"Que los políticos nos escuchen: manifestación del 16 de mayo en Neptuno, Madrid"
Los usuarios de elEconomista.es, ante la complicada situación que atraviesa la economía española, han propuesto espontáneamente a travíés de los comentarios publicados a raíz de una artículo de este periódico que haya una manifestación el 16 de mayo, en distintas ciudades españolas, contra la actual clase política del país, incapaz de dar soluciones no partidistas a sus problemas. Un usuario ha propuesto que la concentración en Madrid comience en la Plaza de Neptuno, mientras que otros reclaman "más economía y menos política". íšnase al grupo creado en la comunidad de elEconomista.es.
"Más economía y menos política, ¿tan díficil es? Que tenemos problemas económicos, que alguien haga algo. Con consenso de todos para que no haya problemas, pero pongamos una solución a esto". Así es como se expresa Pablo, uno de nuestros usuarios y en sus palabras se resume el sentir general de los más de 270 comentarios que ha generado el análisis publicado ayer por elEconomista.es/EcoDiario.es y que venía a incidir en la necesidad de una postura común en la clase política ante la gravedad de la situación económica por la que atraviesa el país.
"Tenemos que hacerles saber que YA ESTí BIEN. Los de un lado y los de otro", apunta otro de nuestros usuarios. Los comentarios que aparecen al pie de este artículo no tienen desperdicio: "Este país necesita despertar de esta pesadilla", se puede leer en uno de los últimos.
El inicio de la movilización
Todo comenzaba con un "Vamos a organizarnos para convocar las manifestaciones. Los sindicatos están comprados. Elijamos día y hora y pasemos a travíés de SMS y Facebook. Contra la clase política y el Status Quo. Queremos Cambio".
Tras esto los usuarios se han ido uniendo a la petición y han acordado que "el 16 de mayo es un excelente día para Manifestarse contra estos inútiles". De esta manera, la citada protesta tendría lugar el 16 de mayo en las principales plazas de España.
El íéxito del análisis publicado ayer en elEconomista.es/EcoDiario.es radica en el consenso: la actual clase dirigente política, anclada en el pasado, debe renovarse generacionalmente y permitir, al menos, el consenso político y ser capaces de aportar soluciones en aras de superar la difícil situación en la que se encuentra España. íšnase al grupo de Facebook
El análisis: ¿gran manifestación contra los políticos?
Las democracias modernas son "regímenes de opinión ", es decir, modelos políticos en que la superestructura política interreacciona con la ciudadanía de forma continua, aunque, como es natural, la legitimidad de los dirigentes proviene en exclusiva de los episodios electorales que tienen lugar periódicamente. Grave decadencia de los políticos españoles
En nuestro país, y en la grave recesión en que nos encontramos, se percibe sin embargo un estridente divorcio entre las preocupaciones colectivas y las cuestiones que desvelan a nuestros políticos.
La sociedad está seriamente preocupada por la evolución de una crisis económica que ya ha dejado en la cuneta a cerca de cinco millones de parados, que presenta unos horizontes poco esperanzadores y que puede arrasar definitivamente la bonanza que habíamos alcanzado antes del desastre.
Deterioro social
De hecho, parece que sólo los ciudadanos y no los políticos calibran la gravedad de ciertas previsiones: así por ejemplo, cuando el FMI asegura que no volveremos a crecer al 2% hasta 2016, hemos de interpretar que hasta entonces no se generará empleo neto, lo que, de confirmarse, sería terrible porque nos conduciría a un grado de deterioro social insoportable. A una verdadera quiebra de la convivencia.
Pero si íéste es el sentir de la mayoría consternada de españoles, es irritante comprobar que los políticos están en otra cosa: con independencia de que comprobemos día a día con indignación que una parte demasiado grande de la clase política se ha dedicado lisa y llanamente a enriquecerse fraudulentamente, aun aquellos de cuya integridad no se duda (que son obviamente la mayoría) se dedican a cuestiones marginales que, por interesantes que sean, no deberían plantearse en este momento o, al menos, no deberían saltar al centro de la escena (no hace falta decir de quíé estamos hablando: basta con seguir la actualidad para ver cómo la actualidad política está presidida por cuestiones marginales que enmascaran el tema central, la crisis económica).
Gestión de la crisis
Pero, además, no sólo la atención de los hombres/mujeres públicos está fuera de foco sino que la gestión de la crisis deja mucho que desear. El Gobierno, que lógicamente tiene la principal responsabilidad en el asunto, parece no tener prisa; la oposición descarta cualquier pacto de calado con el gobierno que pueda corresponsabilizarla de la crisis o disminuir un ápice las oportunidades de alternancia que la propia situación le brinda; los agentes sociales, burocratizados y escleróticos, vegetan entre deliberaciones bizantinas sin entender sus obligaciones perentorias con esos millones de desheredados que han sido excluidos del mercado laboral?.
La irritación, la desafección, la indignación de la ciudadanía es, pues, explicable, y aun es a veces difícil de entender cómo no se produce algún estallido, algún gesto reivindicativo (mañana, uno de mayo, pasará sin pena ni gloria una vez más, como si estuviíéramos amodorrados por una gran prosperidad).
Pero el deterioro de la gobernanza y de los mecanismos democráticos a manos de mediocres profesionales de la política requiere un puñetazo colectivo sobre la mesa, un "basta ya" resonante y audible.
Ya dijo Churchill que la democracia es el peor de los regímenes políticos a excepción de todos los demás. Nuestro modelo democrático no tiene alternativa. Pero sí hay que encontrar recambio a esta clase política mediocre que tan mal gestiona nuestro presente y nuestro futuro.
El círculo vicioso es evidente: no van a la política los mejores porque esta función, antes honorable y ambicionada por muchos, está desprestigiada, y la mala calidad de quienes hoy forman la clase política contribuye al desprestigio de la función. Pero hay que rebelarse contra esta especie de bíblica predestinación perniciosa: quizá convenga que la ciudadanía manifieste su ira y su cansancio públicamente, a voz en grito, para exigir una renovación profunda de la clase política. Que desaparezcan de escena, además de los corruptos, los incompetentes, y que den paso con más facilidad a las generaciones emergentes, que, incontaminadas, no hayan perdido todavía la ilusión.