Por... Rafael Nieto Loaiza
Lula sostuvo hace un par de días que Brasil es un "país serio y previsible y ahora será un país global". Se equivocó al hablar de futuro. Brasil ya es un país con peso específico más allá de Amíérica Latina y, como parte de los llamados BRIC (por sus siglas, Brasil, China, India y Rusia), está dentro de los nuevos actores relevantes del panorama mundial.
Pero si Lula no se equivocó al hablar de Brasil como nueva potencia, sí lo hizo al caracterizarla como "seria y previsible". Al menos hasta hoy, ha resultado más bien lo contrario. Tantos años volcado hacia sí mismo, cuando el gigante dormido despertó fue errático y confuso. Sentadas las bases por Cardoso, no por Lula, aunque a íél haya que reconocerle míéritos indiscutibles, el "país más grande del mundo", como gustan llamarse a sí mismos, ha jugado un papel discutible como nuevo líder global.
Tuvo un rol dudoso en la crisis hondureña, aún hoy impide el reingreso del gobierno de Lobo en la OEA y veta su asistencia a la Cumbre Iberoamericana, pero no tiene empacho en abrazarse con los hermanitos Castro horas despuíés de que moría un disidente cubano en las mazmorras del ríégimen, calificó a Chávez como "el mejor presidente de Venezuela en los últimos cien años", y nos dio palo sin misericordia por el convenio de cooperación militar con Estados Unidos para despuíés firmar uno propio.
Ahora Lula viene de visitar a Ahmadineyad. Anunció haber conseguido que Irán haga el proceso de enriquecimiento de uranio fuera de su país, una oferta planteada antes por los rusos y desechada por los ayatolás. A ojos occidentales, la propuesta de Lula sólo le permite ganar tiempo a su amigo persa. Brasil se abstendrá o votará en contra. De cualquier sanción contra Irán en el Consejo de Seguridad.
La relación afectuosa entre Lula y Ahmadineyad, sin embargo, no debería ser entendida sólo en clave de proyección internacional del liderazgo brasilero. Es posible entenderla tambiíén como parte de un esfuerzo encaminado a permitir que otros estados ingresen al club nuclear. En la bomba iraní, Brasil se estaría jugando su propio futuro como potencia atómica. En septiembre pasado Josíé Alencar, vicepresidente de Lula, declaró que Brasil debería tener derecho a las armas nucleares como "factor disuasivo" y como elemento que les daría mayor "respetabilidad" en el ámbito internacional. Y agregó que otras potencias regionales emergentes como Pakistán ganaron importancia internacional "justamente por tener una bomba atómica". Ya en 2007 el subsecretario de Asuntos Estratíégico del Ministerio de Defensa brasileño había hecho declaraciones parecidas.
Hay que decir que un vocero de Lula sostuvo que esas declaraciones eran "a título personal". Pero es más que dudoso que a ese nivel y con semejante tema, Vicepresidente y Subsecretario simplemente se salieran de línea. Como sea, despertaron el miedo de que puede perderse lo avanzado en el Tratado de Tlatelolco de 1967, cuando se hizo de Amíérica Latina una zona libre de armas nucleares. Ahora vienen los golpecitos en la espalda a Ahmadineyad. Quizás estíé equivocado y Brasil sí habla en serio. Peligrosamente en serio.
