El polvorín bajista que amenaza a los mercados
por P. Calvo
La bolsa, el petróleo, los bonos alemanes, el yen... Todos los 'cables' del universo financiero se han llenado de riesgos. Esta semana, sin embargo, la esperanza se ha mantenido.
No sólo el fútbol es un estado de ánimo. Los mercados financieros, por muchos números que posean, tambiíén se mueven por emociones. Por oleadas de optimismo y pesimismo. De euforia y pánico. De sentimientos que sobredimensionan lo bueno y lo malo en función de cómo anden de confianza los inversores. Y ahora no tienen mucha, razón que explica las caídas vistas en la bolsa, el petróleo, el euro y cuantos activos huelen a riesgo en las últimas semanas. Una reacción cuya contraparte reside en la búsqueda de refugios, como los bonos alemanes. Estas respuestas han llenado de riesgos todos los cables del mundo financiero, aunque el aguante mostrado esta semana por la renta variable y las materias primas abriga la esperanza.
La raíz de las tensiones reside en la crisis fiscal de Grecia y el temor a que otros países sufran males similares que, como consecuencia, arruinen la incipiente recuperación. Un susto que ha situado a los mercados sobre un polvorín bajista por segunda vez en dos años. La sombra del recuerdo de la quiebra de Lehman cada vez es más alargada sobre las cotizaciones.
¿Del logo de Nike... hacia la 'W'?
Lo acontecido desde abril ha resucitado una hipótesis que a comienzos de 2010 había quedado casi desterrada: el riesgo de que la recuperación adopte una forma de W. Es decir, que se imponga tras pasar por cuatro fases, correspondientes con el descenso inicial, una reacción provisional, una recaída y luego la salida definitiva.
Aunque este escenario imperaba en la mente de los expertos en un principio, la reacción alcista de las cotizaciones en 2009 y su ríéplica en la economía alimentaron otra opción: que la remontada se produjera en forma de V asimíétrica. Vamos, similar al logotipo de Nike, ya que tras una dura caída inicial se estaba asentando una progresiva reactivación sin recaída.
En esta segunda teoría, el retroceso comenzó en 2007 y alcanzó su mayor tensión con la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008. A continuación, primero en los mercados y luego en la economía real, emergió una remontada que condujo al alumbramiento de los brotes verdes. Este panorama sonaba a música celestial en el parquíé. Envalentonaba a los inversores, que regresaban con su dinero y retomaban el apetito por el riesgo.
Pero la crisis de Grecia ha desafinado la orquesta. Del mismo modo que las hipotecas subprime o basura fueron la mecha de una crisis financiera, los problemas de las arcas públicas helenas son sólo la punta del iceberg de un problema mayor: el trasvase de los problemas de endeudamiento del sector privado al público. Un contagio que por ahora ha afectado a otros países de la zona euro, como Portugal, España (anteayer Fitch le rebajó el rating a AA+ desde AAA) o Italia, pero cuya amenaza planea sobre varias de las principales economías, como Reino Unido o Estados Unidos.
Los problemas de las cuentas públicas traen consigo dos riesgos: el primero, una ralentización de la recuperación y el consiguiente peligro de que aparezca la deflación o caída general de los precios; y el segundo, otro revíés para el sector bancario por la elevada cantidad de deuda pública que posee. "El gran desafío es evitar el círculo vicioso. Eso significa, por ejemplo, que la crisis del sector público se convierta en una crisis bancaria", ha reconocido esta semana Ewald Nowotny, presidente del Banco de Austria y miembro del Banco Central Europeo (BCE).
Un entorno, por tanto, que contiene evidentes peligros y ha obligado a rehacer números. "El mercado ha reajustado sus expectativas en materia de crecimiento, y empieza a ser consciente de que ha podido ser demasiado optimista, sobreestimando la fortaleza de la recuperación", indican desde Banif. "Sigo pensando que los mercados, su mejora en precio y profundidad, es clave para la recuperación de la economía. Y para que el sector financiero reestructure su balance. Son, por otro lado, objetivos complementarios. Pero, de nuevo, hay que actuar con valentía en las medidas a tomar. Medidas extremas ante una situación que tambiíén lo es", advierte Josíé Luis Martínez, estratega en España de Citi.
¿Cuáles son esas decisiones? Por un lado, los líderes políticos deben acometer los ajustes presupuestarios precisos -ni más, ni menos- para atajar la sangría de los díéficits fiscales y la deuda pública. Por otro, los banqueros centrales deben mantener sus programas de suministro de liquidez para evitar nuevas tensiones crediticias y posponer las subidas de los tipos de interíés. Si los artificieros económicos y monetarios manejan bien los cables, el polvorín no tiene por quíé explotar.
Malo para los activos con riesgo
Por el momento, el semblante de la W ya se observa en los activos con riesgo. Como la bolsa. La evolución del español Ibex 35 sirve como ejemplo. Ahora se encuentra en plena recaída y camina sobre niveles peligrosos. El martes estuvo a punto de explotar. Llegó a caer hasta los 8.812 puntos, muy cerca del soporte clave de los 8.800 puntos. Lo mantuvo, y desde entonces ha sido capaz de remontar hasta los 9.425,5 puntos. Buena señal, aunque la bomba de esa referencia sigue muy cerca.
Una impresión similar muestran otros índices europeos y estadounidenses. Esa misma sesión, el norteamericano S&P 500 estuvo cerca de perder el soporte de los 1.040 puntos. Y lo mismo pasó con el crudo. Así, el barril WTI, de referencia en EEUU, defendió a duras penas los 69 dólares. Desde entonces, el primero se ha ido hasta los 1.100 puntos y el segundo, hasta los 75 dólares.
Junto a estos movimientos existen otras referencias que tambiíén delatan la complejidad del momento actual. Unas constatan el repliegue del carry trade, es decir, la estrategia que denota la presencia del apetito por el riesgo en los mercados. Se trata, por ejemplo, de la evolución de divisas como el yen japoníés y del dólar australiano.
La ecuación resulta sencilla: si hay miedo, la divisa nipona sube y la australiana baja; y al revíés. Esta semana, la primera ha llegado a apreciarse hasta las 108,8 unidades por euro, su cambio más alto desde 2001. Por el contrario, el dólar aussie, que hasta mediados de abril acumulaba una apreciación del 4 por ciento contra el dólar estadounidense, se ha depreciado un 9 por ciento en las cuatro últimas semanas.
Otros termómetros que ofrecen síntomas preocupantes son el Itraxx Crossover, que agrupa los seguros contra el impago (CDS) de 50 compañías europeas, y el libor en dólares a tres meses, que mide los intereses que hay que pagar para obtener financiación en EEUU por ese plazo. Ambos han repuntado en los últimos meses, una evolución perjudicial porque confirma el encarecimiento de la financiación para las empresas y los bancos.
Cuidado con los refugios
El castigo de los activos con riesgo ha sido el premio para los refugios buscados por los inversores, entre los que han sobresalido los bonos alemanes y estadounidenses. El dinero se ha cobijado en ellos, con el consiguiente descenso de los rendimientos, que bajan cuando el precio sube. La rentabilidad de los germanos ha caído al 2,57 por ciento, el nivel más reducido de siempre, frente al 3,15 por ciento de los norteamericanos, mínimo en un año. Los expertos, sin embargo, son cautos con respecto a ambos por la combinación de los reducidos rendimientos que ofrecen y los altos precios que los han llevado tan abajo.