Michael R. Krí¤tke
Freitag
Los bancos y cajas de ahorros de la Península Ibíérica se tambalean preocupantemente. Un mayor endeudamiento de España no dejaría ni a las bolsas ni al euro indemnes.
Uno de cada cinco españoles está actualmente en el paro, más de cuatro millones de personas carecen de trabajo. El porcentaje de paro superará este año la marca del 20%. España tiene asimismo la mayor tasa de paro juvenil de toda la Unión Europea –oficialmente se admite que llegará al 40%–, por lo que se enfrenta a una catástrofe a largo plazo. De hecho, a los menores de 25 años sólo les depara un trabajo temporal con escasos derechos laborales o prácticas de trabajo no remuneradas.
A todo ello se suma una corrupción endíémica, que nada tiene que envidiar a la griega, un sector de la construcción sobredimensionado, una industria financiera díébil (pese a todos los que se han aprovechado de la crisis) [1] y un sector turístico que gimotea bajo la excesiva sobrecapacidad. Exacto: España no es Grecia. Su producción económica es más de cuatro veces mayor: un peso pesado en Europa. En comparación, Grecia es un enano. Pero justamente ahí reside el problema.
El foco del incendio no ha de buscarse en Grecia sino en España, según el premio Nobel de economía Paul Krugman. En 2007 Madrid aún tenía un superávit presupuestario del 1'9%. Mientras tanto, el díéficit oficial –esto es, la cuota anual de nuevo endeudamiento para la refinanciación del endeudamiento del Estado– era del 11'4 por ciento. Y eso bien tiene un nivel griego. La cuota de endeudamiento asciende hasta este momento a nada más y nada menos que algo más del 60% y el Estado español puede aún situar sus príéstamos sin problemas en los mercados financieros internacionales, aunque cada vez con mayor dificultad. Pero esto puede cambiar rápidamente. La deuda privada –con un 225%, más que el Reino Unido o los Estados Unidos– es un problema tan ciclópeo como la deuda pública. Y lo peor aún está por llegar, cuando en toda Europa, tambiíén en España, aumenten los intereses y millones de españoles ya no puedan satisfacer sus deudas hipotecarias. Hasta este momento la crisis laboral ha originado un torbellino de insolvencia privada. Los bancos y cajas de ahorros españolas se tambalean de manera preocupante.
El Gobierno del presidente Zapatero persigue ahora un severo plan de ahorro: se recortarán en los próximos años 50.000 millones de euros de la administración pública. Pero eso no alcanza. Como era de esperar, despuíés de Grecia y Portugal, tambiíén los españoles han sido castigados por las agencias de calificación: Standard & Poor's rebajó sustancialmente a finales de abril la calificación de los bonos del Gobierno español a diez años. Como Atenas, Madrid tambiíén presentó expedita y rápidamente una elevada factura en forma de crecientes primas de riesgo. En los últimos dos años el pinchazo de la burbuja inmobiliaria ha afectado a las cajas de ahorros y bancos regionales españoles, tradicionalmente los más importantes financiadores de hipotecas. Casi 30 de las 45 cajas de ahorros españolas buscan salvarse de la crisis mediante fusiones. Una de estas instituciones, Cajasur, ha sido intervenida tras el fracaso de las negociaciones de fusión y será administrada por el Banco de España, que junto con el Gobierno, apremia al sector a acelerar las fusiones. Eso supone la liquidación de los críéditos hipotecarios basura, que en España contrataron muchas personas. Si se llegase a una acción de rescate como íésa, llevaría al Estado español –siguiendo el patrón británico– al desembolso de varios miles de millones adicionales y nuevas medidas de austeridad. Ni la deuda pública y mucho menos el euro saldrían sin rasguños como consecuencia.
En una crisis de estas proporciones no puede ahorrarse nada, ninguno de los excesivos planes de austeridad modifican en nada los problemas estructurales de la eurozona: la crisis se convertirá en una larga y persistente depresión. Europa, el mayor rival del poderío económico estadounidense en el mundo, se dispone a recibir una soberana paliza en el siguiente round.
NOTA T.:
[1] Krisengewinnler, en el original. Juego de palabras con Kriegsgewinnler, palabra alemana que designa a quien obtiene sustanciosos beneficios de la guerra.