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Autor Tema: Comprar es la mejor receta para las farmacíéuticas  (Leído 307 veces)

Eguzki

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Comprar es la mejor receta para las farmacíéuticas
« en: Octubre 25, 2010, 07:19:13 am »
El talonario de la industria farmacíéutica se mantiene en buena forma. Mientras el entorno económico se recupera y las grandes empresas vuelven a la carga de las compras, los laboratorios grandes y pequeños no han dejado de protagonizar operaciones corporativas ni siquiera en lo más oscuro del pozo de 2009. En dos años, este sector ha realizado en torno a 1.000 fusiones y adquisiciones de distinto calado en el mundo, según los datos recopilados por Thomson Reuters.

La última en poner el dinero sobre la mesa ha vuelto a ser la primera farmacíéutica del mundo, Pfizer. El laboratorio estadounidense conmovió el entorno económico en febrero de 2009 cuando, en plena crisis, pagó 68.000 millones de dólares (unos 46.100 millones de euros al cambio actual) por Wyeth. Hací­a muchos meses que los mercados ni esperaban ni veí­an una operación de ese calibre. La misma Pfizer comunicó el pasado 15 de octubre la compra de la compañí­a King Pharmaceuticals por 3.600 millones de dólares (2.585 millones de euros) y la semana pasada, se hací­a con el 40% de los laboratorios Teuto Brasileiro por 240 millones de dólares (173 millones de euros). En el aire, además, desde agosto, la opa hostil de 18.500 millones de dólares de Sanofi sobre Genzyme, cuyo consejo de dirección ha rechazado ya varias veces. El negocio de este sector es maduro y, hasta cierto punto, estable y la caja de estas empresas suele estar saneada. Salvo excepciones, no incurren en grandes financiaciones externas ni se endeudan en exceso.

Este proceso de compras de empresas es la receta mágica que esta industria lleva aplicándose desde 2000, desde la fusión de Glaxo Wellcome y SmithKline Beecham. La crisis estructural y una huida hacia adelante a travíés del talonario tiene menos que ver con los mercados financieros y la liquidez que en otros sectores. Más bien, se relaciona con la supervivencia de un negocio que está agotándose desde el punto de vista del pilar que le ha sustentado durante los últimos años, los fármacos superventas, y que necesita de una renovación profunda, muy difí­cil y muy lenta de llevar a cabo, sólo desde dentro de las propias empresas.

Siguiendo con el ejemplo de Pfizer, la primera farmacíéutica mundial ha ostentado el privilegio de haber descubierto y haber tenido en su cartera de producto el medicamento más vendido de la historia, el Lipitor, para el tratamiento del colesterol. Este fármaco registraba unas ventas anuales de más de 12.000 millones de dólares. En 2009, amenazado ya por distintos productos geníéricos y por otros medicamentos de marca para esta patologí­a, vendió pese a todo por valor de 11.434 millones de dólares. Un medicamento se considera blockbuster o superventas desde que supera los 1.000 millones de dólares anuales en ventas y es el objetivo de todo laboratorio que una de sus innovaciones supere este tope.

Sin embargo, Lipitor pierde definitivamente la patente que le protege de la competencia de los medicamentos geníéricos en 2012. A partir de ahí­, el precio de venta del producto baja considerablemente, hasta un 30% en un primer momento y más posteriormente, al entrar en juego las reglas de libre mercado. Por elegir otra muestra de una empresa diferente, Zocor, un medicamento de Merck Sharp & Dohme (MSD) tambiíén para el tratamiento del colesterol, facturaba en 2005 unos 4.380 millones de dólares (3.148 millones de euros). Al año siguiente perdió su patente y desde entonces, sus ventas han caí­do más de un 80%. En 2009, su facturación se redujo a los 558 millones de dólares.

Aunque sea el Lipitor el ejemplo elegido, este problema de las patentes afecta a la gran mayorí­a de las farmacíéuticas tradicionales. Según los expertos, hasta 2012 los laboratorios perderán más de 30.000 millones de dólares en ventas por la caducidad de estos derechos de propiedad. Más de 60 molíéculas pueden dejar atrás esta protección en todo el mundo, en distintas fases.

Esta píérdida y la entrada en juego de los medicamentos geníéricos es una de las razones que justifican las compras. Los productos a los que les caduca la patente no gozan de sustitutos inmediatos. La innovación farmacíéutica actual no es en absoluto tan fructí­fera como hace dos díécadas. Las enfermedades que acosan al grueso de la población están prácticamente cubiertas, con lo que es mucho más difí­cil encontrar un fármaco superventas. Ahora, la investigación ha de dirigirse a públicos más especí­ficos y más reducidos, a tratamientos más caros como los oncológicos y los cardiovasculares o las vacunas.

Sin embargo, estas limitaciones no abaratan ni acortan los procesos de investigación que siguen rondando los 1.000 millones de dólares y los ocho años de dedicación.

