fácil separar la política de las políticas económicas, y los últimos 18 meses han aumentado el grado de dificultad. Estados Unidos ha pasado por una crisis financiera histórica seguida por una elección histórica y una serie de apuestas federales históricas: desde el rescate de American International Group Inc. y General Motors Co. hasta la aprobación de un estímulo de $787,000 millones y una reforma del sistema de salud de $940,000 millones.
Todo ese riesgo ha hecho que las políticas económicas sean más complicadas y que la política sea más difícil.
Por un margen de casi 2 a 1, los estadounidenses creen que la economía ha empeorado y no mejorado en el último año, según el Sondeo Nacional de Bloomberg de marzo. Los mercados cuentan otra historia, informa la revista Bloomberg BusinessWeek del 19 de abril. Aunque el nivel de aprobación de la gestión del presidente Barack Obama ha caído a un mínimo del 44% --5 puntos desde finales de marzo según un sondeo de CBS News--, el juicio de los mercados se ha hecho positivo.
El índice Standard & Poor's 500 ha subido alrededor del 75 por ciento desde su mínimo de la recesión en marzo del 2009. Los bonos de empresa llevan un año subiendo. Los precios de las materias primas se han incrementado. Los mercados cambiarios internacionales han sido alcistas con respecto al dólar desde hace meses, elevándolo alrededor del 10 por ciento desde el 25 de noviembre contra una canasta de seis monedas principales. Los precios de la vivienda se han estabilizado. Y los tipos hipotecarios se encuentran en alrededor del 5%, en comparación con más del 8% en el 2000, según datos de Freddie Mac.
Aunque nadie puede afirmar que ya pasó todo o que el peligro está superado, la economía está creciendo de nuevo, y se expandió a un ritmo anualizado del 5.6 por ciento en el cuarto trimestre del 2009, porque las empresas finalmente reabastecieron sus existencias. El consenso es que este año el crecimiento será del 3 por ciento, mucho más que el pronóstico para el 2010 del 2.1 por ciento que los economistas encuestados por Bloomberg News esperaban cuando Obama llegó al poder en enero del 2009.
Vale la pena considerar cómo se logró esto, y si la estrategia del equipo de Obama equivale a medidas de emergencia exitosas o a una nueva filosofía económica: la Obamanomía.
En la mayor parte de los últimos veinte años, la estrategia económica reinante en los círculos demócratas ha sido la Rubinomía, tíérmino acuñado para describir una serie de prioridades establecidas en los años noventa por el secretario del Tesoro durante el mandato del ex presidente Bill Clinton, Robert E. Rubin, ex copresidente de Goldman Sachs Group Inc.
La Rubinomía era una estrategia de tres componentes: un gasto gubernamental limitado, menores díéficits de presupuesto y comercio abierto. El propósito era tranquilizar a los mercados financieros, que el capital siguiera fluyendo y encaminar al país hacia la prosperidad.
El gobierno ha acumulado un díéficit ríécord debido al estímulo fiscal de $787,000 millones adicional a los $700,000 millones del programa de ayuda para activos problemáticos TARP para bancos y firmas automovilísticas. Y el presidente ha fustigado a Wall Street, como cuando criticó a los banqueros en el programa de CBS 60 Minutes en diciembre.
Eso no ha evitado que los mercados suban. Martin Baily, presidente del Consejo de Asesores Económicos durante Bill Clinton, dijo que cree que Rubin y el resto del equipo económico de Clinton habrían tomado decisiones similares --sobre los rescates, el estímulo y el gasto deficitario-- si hubieran encarado una crisis de magnitud similar.
Y el equipo económico de Obama se parece al de Rubin. Tres de sus miembros más prominentes: el secretario del Tesoro Timothy Geithner, el presidente del Consejo Económico Nacional Lawrence Summers y el director de presupuesto de la Casa Blanca Peter Orszag, son protegidos de Rubin