Uno puede creer literalmente lo que lee en los periódicos, oye en la radio, ve en la televisión y lo que exponen los grupos mediáticos; es un modo seguro, garantizado, de estar en el mundo sin que aparezcan sombras, enigmas o motivo alguno de inquietud. Podemos llamar a este modo “Versión Disney†de la historia, en ella el universo cotidiano oscila regular y previsiblemente entre una pareja de valores claramente delimitados y cognoscibles: la Derecha y la Izquierda.
Podemos tambiíén cuestionar esta forma gregaria de hipnosis y acceder paulatinamente al conocimiento de una historia secreta, invisible, negada por “las más diversas autoridadesâ€, una historia que no coincide con los valores de la tribu y que rompe con numerosos tabúes. “En la democracia no existe nada similar a una clase dirigente. Los medios de comunicación son herramientas imprescindibles para mantener las libertades mediante la configuración de una opinión pública informada y responsableâ€. Ante una pantomima como esta, claro ejemplo de manipulación y desinformación, solamente cabe una sonrisa escíéptica o una crítica breve. Existe la clase dirigente. La democracia es escasa o nulamente democrática. Nuestro destino lo rige el gobierno oculto. Los grupos mediáticos persiguen una política de ocultación y distorsión de los acontecimientos de acuerdo con los intereses de sus gestores propietarios, en el mejor de los casos, en el peor, nos encontramos ante un programa acelerado y premeditado de embrutecimiento ante el cual el “panem et ciercenses†de la antigua Roma constituye una mera aníécdota.
La versión conspiratoria estándar mantiene la tesis de que existe algo así como un “plan global†que a travíés de las generaciones va siendo implementado en la historia mediante las actividades coordinadas de distintos personajes y organizaciones. Estas van insertando a sus miembros en las instituciones y tramas más diversas. Las sociedades secretas, las revoluciones, las guerras, las crisis económicas, entre otros muchos acontecimientos, formarían parte y daría testimonio de estas actividades. Francmasones, Jesuitas, Iluminati de Baviera, Rosacruces, Templarios o Thueleanos dan testimonio, a travíés de las circunstancias más plurales, de una presencia invisible y decisiva, sin la cual los acontecimientos permanecen opacos y desconectados de toda virtualidad explicativa. Sin olvidar los servicios secretos, los grupos económicos de presión o los representantes del crimen organizado y de las ciencias y las artes.
Hay muchos que ven en la paulatina constitución de un orden global planetario (el Nuevo Orden Mundial), una conspiración de los dirigentes del “gobierno ocultoâ€. Los políticos serían poco más que locutores o empleados de segunda fila. La independencia de las naciones, un obstáculo a superar, ya sea mediante guerras puntuales (la invasión de Irak) o crisis económicas diseñadas (Sudeste Asiático, Latinoamíérica), como a travíés de una retórica mundialista camuflada de todo tipo de patrañas pseudo humanitarias o ecológicas (derechos humanos, crecimiento sostenido, etc.). La caja de resonancia suelen ser las Naciones Unidas, un foro de burocracias estatales que se considera el máximo órgano de legitimación soberana de las políticas, de cara al populacho narcotizado por la televisión. En esta trama, el socialismo habría sido simplemente un instrumento destinado a consolidar una concentración de poder inigualable en manos de determinadas elites, debilitando y aniquilando a las clases medias y auspiciando el control policial y mental del rebaño futuro. La Comisión Trilateral (David Rockefeller…), el Club Bilderberg (Rockefeller, Kissinger…), o el Council of Foreign Relations (Kissinger, Brzezinski…), constituyen ejemplos de instituciones, algunas de ellas transnacionales, que operan como foros de encuentro y reclutamiento de las nuevas elites que preparan la etapa faraónica de sumisión planetaria en el siglo XXI.
A juzgar por los acontecimientos actuales, la construcción del Estado Mundial (parte visible del “gobierno ocultoâ€), New World Order (o Nuevo Orden Mundial) parece un proceso imparable.
En su reciente trabajo “Impacto de la globalización en los países en desarrolloâ€, Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatic, despuíés de hablar de los “nuevos amos del mundoâ€, matiza: “por cierto, no constituyen, como algunos imaginan, una especia de estado mayor clandestino que conspira en las sombras para controlar el mundo; se trata más bien de fuerzas que se mueven a su antojo gracias a la globalizaciónâ€. Asimismo, Susan George, en una entrevista concedida con motivo de la presentación en Barcelona de su novela “Informe Luganoâ€, a la pregunta de si lo que describe en ella no es acaso una conspiración planetaria, contesta: “No, no creo en las conspiraciones, sino en los intereses. He descrito que los amos del universo hacen lo que deben hacer dado quienes son, lo cual no es una conspiración.
Además de que no se aprecia ninguna incompatibilidad entre “conspiración†e “intereses†(¿se le ocurriría a alguien conspirar contra sus intereses?), de ambas declaraciones se desprende que los nuevos “amos del mundo†no serían seres cínicos y sin escrúpulos, sino más bien “instrumentos del determinismo ciego de las fuerzas del mercadoâ€. Actúan así porque no pueden actuar de otra manera; y dado que ellos, pese a estar en su cúpula, no inventaron el mercado, la historia debería juzgarlos más como víctimas que como verdugos (quizás los millones de víctimas reales y diarias de su conducta deberían de tenerlos en cuenta en sus oraciones).
Pero, vieja o nueva, con calificativos o sin ellos, la conspiración existe, y no podemos permitirnos la ingenuidad de pensar que lo que está ocurriendo en el mundo no obedece a ninguna planificación, sino que es una simple “explosión del desorden†y no parte sustancial del Nuevo Orden Mundial.
Para Ramonet y George el “senado virtual que gobierna el mundo†(sistemáticamente denunciado por Noam Chomsky) es tan sólo “una secuela del mercadoâ€, Según ellos no hay conspiración: “le monde va lui míªmeâ€.
Los “nuevos amos del mundo†se habrían encontrado entonces, sin proponíérselo con el mundo en sus manos.
Pero la verdad, por el contrario, es que en la cúpula rectora, astronómicamente rica, de ese gigantesco pulpo financiero que atenaza al mundo, el poder ya no está al servicio del beneficio económico, sino el beneficio económico al servicio del poder.
Contra lo que algunos creen, allí no hay lucha por el poder: ellos son “el poderâ€. En una economía mundial en la que, como nos dice Samir Amin, la rentabilidad del capital productivo cae estrepitosamente por el agotamiento de los mercados, el que esos amos de los mercados financieros se dediquen al acaparamiento sistemático de los activos productivos a lo largo y ancho del planeta, no tiene otro sentido que un acaparamiento global del poder. No buscan apoderarse sólo de la riqueza de los estados: buscan apoderarse de los estados.
Y ya lo están consiguiendo, como nos advierte Vivianne Forrester (“Una extraña dictaduraâ€): “todos los centros nerviosos de la sociedad están controlados por un ríégimen que delega en los políticos para llevar a cabo decisiones ya tomadas de antemano en lugares como la OCDE, el BM o el FMIâ€.
No estamos ya en la lógica del mercado, estamos en la lógica despiadada de los “grandes mercaderesâ€.
Estos no son juguetes del sistema; nosotros somos juguetes de su perverso sistema. Juegan con nuestros pensamientos y sentimientos más allá de lo puramente económico para llevarnos a un mundo totalitario, donde no haya el más mínimo resquicio para la libertad real.