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Autor Tema: Anomalí­as Temporales  (Leído 1705 veces)

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Anomalí­as Temporales
« en: Octubre 28, 2010, 05:26:13 pm »
ANOMALíAS TEMPORALES


Nuestras vidas parecen estar sometidas de forma inevitable al movimiento de las manecillas del reloj. En apariencia, somos esclavos del tiempo. Sin embargo, las increí­bles experiencias de numerosos testigos sugieren que, en ocasiones, el reloj se «vuelve loco»…



El extraño e inquietante suceso tuvo lugar, según la tradición, en los bosques cercanos al monasterio de San Salvador, en la sierra navarra de Leyre. Por aquel entonces, en el siglo X, el abad del cenobio era un monje llamado Virila, quien tení­a por costumbre abandonar a diario los muros del monasterio en busca del contacto con la naturaleza. Durante una de estas breves escapadas, a Virila le asaltó una duda que le causaba gran desasosiego: intentó imaginar la eternidad en el Paraí­so celestial, y se preguntó si aquel gozo sin fin no terminarí­a por convertirse en algo tedioso. En aquellas disquisiciones andaba enfrascado cuando, de pronto, descubrió un ruiseñor que le distrajo con su bello canto. Aquel ensimismamiento duró apenas unos segundos y cuando el animal desapareció volando, Virila decidió retornar al monasterio. Fue entonces cuando llegó la sorpresa. Cuando el abad llegaba al cenobio, creyó estar sufriendo algún tipo de ensoñación. El monasterio habí­a cambiado: la iglesia era mucho mayor que la que habí­a dejado atrás un rato antes y otros edificios antes inexistentes rodeaban el conjunto. Al llegar a la puerta, Virila fue atendido por un desconocido hermano portero. Ante la insistencia del abad, los monjes revisaron sus archivos, descubriendo que, efectivamente, en aquel antiguo monasterio hubo tres siglos atrás un abad llamado Virila, que desapareció un dí­a sin dejar rastro despuíés de haber salido a pasear… El relato anterior es una tradición. Esta y otras leyendas similares se repiten por toda la geografí­a española y europea, cambiando de protagonista, pero conservando caracterí­sticas muy similares. El el folklore británico medieval, por ejemplo, son habituales las referencias a campesinos que se topan con un grupo de hadas que bailan. El incauto, «hipnotizado» por la música, se une a los seres en su danza. Cuando poco despuíés reanuda su camino y llega a la aldea, descubre horrorizado que todos sus seres queridos han muerto, pues en lo que a íél le ha parecido sólo un rato, han transcurrido decenas o cientos de años. Todos estos relatos son tradiciones y cuentos. Sin embargo, comparten una caracterí­stica común y desconcertante: muestran una descripción sobre el espacio-tiempo que parece más propia de la ciencia-ficción contemporánea a la teorí­a de la relatividad que a las leyendas medievales. Y hay otro detalle más intrigante. Hechos como los citados, aunque quizá menos espectaculares a primera vista, tienen lugar en la actualidad. UN RESPLANDOR BORROSO…



