Por... JANE WARDELL
Surgida de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial y el fin de la Guerra Fría, la Unión Europea estaba destinada a promover la paz y la prosperidad en la región. La crisis generada por el endeudamiento, no obstante, ha sacado a relucir profundas divisiones económicas y culturales en el bloque de 27 países, que probablemente jamás sean resueltas.
La decisión de crear una entidad con una divisa común y una misma tasa de interíés, pero permitiendo que cada nación controle su presupuesto y tenga su propia política fiscal, ha puesto al bloque en una encrucijada.
Una mayor integración política y económica, que eventualmente daría lugar a una economía única -de hecho, un gobierno central- podría rescatar al euro y muchos observadores dicen que este es el momento de poner en marcha ese proceso.
Pero el corazón no siempre le hace caso a la razón. Griegos, alemanes y países que no usan el euro, como Gran Bretaña, son muy celosos de su independencia, su lengua y sus costumbres, incluido el derecho a decidir cómo se usa el dinero de sus impuestos.
La crisis parece haber desnudado lo irrisorio de tratar de crear unos Estados Unidos de Europa. El acuerdo de los gobiernos de la UE que contempla un aporte de un billón de dólares en príéstamos y garantías para auxiliar a los países más endeudados es tan solo una solución temporal que busca evitar el pánico en el mercado de bonos.
La unión actual "fue un intento de unir países que no debían estar unidos", sostuvo el economista Stephen Lewis, de la firma londinense Monument Securities.
"El euro puede sobrevivir por un tiempo y pueden tratar de obligar a los países endeudados a aceptar los remedios sugeridos, pero a la larga seguramente habrá una explosión social en un ambiente de desesperanza", agregó.
Tomar decisiones no es fácil en la UE. Despuíés de todo, fueron necesarios 15 años para definir quíé constituye exactamente chocolate y ha habido grandes disputas en torno a cosas que van desde la carne hasta los pedidos de asilo.
La actual crisis es producto de la cautela que reina en el bloque. El Tratado de Maastricht que dio nacimiento a la unión monetaria del euro en 1993 no dispone el control del manejo de los impuestos en cada país miembro.
En su lugar, las naciones se comprometieron a respetar un Pacto de Estabilidad y Crecimiento, según el cual sus díéficits no podían exceder el 3% del producto nacional bruto. Quienes no cumplen con ese requisito, sin embargo, casi no sufren represalias. Grecia, que prendió la mecha de la actual crisis, tenía un díéficit muy por encima de su PNB y otras naciones están en la misma situación.
Una unión fiscal, en la que un gobierno central maneja los presupuestos y los impuestos, impediría que los países miembros contraigan grandes díéficits y haría que el dinero sea usado del mejor modo posible.
Un obstáculo grande es el hecho de que Europa es un tíérmino geográfico, no cultural. Hay enormes diferencias entre cada país, de costumbres y de lenguaje. La UE tiene 23 idiomas oficiales.
Muchos afirman que esas diferencias culturales están agravando la crisis económica. Europa del norte, acostumbrada a trabajar largas horas y a un fíérreo control del gasto, resiente tener que pagar los platos rotos por el derroche de los vecinos del sur, donde brilla el sol y todavía se duerme la siesta.
La división norte-sur abre la posibilidad de que no haya ni consolidación ni disolución del bloque, sino una división.
Hay quienes dicen que una nueva divisa dominada por Alemania sería más aceptable y estable. Ya se habla en muchos blogs de una moneda "neuro" para el norte y del "pseudo" para el sur.
Esta solución sería devastadora para las naciones del sur. Un estudio señala que el nivel de vida de sus habitantes bajaría entre un 30% y un 45%.
Otra opción sería marginar a Grecia de la UE y dejar que el bloque ponga la casa en orden.
Ya se han puesto en marcha reformas. El Consejo Europeo anunció que fijará castigos más severos para quienes contraen díéficits demasiado altos y Gran Bretaña, Italia y España tomaron medidas para reducir sus presupuestos.
Varios analistas dicen que la UE podría ignorar algunos requisitos para incorporar nuevos miembros. Gran Bretaña y Dinamarca negociaron acuerdos que les permiten sumarse al bloque sin adoptar el euro, en tanto que Suecia no es forzada a usar esa divisa porque no cumple con ciertos parámetros.
La crisis ha alentado el fervor nacionalista de los países, que tratan de tomar medidas que impidan una repetición de esta debacle.
Francia y Alemania, cofundadores del euro y líderes del norte, están enfrentadas en torno a la decisión de los alemanes de prohibir ciertas operaciones altamente especulativas y riesgosas.
El nuevo primer ministro británico David Cameron ha dicho que no esperará al visto bueno de la UE para fijar un impuesto a las transacciones bancarias. Se comentó que el primer ministro francíés Nicolas Sarkozy se enfureció tanto durante recientes conversaciones que golpeó la mesa con su puño y amenazó con abandonar el euro.
Lewis, el experto de Monument Securities, cree que todavía no pasó lo peor.
"Sospecho que habrá una crisis existencial de unos dos años", expresó. "Pero no creo que eso genere una disolución inmediata (del bloque). Eso podría tomar unos 10 años".