Así mismo, llama la atención no poder observar al sol en un firmamento de tonos cambiantes, como sucede en el plano de vida de la tercera dimensión, sino que el firmamento está perpetuamente iluminado por un sedante fulgor que parece provenir de todas partes y que, en consecuencia, no se da la acostumbrada alternancia de noche y día, o de luz y tinieblas, según se interprete, tambiíén constituye una ventaja no tener que comer ni dormir, aunque algunos sigan haciíéndolo por móviles hedonistas.
En orden a reponer fuerzas, basta absorber por ósmosis una suerte de reconfortante vibración energíética, del íéter submaterial que interpenetra la atmósfera y el descanso se logra con un simple cambio de actividad.
El tiempo secuencial sigue arreglando el quehacer social en el mundo astral, pero se vive con una cómoda holgura o flexibilidad. El descubrir del tiempo en cámara lenta, del tiempo psicológico individual hace su transcurso más elástico y controlable.
La prisa y el estríés no se conocen y hay siempre ocasión para todo incluso de enfrascarse en empresas que en la Tierra consumirían años.
Las astronómicas extensiones de espacio no constituyen una barrera infranqueable en la realidad «post mortem», toda vez que para desplazarse de un lugar a otro no es necesario cruzar la distancia intermedia, gracias a una avanzada tecnología que permite tomar atajos interdimensionales, no hay mas que visualizar un determinado enclave geográfico, para llegar de inmediato al punto de destino.
Los objetos materiales están ahí perpetuamente a salvo del envejecimiento y del deterioro, aunque se disuelven en el aire cuando ya no son necesarios.
El polvo y la suciedad no se acumulan con el paso del tiempo, por lo que no hay que molestarse en limpiar, ni mantener los hogares e instalaciones, cada uno de los habitantes en los diferentes planos de vida del astral pueden relacionarse con los personajes de su elección, que pueblan su misma mansión frecuencial o su mismo nivel.
En tal sentido, conviene advertir que las decenas de miles de millones de criaturas desencarnadas que cumplen su programa evolutivo en las circunvoluciones semi-materiales que envuelven nuestro planeta, se encuentran por motivos prácticos y funcionales fíérreamente segregadas por unidades, en base al grado de consciencia que se manifiesta en sus actitudes y sistemas de valores.
Aquí no hay mezclas raciales compartiendo Ghetos, los desencarnados evitando conflictivas mezclas íétnicas. Aún así, adoptando determinadas precauciones para protegerse de las vibraciones negativas, es factible visitar confines de auxilio y ayuda en franjas astrales inferiores, sin embargo, a las de mayor jerarquía vibratoria solo se puede acceder mediante un prolongado y meritorio proceso de evolución personal.
De este modo, tras los emotivos reencuentros con allegados, con los que se mantuvieron vínculos de estrecha afinidad, se suelen reanudar entrañables relaciones de empatia entre padres, hermanos, amigos predilectos, amantes y viejos conocidos que residen en el mismo plano astral de vida.
Las relaciones, como sucedió mientras estaban encarnados, se desarrollan gracias al intercambio de visitas a los respectivos lugares, igualmente cabe hacer nuevas amistades en este plano astral y desde luego, la vida es bastante diferente en el sentido de que no existen las emociones, ni las pasiones, como se manejan en el plano de la tercera dimensión.
Como sería de esperar en un ambiente como el que estamos describiendo, todo obedece a un propósito constructivo. Así pues, en este contexto teológico no podía faltar el trabajo, un esfuerzo que perseguiría la ascensión individual y buscar soluciones conjuntas a los problemas del conjunto.
En los reinos suprafísicos, en donde las necesidades básicas de los seres humanos están cubiertas, la actividad laboral en el sentido amplio adquiere características irreconocibles entre nosotros.
Simplificando en demasía, se podría afirmar que las tareas esenciales de las almas que se proponen avanzar asumiendo sus obligaciones, se reducen a ayudar y a aprender.
Tras la disolución de sus vehículos somáticos, un inmenso hormiguero de espíritus dinámicos que han apostado por no estancarse, se afanan por echar una mano desinteresada allá donde haga falta, amíén de investigar la misión del hombre en la Tierra y asimilar las lecciones que procura la experiencia.
Queda todavía tiempo para acrecentar el conocimiento de uno mismo y de la estructura de la realidad que acabará transmutándose en sabiduría; motor del encubrimiento hacia estadios ontológicos cada vez más en consonancia con el ordenamiento jurídico natural vigente en el todo.