El Discipulado
Es una etapa intermedia, y podríamos decir que abarca las primeras cuatro iniciaciones.
Un discípulo debe comprometerse a servir a la humanidad y colaborar en el plan de los Grandes Seres; comprende la vida o aspecto fuerza de la naturaleza y no le atrae la forma. Se reconoce como un centro de fuerza y tiene la respondabilidad de dirigir la energía que fluye a travíés de íél hacia los canales por los que pueda beneficiar a los demás.
Un discípulo tiene distintos objetivos, entre ellos:
Transferir su conciencia desde lo personal a lo impersonal
Pureza de vida en forma práctica
Liberarse de la preocupación
Cumplimiento de sus obligaciones y debida atención a las deudas kármicas
Trabajar en la construcción de un cuerpo físico que le sirva como mejor vehículo para la fuerza.
Debe aprender a permanecer silencioso ante el mal y el sufrimiento, y sin perder tiempo en quejas inútiles ponerse a trabajar para aligerar esa carga. Debe hablar sólo cuando sea necesario, dar estímulo y emplear la palabra con fines constructivos. Alcanza ese punto donde nada de lo que ocurre altera su calma interna, donde reconoce y experimenta la paz verdadera. Quienes persisten en su esfuerzo logran rápidamente su objetivo, y entonces todo cuanto aparece es para bien; tanto los íéxitos como los aparentes fracasos, los cuales están para ser transmutados y así poder dar un paso más.
A medida que el aspirante progresa se lo reconoce como una fuerza en el mundo, se lo aprecia como individuo y los hombres recurren a íél para ser ayudados. Puede dar esta ayuda mediante la escritura, la palabra hablada, la enseñanza, la música y el arte, llegando por estos medios al corazón de los hombres y convirtiíéndose así en auxiliar y servidor de su raza.
Bibliografía consultada: "Iniciación humana y solar" de Alice Bailey