Por eso, las farmacíéuticas tienden a ojear a las pequeñas empresas, biotecnológicas en su gran mayorí­a, concentradas en algún proyecto que pueda reforzar su cartera de producto, o a compañí­as que complementen su oferta de fármacos, desde el punto de vista del lanzamiento incluso de su propia rama de geníéricos como ya ha hecho Sanofi Aventis, o refuercen su posición en mercados estratíégicos como Brasil, China o India.

En la última presentación de resultados de la compañí­a, el pasado mes de febrero, el consejero delegado de Roche, Severin Schwan, resumió en pocas palabras la realidad para su empresa y, sin quererlo, para el conjunto del mercado: "No síé por quíé se siguen llamando emergentes si para Roche ya han emergido", afirmó, haciendo referencia a que ya suponen el 25% de los ingresos de la compañí­a. Schwan aseguró que "la compañí­a está haciendo mucho esfuerzo en invertir en paí­ses como China y Brasil. Ya no sólo hacemos labor comercial o actividades de producción allí­, sino que estamos abriendo centros de investigación en estos paí­ses. Hemos cambiado nuestra polí­tica con respecto a estos paí­ses añadiendo más I+D". "Hay sitio para crecer más allá de EE UU", afirmó. En esta misma lí­nea se colocan compras como la de Pfizer a Teuto Brasileiro.

Redimensionar y pensar en el negocio

Las operaciones permiten a las empresas además acelerar un proceso de cambio interno tratando de proteger sus resultados al máximo. Permite recortar costes en plantillas de investigación y comercialización sobredimensionadas y en lí­neas de I+D no fructí­feras, apoyando el nuevo desarrollo en los productos comprados.

Son muchos los altos directivos que opinan, por ejemplo, que el perfil del comercial tradicional de productos farmacíéuticos, el visitador míédico en España, está agotado y que ha de ser superado por profesionales que gestionen lí­neas de productos en lugar de las carteras completas y que sean capaces de dirigirse a los varios agentes, responsables ahora de las decisiones de compra de los medicamentos, como son los gerentes de los hospitales, los jefes de área o los profesionales de enfermerí­a.

La industria española se mantiene en solitario
Si bien más de la mitad de las operaciones corporativas del sector farmacíéutico han estado protagonizadas por empresas estadounidenses, grandes compañí­as europeas como Glaxo SmithKline, Sanofi Aventis, Roche o Novartis se han atrevido a sacar la billetera para entrar en el mercado a comprar. Sanofi, de hecho, anda inmersa en un proceso de opa hostil sobre la biotecnológica Genzyme desde el verano, por la que ha ofrecido 18.500 millones de dólares. Roche es la menos interesada en grandes fusiones porque "impactan de un modo profundo en la empresa", pero siguen "interesados en compras de empresas de tamaño medio", tal y como afirmó su propio consejero delegado Severin Schwan en una entrevista a Cinco Dí­as en febrero.

En España, sin embargo sólo una empresa se ha atrevido a hacer frente a una gran compra. Grifols se lanzó a comprar Talecris por 2.800 millones de euros más otros 500 millones de deuda el pasado mes de junio. Fue una operación arriesgada porque suponí­a asumir más de 3.700 millones de euros de deuda y porque implicaba tomar el control de una empresa más grande que ella misma. Sin embargo, de este modo, la española se posiciona como tercer grupo mundial de un segmento muy especí­fico, los hemoderivados, y diversifica sus mercados. España deja de representar el 25% de su negocio y gana peso en EE UU y Canadá. Un movimiento estratíégico de futuro para una compañí­a de un tamaño medio en el gran sector de las farmacíéuticas.

El resto de los laboratorios farmacíéuticos españoles no han hecho, de momento, movimiento alguno. Y eso que Jorge Gallardo, presidente de Almirall, avanzó en la junta general de accionistas del laboratorio que las compras eran necesarias en el entorno particular que vive el sector en España. "Las grandes multinacionales se fusionan y compran medicamentos en contextos difí­ciles para salvar el año; aquí­ tendrá que hacerse lo mismo, sino no quedará gran cosa", afirmó.

Sin embargo, las empresas españolas tienen que hacer frente a los recortes en los precios de los fármacos que ha aprobado el Ministerio de Sanidad en el último año y que suponen una reducción del gasto de unos 2.700 millones de euros. Afectan tanto a los medicamentos geníéricos como a los protegidos por patente.

Para los laboratorios innovadores supondrá, según los cálculos de Farmaindustria, la patronal española de los laboratorios innovadores, "alrededor de un 10% menos de facturación de media". Según un directivo de un laboratorio español, "para acometer inversiones de futuro local e internacionalmente, debemos de ser fuertes en nuestro mercado. Con la bajada de precios y la incertidumbre añadida por el ministerio, que puede hacer nuevos recortes cuando quiera, la compañí­a será mucho más prudente a la hora de iniciar cualquier inversión", sea del tipo que sea.