Por... Juan Josíé Hoyos
"Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que llevamos dentro". Guillermo Sánchez leyó la frase en una carta que Franz Kafka escribió a un amigo en 1903. Durante varios años, se había dedicado a desentrañar lo que para los estudiosos de Kafka era un enigma insoluble: el sentido y el orden de los capítulos de su última novela, que dejó en manos de su amigo Max Brod, sin título y aparentemente inacabada. Los capítulos estaban en sobres sin numerar. Había hojas sueltas y hasta legajos con decenas de páginas, que correspondían a capítulos sin numeración. Uno de sus biógrafos dijo: "Nada es aquí normal, nada es sencillo? El hallazgo siempre es el mismo. Tinieblas, allá donde se mire".
Despuíés de la muerte de Kafka, Max Brod publicó la novela en 1925 con el título de " El Proceso ". Incluyó los capítulos que estaban terminados, dejando para otra edición los capítulos a su juicio sin terminar, que recogió en un apíéndice. La solución de ese enredo parecía ser la clave para adentrarse en los secretos más profundos de Kafka, muchos de cuyos relatos son considerados enigmáticos, absurdos y sin sentido. Cuando leyó la frase de la carta, Guillermo se preguntó, como mirándose en un espejo: "¿Hacha?". Y pensó: "¿Dostoievski?". Una palabra relampagueó en su mente con la luminosidad de un aviso de neón: "¡Raskolnikov!"
Las vidas de los libros se parecen a las vidas de los autores. En vida, Kafka era un abogado y un escritor desconocido que en su obra ocultaba con discreción los pensamientos más sórdidos y oscuros para tender un velo sobre su intimidad y la de la gente más cercana: sus personajes. En una carta dirigida a Ottla, su hermana, en 1914, cuando decidió romper su compromiso matrimonial con Felice Bauer, dice: "Yo, Ottla, no escribo como hablo, ni hablo como pienso, ni pienso como debería pensar, y así de largo hasta la más profunda oscuridad... No enseñes esta carta a nadie, ni la dejes a la vista. Sería mejor que la rompieras en pedazos, y que despuíés los repartieras entre las gallinas del patio. No tengo secretos con las gallinas". A su amigo Max Brod le pidió que despuíés de su muerte quemara todos sus manuscritos.
Guillermo Sánchez leyó varias veces " Crimen y castigo " hasta lograr retener todos sus detalles. Despuíés, leyó una y otra vez la obra de Kafka, en orden cronológico, con la novela de Dostoievski a la mano para ir subrayando lazos y coincidencias. Tomó notas, subrayó párrafos, hizo cuadros, registró palabras y frases emparentadas, en suma aplicó a los libros de Kafka y al de Dostoyevski lo que había aprendido en su vida de lector infatigable y de matemático, el oficio en que se graduó en la Universidad. El resultado no pudo ser más asombroso: " Descripción de una Lucha "; " Preparativos de boda en el campo "; " La condena " y " La metamorfosis ", se inspiraban en " Crimen y castigo ". Kafka se la había pasado reescribiendo a su modo esta novela. Además, dejó huellas en las que se vislumbra que hizo de su vida un experimento en el cual utilizó personas de la vida real para representar escenas de " Crimen y castigo " que luego transformó en escenas de sus obras.
Según Guillermo, el mejor ejemplo es " Preparativos de boda de campo ". Kafka fue al campo, buscó una novia, la convenció de que iba a casarse con ella e hizo coincidir las fechas de compromiso y rompimiento con las del libro de Dostoyevski. En " El proceso ", construyó con bloques de " Crimen y castigo " un edificio soberbio de palabras, con la forma y solidez de una muralla, tras la cual intentó proteger su intimidad. La clave de " El proceso ", como dijo Tomás Eloy Martínez en su última novela, era "una fina urdimbre que le permitió a Kafka contar la ruptura de su compromiso con Felice Bauer usando personajes y situaciones que pasan tal cual de un libro a otro".
No estoy seguro de la suerte que habría corrido el libro de Guillermo Sánchez sobre Kafka si íél en vez de ser un matemático colombiano fuera un profesor universitario alemán dedicado a estudiar los manuscritos de Kafka. Posiblemente habría sido publicado por una de las más prestigiosas editoriales de Alemania y habría provocado una políémica de alcances internacionales. En cambio, ha tenido una historia kafkiana: ha aparecido en ediciones locales de corto tiraje, algunas financiadas por el propio autor. Han fracasado los intentos para que lo acepte una editorial de prestigio internacional. De la suerte del libro de Kafka si se hubiera publicado hoy, sí estoy seguro: en medio de los millones de libros que lanzan al mercado las grandes editoriales del mundo, " El proceso " sería un título más y habría tenido un tiraje moderado. Por fuera de un pequeño círculo de lectores, sería la novela inacabada de un escritor casi desconocido.