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Re: Anomalí­as Temporales
« Respuesta #1 en: Octubre 28, 2010, 05:28:47 pm »
Paul, un joven británico, circulaba una madrugada de 1973 por la pequeña población de Little Houghton. Despuíés de haber visto que el reloj de la iglesia marcaba las dos de la madrugada, se encontró repentinamente caminando a decenas de kilómetros, desorientado y con las ropas mojadas, a pesar de que no lloví­a. Eran las 7 de la mañana. Habí­an pasado cinco horas en un abrir y cerrar de ojos. Cuando pudo ubicarse, Paul acudió a casa de un amigo que viví­a cerca, y juntos realizaron el camino de vuelta hasta Little Houghton, imaginando que habí­a sufrido un accidente de tráfico y que no recordaba nada a causa de algún golpe. Encontraron su coche a unos ocho kilómetros de Bromham. Inexplicablemente, el vehí­culo estaba dentro de una finca vallada, pero no habí­a huellas de neumáticos en el suelo embarrado, y la cancela estaba cerrada con llave. El desconcertante incidente se completó cuando, dos años despuíés, Paul recordó un detalle de su experiencia: poco antes de aparecer deambulando a decenas de kilómetros, un resplandor «borroso» se habí­a lanzado contra el parabrisas de su coche. La increí­ble historia de Paul tiene una segunda parte no menos extraña, aunque protagonizada por otro testigo. Ocurrió diez años despuíés, en 1983 y en este caso el testigo fue Peter Rainbow. í‰ste habí­a ido a visitar a su madre, que residí­a en la localidad de Northampton, no muy lejos de Little Houghton. Rainbow salió de casa de su madre a las 18:45 montado en su moto, y cogió la carretera A428. Cuando estaba tomando una curva, el motor y el faro de su moto se apagaron. Peter creyó que se habí­a fundido un fusible y cuando se disponí­a a sustituirlo por uno nuevo, se percató de la presencia, en un campo próximo, de una especie de brillo o resplandor blanco con «forma de huevo». La escena se envolvió de un silencio absoluto. «Los pájaros no trinaban y los coches no pasaron. No percibí­ el menor sonido», explicó el testigo. Poco despuíés, aquel «huevo» luminoso comenzó a bambolearse y a girar sobre sí­ mismo, como una peonza, hasta que se «deshizo» y desapareció. Instantes despuíés Peter se dio cuenta de algo insólito: en su mano ya no tení­a el fusible que estaba a punto de cambiar un segundo antes, sino que sostení­a las llaves de la moto, a pesar de que las habí­a dejado puestas. Desconcertado, intentó arrancar el vehí­culo, que se puso en marcha sin problemas, como si no hubiera ocurrido nada. La mayor sorpresa vino poco despuíés. Al llegar a Little Houghton se dio cuenta de que eran las 20:30 horas. ¡Habí­a pasado una hora y media en apenas unos instantes! Ante relatos tan sorprendentes como estos, podrí­amos pensar que sus protagonistas sufrieron algún tipo de amnesia, un desmayo o un simple despiste. Sin embargo, hay algunos detalles que parecen descartarlo. ¿Cómo explicar, por ejemplo, que el coche de Paul apareciera en un terreno vallado, sin huellas que delataran por dónde habí­a entrado? Y, sobre todo, ¿inventarí­an dos personas que no se conocen un relato tan similar con una diferencia de 10 años, y en una misma localidad? Esta pregunta nos lleva a otro interrogante: ¿hay algo especial en la localidad de Little Houghton que «favorezca» la aparición de sucesos tan extraordinarios? ¿Puede haber lugares en los que este tipo de hechos ocurran con mayor frecuencia? Estos dos extraños incidentes fueron investigados por la escritora Jenny Randles, e incluidos en su obra Viajando en el tiempo, ya citado en el artí­culo anterior. Otro caso tambiíén recopilado por Randles y de caracterí­sticas muy similares, tuvo lugar en 1992 en el lago Balatón (Hungrí­a).

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Re: Anomalí­as Temporales
« Respuesta #2 en: Octubre 28, 2010, 05:55:34 pm »
En esta ocasión el incidente lo «sufrió» una joven que conducí­a por la carretera del lago, en dirección a su casa. Como en los casos anteriores, todo comenzó tras la visión de una luminosidad «indefinida». Poco despuíés el vehí­culo perdió potencia, las luces se apagaron y todo se oscureció… Cuando la joven recobró la conciencia habí­an pasado varias horas. Pero no parecí­a un simple desmayo. Se encontraba muy lejos de su ubicación original y el coche estaba en medio de un campo sin acceso para vehí­culos. La joven tuvo que ser trasladada al hospital y allí­ descubrieron que tení­a una hemorragia vaginal, además de una erupción cutánea similar a una quemadura solar. Los policí­as que localizaron su coche descubrieron con asombro que la cerradura de la puerta estaba «soldada», como si la hubieran sometido a un calor intenso. APARECEN LOS OVNIS Algunos de los detalles descritos por los testigos y en especial las menciones a una misteriosa luminosidad, parecen enlazar con otro enigma no menos intrigante: el fenómeno OVNI. Ciertamente, muchos de los casos de alteraciones temporales van acompañados de elementos que aparecen en los testimonios sobre avistamientos de no identificados.

