Un libro con alma africana El reportaje es el gíénero estrella del periodismo. Y el reportero, el periodista en estado puro. Esta raza en extinción evita que su trasero se llague en las sillas de la redacción, recorre el planeta analizando los hechos y las personas, y despuíés se lo cuenta a sus lectores para que íéstos sientan el mundo igual de ancho pero mucho menos ajeno.
Kapuscinski es el rey de los reporteros. Y Ebano un reportaje de 340 páginas en el que nos invita a acompañarle por sus correrías africanas. El dice que se trata de un diario íntimo, un libro autobiográfico. Y debe ser así, porque en cada línea de texto queda muy claro que este escritor polaco lleva Africa en la sangre, en el corazón y en la memoria. Ebano evita los tópicos que atenazan a este continente, maltratado por la suerte y la historia, y describe su cara oculta, esa que ha sido dibujada por la violencia, el dolor, la derrota y las luchas por el poder.
El viaje comienza en los primeros años de la independencia, días de júbilo y esperanza. Y termina hace pocos meses, empañado por el brutal genocidio de los Grandes Lagos. Hemos estrenado un nuevo siglo, pero Africa sigue anclada en el pasado, en la derrota. Kapuscinski ha recorrido durante las últimas díécadas este escenario despiadado, y lo ha hecho evitando los caminos oficiales: nada de embajadas, palacios, conferencias de prensa o bailes de salón. Su descripción de los golpes de estado, de las despiadadas luchas por el poder y del genocidio de un millón de tútsis son simplemente perfectas. Nadie como íél para contarnos a quíé huele un pescado secándose al sol, cómo suena un tambor fúnebre, a quíé saben unas algas fermentadas. Son las vigorosas crónicas contemporáneas de un vagabundo plenamente consciente de que Africa es demasiado salvaje para no sangrar, demasiado grande para poder ser descrita: «En la realidad, y salvo por el nombre geográfico, no existe. Es un ocíéano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogíéneo y de una riqueza extraordinaria».
Este libro, ejemplo perfecto de cómo deben mezclarse información, filosofía e historia, debería entregarse a los alumnos de periodismo nada más traspasar el umbral de la facultad. Y es que el periodismo sin reportajes, y sin reporteros totales como Kapuscinski, sería menos sorprendente y mucho más triste y aburrido.
(Este texto no es mio)