Por... Diego Ghersi
Argentina apuesta al desarrollo nuclear como motor industrial y económico. Se posiciona, junto a Brasil, como principales artífices de un nuevo modelo energíético frente a la crisis mundial en la materia, y tras el freno a la investigación en las díécadas de profundización neoliberal.
La presidenta Cristina Fernández inauguró las instalaciones del complejo atómico de Pilcaniyeu, en la provincia de Río Negro. Durante el evento remarcó la importancia que la actividad nuclear tiene para el Estado.
La explicación más completa de la situación social global pasa por entender que el mundo vive una crisis económica, que tambiíén es energíética y medioambiental y que ninguna solución será viable si no contempla la combinación armónica de esas tres variables.
En principio, la salida de la crisis propuesta al mundo desde Argentina –y desde los países que integran la Unasur- marca el regreso del rol de los estados a travíés de la aplicación de una Estrategia Económica Nacional en la forma de Políticas que apuestan muy fuerte a la generación de obra pública y la regulación de las empresas privadas como herramienta para conseguir la reactivación plena del trabajo de los ciudadanos.
Pero antes de generar trabajo debe asegurarse la energía necesaria para que las fábricas o emprendimientos funcionen; y en ese sentido, a la Estrategia Económica Argentina que crece a ritmos “chinosâ€, le ha llegado el turno de saldar la deuda y de recuperar el terreno perdido por años de desinversión y de retroceso en los campos del desarrollo tecnológico, científico, y energíético.
En esa dirección es que el esfuerzo económico aplicado por los recursos del Estado al desarrollo tecnológico/científico estaría fuertemente vinculado a la necesidad de contar con energía abundante y barata que facilite la generación de trabajo que sirva para resolver de manera genuina las necesidades sociales.
Es en este cuadro de situación donde se inscribe como apta, factible y aceptable, la decisión del gobierno argentino de avanzar en el campo de la Energía Nuclear y la reciente inauguración del Complejo Atómico de Pilcaniyeu.
Para la presidenta Cristina Fernández el reciente impulso al campo energíético nuclear que se inicia con el Complejo Atómico de Pilcaniyeu significa “devolver al país un derecho al que nunca debimos haber renunciado porque eso significó renunciar a recursos estratíégicos de carácter nuclear que habían sido abandonados, y en lo que habíamos capitulado en los años ‘90".
Dicha capitulación se produjo en los años del auge neoliberal cuando las políticas de ajuste desechaban la estratíégica inversión estatal en desarrollos tecnológicos, cuestión que se hizo tristemente cíélebre cuando el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, enviara a “lavar los platos†a los científicos calificados.
En este sentido, desde el ejecutivo argentino se han efectuado continuos esfuerzos por jerarquizar la actividad científica y repatriar a los profesionales calificados facilitándoles condiciones para su desempeño activo en el ámbito nacional.
La cuestión del “Know How†tecnológico no es una cuestión menor y la misma presidenta Fernández ha resaltado el hecho: “la puesta en marcha del complejo Pilcaniyeu permitirá que la Argentina forme parte activa de los diez países que producen uranio enriquecidoâ€. Debe hacerse notar aquí la facilidad con que la Argentina logra algo que a una nación como Irán le cuesta infinitos dolores diarios de cabeza.
Hoy, el regreso a la opción nuclear adoptada por el ejecutivo argentino aparece como apta porque el país cuenta ya con una avanzada tecnología en el campo atómico y con dinero para realizar rápidas inversiones adaptables integralmente a un uso práctico como es la generación de energía barata para los hogares y la industria.
La aptitud tambiíén se corresponde con la urgencia. En efecto, el desabastecimiento de gas sumado al encarecimiento del petróleo y a la finitud de ambos recursos, hacen necesaria una recomposición de plazo mediato de fuentes energíéticas alternativas.
En relación a lo señalado, y teniendo en cuenta la enorme ventaja que significa para Argentina el dominio completo del ciclo nuclear, la determinación estratíégica de relanzar la utilización atómica aparece como una opción concreta que minimiza los tiempos de reconstitución de una matriz energíética nacional.