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Re: Anomalí­as Temporales
« Respuesta #3 en: Octubre 28, 2010, 05:58:03 pm »
Un caso significativo se produjo en Cuers (Francia), en 1971. Renard, por aquel entonces un joven tíécnico naval que trabajaba en el puerto de Toulon, solí­a viajar habitualmente hasta Niza para visitar a su novia. Eran 130 kilómetros de trayecto, distancia que cubrí­a en unas dos horas, y siempre regresaba despuíés de medianoche. En una de estas ocasiones, el joven se hallaba ya cerca de su destino, y el reloj marcaba la 1:30 h. De pronto la radio se apagó, al tiempo que Renard observó una luz anaranjada que descendí­a hasta casi tocar su coche. El motor comenzó a fallar y el muchacho frenó pensando que «aquello» iba a chocar con íél. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que se hallaba flotando a unos cuatro metros de altura, mientras los alrededores quedaban iluminados por la luz anaranjada. Instantes despuíés todo cesó, se oyó un fuerte golpe y el coche estaba otra vez en la carretera. Cuando se repuso del susto, Renard bajó del vehí­culo y comprobó que íéste sufrí­a algunos daños y habí­a quedado cruzado en la calzada. Poco despuíés llegaron algunos vehí­culos y le ayudaron a arrancar el coche. El joven consiguió recorrer los 25 kilómetros que le quedaban y llegó a su casa. Todo habí­a ocurrido en poco tiempo. A pesar del asombroso suceso, apenas habí­a detenido su marcha unos minutos. Sin embargo, en lugar de haber llegado a casa en torno a las 3 de la madrugada, el reloj marcaba las 6… Renard habí­a «perdido» tres horas de tiempo. No es posible que se desmayara tras un hipotíético accidente, pues el coche habí­a quedado atravesado en medio de la carretera –muy transitada– y habrí­a generado un golpe o un gran atasco en esas tres horas «perdidas».

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Re: Anomalí­as Temporales
« Respuesta #4 en: Octubre 28, 2010, 06:01:49 pm »
Tambiíén en España hay casos similares. Dos buenos ejemplos son los incidentes protagonizados por los siguientes testigos. «Aquello era como ocho coches más o menos. Cuando lo tuvimos encima, era un ‘rascacielos’». Así­ de firmes sonaban las palabras de Pedro Mateo, antiguo profesional de la radio y de las artes gráficas, mientras me describí­a el OVNI con el que se habí­a topado hace ahora treinta años. Iba con su mujer, Gloria Jimíénez, y se dirigí­an en coche a Barcelona, donde debí­an coger un avión a Dusseldorf. «Era el 26 de junio de 1977. Habí­amos salido de Zaragoza muy temprano, sobre las cinco y pico de la mañana y tení­amos la intención de almorzar algo con mi hermano, que vive en Barcelona, antes de coger nuestro avión hacia Alemania. Ya habí­a amanecido y poco despuíés de haber pasado Los Garrigues, en Líérida, vimos aparecer ‘aquello’». El artefacto al que se referí­a Pedro Mateo era un objeto discoidal de bordes «confusos», según íél mismo describió. Al principio el OVNI estaba a mucha distancia, pero comenzó a desplazarse rápidamente y sin ruido, hasta colocarse en unos segundos encima del coche. «Yo me asustíé –explicó Pedro–, y fue entonces cuando me fijíé en un cartel que poní­a: ‘Gasolinera a 1.000 metros’. Aceleríé todo lo que pude e instantes despuíés vimos cómo aquel objeto desaparecí­a por donde habí­a venido». El extraño incidente habí­a durado apenas unos segundos. Algo más calmado, Pedro se dio cuenta de que habí­a otro cartel que, de nuevo, indicaba la existencia de una gasolinera a un kilómetro. «Para nosotros fue cosa de segundos, pero al mirar de nuevo allí­ estaba el cartel que anuncaba la gasolinera. Bueno –me dije–, será que hay otro cartel». Un poco más tranquilos, decidieron continuar su viaje a Barcelona, donde debí­an coger el avión horas más tarde. «No miríé en aquel momento el reloj y cuando llegamos al aeropuerto –desde allí­ puede haber poco más de una hora–, eran ya las dos y cuarto, ¡y estaban anunciando nuestro vuelo! Sin saber cómo habí­amos perdido unas tres horas. Yo pensaba llegar sobre las 11 para almorzar con mi hermano. Pero cuando llegamos sólo tuvimos tiempo para coger el avión». Dí­as despuíés, mientras viajaban de vuelta a Zaragoza en su Seat 1430, el matrimonio maño descubrió otras «sorpresas». «Cuando pusimos la radio sonaba bien –nos explicó Pedro–. Pero al poner una cinta, nos dimos cuenta de que estaba borrada. Probamos con las demás, pero ninguna funcionaba». Además, a Pedro le habí­an desaparecido unas gafas que guardaba en la guantera, y algún tiempo despuíés la pintura del coche perdió color en la parte superior y en el capó, apareciendo una especie de burbujas, como si una fuente de calor hubiera estado muy próxima al vehí­culo.

