Astutos embusteros
No menos peligrosos y difíciles de detectar son los psicópatas: los criminales que son psicópatas engañan sin dificultad a los expertos. Al referirse al asesino en serie Ted Bundy, con quien Rule –ex agente de policía y autora de cinco libros sobre asesinos en serie– trabajó casualmente en una íépoca, explica: “Ted manipulaba las cosas de tal manera que uno nunca sabía si se estaba burlando o no (...). La personalidad antisocial siempre parece sincera, su fachada es absolutamente perfecta. Yo creía saber quíé era lo que debía observar en una persona como íél, pero cuando trabajíé con Ted no hubo ni una sola señal que lo traicionaseâ€. Muchos individuos psicópatas y mentirosos –criminales o no– no sienten culpa ni vergí¼enza en ningún aspecto de su vida. De ahí que sea tan difícil detectarlos. Los expertos no terminan de ponerse de acuerdo en cuanto a si la falta de dichos sentimientos se debe al modo en que fueron criados o a determinados factores biológicos. Sin embargo, hay consenso en que ni la culpa por mentir ni el temor a ser atrapados les llevarán a cometer errores en sus mentiras, algo que no puede aplicarse a la mayoría de las personas. Sucede, por ejemplo, que hay personas vulnerables a sentir culpa y vergí¼enza por engañar debido a su educación estricta, que les ha hecho creer que la mentira es un pecado terrible, de modo que cuando se ven obligados a hacerlo, incluso por algún motivo noble, se delatan fácilmente: “Tanto la culpa como el temor y el deleite pueden evidenciarse en la expresión facial, la voz, los movimientos del cuerpo, por más que el mentiroso se afane por ocultarlo. Aun cuando no exista una autodelación de carácter no verbal, el empeño por impedir que se produzca puede dar lugar a una pista sobre el embusteâ€, explica Paul Ekman. Aprender a detectar el engaño a partir de las palabras, la voz y el cuerpo es, sin embargo, una tarea mucho más complicada de lo que uno puede imaginar. No nos llamemos a engaño: incluso los expertos se equivocan, porque si existiese un signo seguro y decisivo de la mentira, seguramente la gente mentiría menos. Pero dicho signo no existe. Ekman se muestra rotundo en esto: “No hay ningún signo del engaño en sí, ningún ademán o gesto, expresión facial o torsión muscular que, en y por sí mismo, signifique que la persona está mintiendo. Solo hay indicios de que su preparación para mentir ha sido deficiente, así como indicios de que ciertas emociones no se corresponden con el curso general de lo que dice. Estos son las autodelaciones y las pistas sobre el embusteâ€. Son precisamente esos indicios los que el cazador de mentiras debe aprender a identificar, tarea nada fácil, porque son demasiadas las fuentes de información a las que se debe estar atento, desde el contenido del discurso hasta la inflexión de la voz, las expresiones faciales, los movimientos corporales, la respiración y un largo etcíétera.