Si se hace caso a los analistas y a los diferenciales de la deuda pública, la zona euro se parece más a un hospital que a un área económica común. Dos de sus enfermos crónicos, Grecia e Irlanda, ya han recibido el tratamiento de choque y Portugal aguarda en lista de espera para ser operado a regañadientes. España, por su parte, se encuentra en cuarentena, ya que el mercado no es tonto y sabe que ha estado compartiendo malos hábitos con los otros tres: la facilidad para tirar del gasto público griego, la burbuja inmobiliaria irlandesa y las aníémicas perspectivas de crecimiento de Portugal. Ahora falta ver cómo evoluciona el paciente y si quiere corregir esas malas costumbres. Hay cinco cuestiones clave a tener en cuenta.
1. EL ENFERMO: ESPAí‘A. Dos años de recesión económica (con caídas del PIB del 3,7% y del 0,3% en 2009 y 2010) y una recuperación lenta y costosa. La tasa de paro, según la Encuesta de Población Activa, supera el 20% y la deuda pública ronda el 60% y subirá al 70% en 2011. Ahí no preocupa tanto el volumen de deuda sino la velocidad a la que crece. En cualquier caso, el problema son las perspectivas. La propia OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) retrasa la recuperación hasta 2015 o 2017, y pronostica un "futuro mediocre" de bajo crecimiento, alto desempleo y alto díéficit.
2. EL CONTAGIO. Tal y como avisó ayer Miguel íngel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España, el contagio ya ha llegado. Con esto, Ordóñez no quiere decir que la situación española es igual que la irlandesa o la griega, sino que los mercados están nerviosos y van a empezar a demandar a España pruebas fehacientes de que sus signos vitales son constantes: es decir, que las reformas prometidas (pensiones y mercado laboral) se implementan de forma rápida y sin titubeos, y que los planes para reducir el díéficit público al 3% en 2013 siguen adelante.
3. EL SíNTOMA: DIFERENCIALES DE DEUDA PíšBLICA. El spread de la deuda pública, la diferencia entre el interíés que se paga por emitir bonos y lo que se le exige a Alemania, sirve como termómetro para medir la desconfianza del mercado hacia la solvencia de un país. En este momento, el diferencial de la deuda griega a diez años supera los 1.000 puntos básicos (diez puntos porcentuales) y el de la irlandesa ronda los 600 puntos. Y eso que ambas economías ya han acordado sendos planes de rescates. El bono portuguíés cotiza con un diferencial superior a los 430 puntos y, según los analistas, Lisboa no tardará en recurrir al fondo de rescate europeo (conocido como al Facilidad Europea de Estabilidad Financiera -FEEF-). Y España, por su parte, con un diferencial de 237 puntos básicos se encuentra en un estadio preliminar y diferenciado al resto. Pero los analistas advierten: lo que preocupa no es el nivel del diferencial, sino la velocidad de su deterioro. Hace sólo unas semanas estaba en 160 puntos. Ayer cerró en máximos desde 1996 y los bonos en su nivel mínimo desde la quiebra de Lehman Brothers.
4. EL DIAGNí“STICO: ¡SON LOS BANCOS Y EL MODELO ECONí“MICO, ESTíšPIDO! El caso español se asemeja más al irlandíés que al griego: lo que más preocupa no es tanto la deuda pública en sí -que en España alcanzará el 70% del PIB en 2011, muy por debajo de otros países europeos- sino la salud del sistema financiero -con los 325.000 millones de euros en críéditos ligados al sector inmobiliario- y las malas perspectivas de crecimiento económico -según el FMI, la economía española no volverá a crecer al 2% hasta 2013-. Los tests de estríés paneuropeos, que tan bien sentaron a la banca española, han quedado en el olvido. Y no sólamente porque los dos bancos irlandeses que se sometieron a ellos tambiíén los aprobaron. Desde los máximos de agosto, el sector financiero de la Bolsa de Madrid ha destruido un 25% de su capitalización bursátil. En el último mes, se ha dejado un 18%. Tanta es la preocupación, que los analistas de divisas de Barclays Capital señalan a las cajas de ahorros españolas como uno de los principales puntos díébiles, no ya de España, sino de la zona euro en general y de la divisa común en particular.
5. TRATAMIENTO: PASIVIDAD, REFORMA O RESCATE. Hay tres líneas de pensamiento. La del Gobierno, que sigue en sus trece y afirma una y otra vez que el plan de ajuste actual es suficiente. Como mucho, se muestra dispuesto a adoptar más medidas en caso de que se tuerza su hoja de ruta. Eso sí, lo que se niega a hacer en rotundo es a desglosar esas medidas adicionales (el famoso Plan B), por el coste político que supondría. Despuíés está un grupo intermedio, que pide al Gobierno algo más. Ahí se encuentra Silvio Peruzzo, economista de la eurozona de Royal Bank of Scotland. Peruzzo advierte que si los políticos no toman la iniciativa, hay un grave riesgo de que los inversores los cojan (a ellos y a sus países) con el pie cambiado: "Hemos estado advirtiendo de que si los políticos no se adelantan, por una vez, a los mercados, la situación podría deteriorarse rápidamente. Desde el comienzo de la crisis, los Gobiernos solo han reaccionado a posteriori, nunca con carácter preventivo [...] Las dinámicas del mercado pueden no ser lineales y pueden llevar a un Estado a un desequilibrio de forma bastante abrupta". El tercer grupo ya especula cuándo y cómo será el rescate. Por ejemplo, GLG Partners, la firma reciíén fusionada con Man Group para crear el mayor hedge fund del mundo, aconseja "una reestructuración de la deuda soberana de los países perifíéricos". Es decir, que los bancos e inversores institucionales que han prestado a estos países asuman que no van a recuperar todo su dinero. Pero el más radical de todos es Christian Tegllund, estratega de SaxoBank, que asegura que a España no le quedará más remedio que ser rescatada, que el fondo europeo no será suficiente y que tendrá que recurrir a príéstamos bilaterales de Francia o Alemania para seguir a flote.