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Re: Anomalí­as Temporales
« Respuesta #5 en: Octubre 28, 2010, 06:04:06 pm »
 Tan sólo un año antes, otro matrimonio aragoníés tení­a un encuentro similar al protagonizado por Pedro Mateo y su mujer. El 2 de abril de 1976, Alberto Ballarí­n y su esposa Marí­a Josefa Tarríés circulaban por la carretera N-240 con destino a su casa en Monzón. Llegaron al pueblo de Angí¼íés sobre las 22:30 horas, y realizaron una pequeña parada. Tras echar gasolina reanudaron la marcha, internándose en una larga recta de unos 3 kms. Fue entonces cuando vieron «algo» extraño en la carretera: «A los pocos minutos, vimos que vení­a sobre nosotros algo muy raro», explicó Alberto. A lo lejos pudieron divisar una extraña luz que circulaba por el otro carril y en dirección contraria. Pensaron que era otro vehí­culo, pero cuando estaba más cerca pudieron ver que aquello no llevaba faros ni ruedas y que se desplazaba mediante unas oscilaciones, «como si fuera por encima de las olas». El objeto tení­a forma de «pera achatada», y medí­a unos 3,5 m de altura por 8 de anchura. El OVNI flotaba a medio metro del suelo, desplazándose en silencio. Poco despuíés, el misterioso artefacto se cruzó con el coche y los testigos pudieron ver que desprendí­a «por debajo y hacia atrás grandes chispas blancas o amarillentas, parecidas a las de una rueda de pirotecnia». Cuando los hubo rebasado, la mujer se volvió, aunque sólo pudo ver un resplandor que ascendió hasta el cielo con rapidez, perdiíéndose en las alturas. «Despuíés, de repente, nos encontramos ya en el parador de San Román. No pasamos el puente ni el pueblo de Lascellas. Perdimos la noción del tiempo y el espacio durante quince minutos», explicó Marí­a Josefa. Llegaron a casa a las 22:50 horas, quince minutos antes de lo que debí­an, ya que ese trayecto solí­an realizarlo a unos 70 km/h debido a las dificultades que entrañan algunos tramos. Aquella misma noche, los jóvenes Jaime Tresaco, Manuel Polo, Jesús Lleguet y Victor Bergua se vieron asaltados por un OVNI en la carretera N-136, que une Zaragoza y Huesca. CUANDO EL TIEMPO SE ESFUMA… Aunque estos casos ya son bastante extraños, en no pocas ocasiones los testigos refieren experiencias incluso más extraordinarias.

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Re: Anomalí­as Temporales
« Respuesta #6 en: Octubre 28, 2010, 06:05:19 pm »
 El 10 de noviembre de 1971, Roy Wilkinson caminaba hacia su trabajo en Colchester (Reino Unido). En cierto momento observó, sobre un edificio, una extraña figura blanca de formas difusas. De pronto fue consciente de algo muy extraño. El tiempo parecí­a haber «dejado de existir». La zona, habitualmente concurrida, estaba completamente vací­a. Además, no se escuchaba ni el más mí­nimo ruido. A continuación todo volvió a la normalidad. «Di la vuelta a la esquina y fue como abrir una puerta y entrar en una fiesta», explicó Wilkinson. Más extraño aún fue el fenómeno experimentado en 1966 por David, un joven de Kent (Reino Unido), quien relató los hechos a Jenny Randles. David habí­a salido cerca de la medianoche con una amiga, a quien estaba acompañando a casa. Era verano y hací­a un calor bochornoso. Caminaban junto a un rí­o y decidieron detenerse para disfrutar de la tranquilidad. En ese momento escucharon un alboroto cercano, causado por unos adolescentes. En un principio pensaron que aquellos jóvenes vení­an buscando pelea, pero pronto se dieron cuenta de que en realidad gritaban de terror, pues «algo» los perseguí­a. «De pronto todo quedó extraordinariamente silencioso, incluso para ser de noche. Tuve la sensación de que se me tapaban los oí­dos. Experimentíé un ligero embotamiento y despuíés me dominó una extraña tristeza. Notíé cierta pesadez y tuve la sensación de que me moví­a a cámara lenta. Me volví­ para mirar a mi amiga, que tambiíén parecí­a preocupada… las voces sonaban como si procedieran de un valle, por lo que provocaban eco». Fue entonces cuando David se dio cuenta de la causa del terror de los muchachos: una especie de neblina de color blanco, que flotaba a unos quince centí­metros del suelo y giraba a su alrededor. En ese momento ocurrió algo imposible: el tiempo se ralentizó. Todo parecí­a suceder a cámara lenta. Tal y como explicó a Randles, sus movimientos duraban una eternidad. El humo de su cigarrillo subí­a en espiral con lentitud y tuvo la sensación de que «se habí­a ‘dislocado’ el fluir del tiempo y de la realidad». Los jóvenes que huí­an aterrados pasaron junto a ellos muy despacio, moviíéndose como los astronautas sobre la Luna. Despuíés todo volvió a la normalidad en un instante, al igual que habí­a comenzado.