Paul, un joven británico, circulaba una madrugada de 1973 por la pequeña población de Little Houghton. Despuíés de haber visto que el reloj de la iglesia marcaba las dos de la madrugada, se encontró repentinamente caminando a decenas de kilómetros, desorientado y con las ropas mojadas, a pesar de que no llovía. Eran las 7 de la mañana. Habían pasado cinco horas en un abrir y cerrar de ojos. Cuando pudo ubicarse, Paul acudió a casa de un amigo que vivía cerca, y juntos realizaron el camino de vuelta hasta Little Houghton, imaginando que había sufrido un accidente de tráfico y que no recordaba nada a causa de algún golpe. Encontraron su coche a unos ocho kilómetros de Bromham. Inexplicablemente, el vehículo estaba dentro de una finca vallada, pero no había huellas de neumáticos en el suelo embarrado, y la cancela estaba cerrada con llave. El desconcertante incidente se completó cuando, dos años despuíés, Paul recordó un detalle de su experiencia: poco antes de aparecer deambulando a decenas de kilómetros, un resplandor «borroso» se había lanzado contra el parabrisas de su coche. La increíble historia de Paul tiene una segunda parte no menos extraña, aunque protagonizada por otro testigo. Ocurrió diez años despuíés, en 1983 y en este caso el testigo fue Peter Rainbow. í‰ste había ido a visitar a su madre, que residía en la localidad de Northampton, no muy lejos de Little Houghton. Rainbow salió de casa de su madre a las 18:45 montado en su moto, y cogió la carretera A428. Cuando estaba tomando una curva, el motor y el faro de su moto se apagaron. Peter creyó que se había fundido un fusible y cuando se disponía a sustituirlo por uno nuevo, se percató de la presencia, en un campo próximo, de una especie de brillo o resplandor blanco con «forma de huevo». La escena se envolvió de un silencio absoluto. «Los pájaros no trinaban y los coches no pasaron. No percibí el menor sonido», explicó el testigo. Poco despuíés, aquel «huevo» luminoso comenzó a bambolearse y a girar sobre sí mismo, como una peonza, hasta que se «deshizo» y desapareció. Instantes despuíés Peter se dio cuenta de algo insólito: en su mano ya no tenía el fusible que estaba a punto de cambiar un segundo antes, sino que sostenía las llaves de la moto, a pesar de que las había dejado puestas. Desconcertado, intentó arrancar el vehículo, que se puso en marcha sin problemas, como si no hubiera ocurrido nada. La mayor sorpresa vino poco despuíés. Al llegar a Little Houghton se dio cuenta de que eran las 20:30 horas. ¡Había pasado una hora y media en apenas unos instantes! Ante relatos tan sorprendentes como estos, podríamos pensar que sus protagonistas sufrieron algún tipo de amnesia, un desmayo o un simple despiste. Sin embargo, hay algunos detalles que parecen descartarlo. ¿Cómo explicar, por ejemplo, que el coche de Paul apareciera en un terreno vallado, sin huellas que delataran por dónde había entrado? Y, sobre todo, ¿inventarían dos personas que no se conocen un relato tan similar con una diferencia de 10 años, y en una misma localidad? Esta pregunta nos lleva a otro interrogante: ¿hay algo especial en la localidad de Little Houghton que «favorezca» la aparición de sucesos tan extraordinarios? ¿Puede haber lugares en los que este tipo de hechos ocurran con mayor frecuencia? Estos dos extraños incidentes fueron investigados por la escritora Jenny Randles, e incluidos en su obra Viajando en el tiempo, ya citado en el artículo anterior. Otro caso tambiíén recopilado por Randles y de características muy similares, tuvo lugar en 1992 en el lago Balatón (Hungría).