Os daríé un ejemplo. Creíéis conocer las cuatro operaciones: suma, resta, multiplicación, y división. Pero en realidad no las conocíéis en tanto no sepáis que la suma en nosotros es el corazón. Sí, el corazón sólo sabe sumar, siempre añade y, a menudo, lo mezcla todo. El que resta es el intelecto. En cuanto a la multiplicación, es la actividad del alma, y la división la del espíritu. Considerad al hombre a lo largo de toda su existencia. Cuando es muy pequeño lo toca todo, lo coge y se lo lleva a su boca. La infancia es la edad del corazón, de la primera operación, la suma.
Cuando el niño se convierte en un adolescente y su intelecto empieza a manifestarse, rechaza todo lo que es inútil, perjudicial o desagradable: está restando. Más tarde, se lanza a la multiplicación, y entonces su vida se llena de mujeres, niños, casas, agencias, adquisiciones de todo tipo... Finalmente, envejece y piensa que pronto se va a ir al otro mundo; entonces hace su testamento, distribuyendo sus bienes entre unos y otros: divide.
Empezamos acumulando, a continuación despreciamos muchas cosas. Lo que es bueno debemos plantarlo para multiplicarlo. Aquíél que no sabe plantar los pensamientos y sentimientos, no conoce la verdadera multiplicación. Mientras que aquíél que sabe plantar, pronto ve como florece la cosecha, y a continuación puede dividi,r, distribuir los frutos recolectados. En la vida nos enfrentamos continuamente con las cuatro operaciones. Algo se debate en nuestro corazón que no conseguimos sustraer; o bien nuestro intelecto rechaza un verdadero amigo con el pretexto
de que no es sabio ni tiene una posición elevada. A veces multiplicamos lo que es malo y desperdiciamos lo que es bueno. Así pues, debemos comenzar por estudiar las cuatro operaciones dentro de la misma vida. Despuíés podremos abordar las potencias, las raíces cuadradas, los logaritmos... Pero actualmente tenemos que conformarnos con estudiar las cuatro primeras operaciones,
pues hasta ahora no hemos aprendido a sumar y a restar correctamente. A veces adicionamos con pillos rematados y otras veces sustraemos de nuestra cabeza un buen pensamiento, un ideal elevado, porque el primero que llega nos dice que con tales ideas, ciertamente, nos moriremos de hambre.
Todo lo que vemos a nuestro alrededor, todo lo que necesitamos para vivir, todo lo que hacemos tiene un sentido muy profundo. Incluso nuestros gestos cotidianos contienen grandes secretos, pero hay que saber descifrarlos. El Maestro Peter Deunov decía: «La naturaleza entretiene a los hombres vulgares, enseña a los discípulos, y sólo desvela sus secretos a los sabios». En la naturaleza todo tiene una forma, un contenido y un sentido. La forma es para la gente vulgar, el contenido para los discípulos y el sentido profundo para los sabios, para los Iniciados.
La naturaleza es el gran libro que hay que aprender a leer. Es la gran reserva cósmica con la que tenemos que estar en comunicación. ¿Cómo establecer esta conexión? Es muy simple: se trata del secreto del amor. Si amamos la naturaleza, no para nuestro placer o distracción, sino porque ella es el gran Libro escrito por Dios, brota en nuestro interior un manantial que limpia todas nuestras impurezas, liberando los canales que están obstruidos y provocando un cambio, gracias al cual a1canzaremos la comprensión, el conocimiento. Cuando viene el amor, los seres y las cosas se abren como flores. Por eso, si amamos la naturaleza, ella hablará en nosotros, porque tambiíén nosotros formamos parte de ella.
Jakob Boehme, un gran místico alemán, era zapatero... Sin duda había merecido este
privilegio en una encarnación anterior, pero un día fue iluminado súbitamente por una luz tan potente que le pareció insoportable: todos los objetos a su alrededor se habían vuelto luminosos.
Enloquecido, abandonó su casa y huyó al campo, pero en plena naturaleza fue todavía peor porque las piedras, los árboles, las flores, la hierba, todo era luz y ¡íél hablaba a travíés de esta luz!... Muchos clarividentes y místicos han pasado por la misma experiencia y saben que en la naturaleza todo está vivo y lleno de luz.
A medida que cambian nuestras ideas sobre la naturaleza, modificamos nuestro destino. Si pensamos que la naturaleza está muerta, disminuye la vida en nosotros; si pensamos que está viva, todo lo que contiene, piedras, plantas, animales, estrellas..., vivifica nuestro ser y aumenta la fuerza de nuestro espíritu.