En esta línea de análisis, la factibilidad del curso de acción adoptado se funda en la simplicidad, dado que solamente hacía falta la toma de decisión sustentada por un plan de obras. Tambiíén porque existen reservas de divisas utilizables en inversión pública lo que minimiza un desafío dificultado durante años por una barrera económica imposible de superar.
Finalmente pude medirse la aceptabilidad en función de que la inversión requerida será amortizada rápidamente al crear mejores condiciones para el establecimiento de nuevas industrias, al tiempo de potenciar las ya existentes, hechos ambos que representan la virtual creación de genuinas fuentes de trabajo.
Es en relación a la cuestión medioambiental dónde el uso de la energía nuclear cosecha más resistencias, que se fundan en el riesgo potencial que entraña el manejo de sustancias radioactivas y la disposición de los desechos que genera.
Organizaciones ambientalistas se oponen a este desarrollo por considerarlo costoso y de riesgo e insisten en que se invierta en fuentes alternativas, como la eólica o la solar.
Pero en los últimos años, en parte debido al cambio climático, la energía nuclear volvió a cobrar relevancia internacional debido a su baja contribución a las emisiones de gases que potencian el efecto invernadero, como el dióxido de carbono.
Pese a las resistencias, seguramente bien fundadas, la política adoptado desde la Casa Rosada prioriza la inversión y el desarrollo ya alcanzados por Argentina a lo largo de medio siglo por sobre otras alternativas, menos desarrolladas tecnológicamente y dónde la inversión necesaria en tiempo y dinero produciría demoras en la generación de fuentes de energía de bajo costo.
Baste decir que un kilogramo de uranio produce en una central nuclear la misma cantidad de energía que la combustión de 17 toneladas de carbón en una central tíérmica.
En Estados Unidos, país líder en la investigación, desarrollo y aplicación de la energía nuclear, el presidente Barack Obama ha destacado muchas veces el lugar que la tecnología atómica ocupa como estrategia nacional.
El ideario del mandatario estadounidense resalta la necesidad que tiene su país de contar con energías limpias y seguras que garanticen el suministro energíético al tiempo que les permita cumplir compromisos medioambientales, mejorar la competitividad de sus empresas; reactivar la economía y romper la dependencia del suministro del petróleo extranjero.
Para Obama, la construcción de nuevas centrales nucleares creará empleo estable, relanzará la fabricación de bienes de equipo, ayudará a reactivar la economía, y potenciará el desarrollo tecnológico del país.
En el resto del mundo, Suecia y Bíélgica han revisado su decisión de parar las centrales nucleares en operación. En Alemania se espera que antes de 2011 se haya rectificado la ley que establecía la parada anticipada de sus centrales. Suiza y Holanda ya han tomado la decisión de extender la operación de sus reactores más allá de los 40 años. La extensión en Suiza es indefinida, mientras operen de forma segura y eficiente.
Francia, Finlandia, Reino Unido, Italia, Eslovaquia, Rumania, Bulgaria y República Checa están ya construyendo centrales o estudiándolo. China, Rusia, Corea del Sur o India construyen nuevas y España cuenta actualmente con 8 en operación.
Por su parte, Venezuela suscribió con Rusia –octubre de 2010- un acuerdo para construir la primera central atómica en el país caribeño que -más allá de las ya comentadas ventajas económicas- tiene una lectura política estratíégica: no le será tan fácil a Estados Unidos oponerse a esta iniciativa de Venezuela si con ello “toca†a los intereses económicos de Moscú.
A esta iniciativa de Caracas hay que agregar que en Amíérica del Sur, Argentina y Brasil son los únicos países donde se alcanzó el ciclo nuclear completo, desde la obtención del uranio a la conversión del mineral en combustible nuclear y la posterior generación elíéctrica.
Además, en la última cumbre del Mercosur celebrada a comienzos de agosto en la provincia argentina de San Juan, Cristina Fernández, y Luiz Inácio Lula da Silva, resaltaron "los progresos de la cooperación" entre ambas naciones en el uso pacífico de la energía nuclear y se comprometieron públicamente a fortalecerla.
Esta coincidencia entre los socios más grandes del Mercosur abre un campo de venturosas posibilidades para el desarrollo energíético de la Región.