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Autor Tema: EE.UU.: ¿Por quíé tenemos un banco central?...  (Leído 405 veces)

OCIN

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EE.UU.: ¿Por quíé tenemos un banco central?...
« en: Diciembre 19, 2010, 01:00:01 pm »
Por... Gerald P. O'Driscoll Jr.

¿Por quíé los paí­ses tienen bancos centrales? Hay paí­ses que se han desarrollado sin ellos y tambiíén sistemas financieros sofisticados han evolucionado en su ausencia. Algunos paí­ses con un banco central han sufrido por tener uno. Zimbabwe es un ejemplo de esto.

El sistema de la Reserva Federal fue creado mediante una ley del Congreso que reciíén fue aprobada en 1913. A continuación, presidió un periodo de alta inflación durante la guerra y una importante depresión entre 1920-21. La díécada de los veinte fue una íépoca de prosperidad, debido tanto a las sabias polí­ticas fiscales del Secretario de la Tesorerí­a, Andrew Mellon, como a cualquier cosa que la Fed hizo. El desempeño de la Fed durante la Gran Depresión fue desastroso, una opinión que es compartida por su presidente actual, Ben Bernanke.

El sistema bancario de Canadá soportó la Gran Depresión sin un banco central. En lugar de tener miles de pequeños bancos no diversificados como EE.UU., Canadá tení­a pocos bancos (con muchas sucursales a lo largo del paí­s) que fueron capaces de sobrellevar los bajones localizados. Incluso durante la Gran Depresión, el colapso de bancos en EE.UU. estuvo concentrado en regiones especí­ficas. El banco central de Canadá, el Banco de Canadá, fue creado en 1935, parcialmente, debido a la presión del resto del mundo. Canadá habí­a sobrevivido, relativamente bien, sin tenerlo.

En resumen, la banca central ha sido o innecesaria o insuficiente para el desarrollo de una economí­a moderna y de un sistema financiero. Una serie de propuestas de reforma para la Fed están siendo diseñadas, pero no hay un consenso sobre por quíé existe esta institución.

Los que hacen las polí­ticas están debatiendo la sabidurí­a del mandato doble de la Fed: proveer estabilidad de precios y empleo pleno. El representante Mike Pence (Republicano de Indiana) ha propuesto una ley para enmendar la Ley de la Reserva Federal, acabar con el mandato doble y darle a la Fed un solo objetivo: mantener la estabilidad de precios (H.R. 6406). El mandato doble es visto por muchos como algo que le da a la Fed la tarea imposible de, simultáneamente, optimizar dos variables con una herramienta de polí­tica pública. Tampoco queda claro si un banco central es capaz de mantener empleo pleno.

Aún así­, mantener precios estables no era parte del mandato original de la Fed y, más allá de unos pocos economistas, pocos pensaron que esa era la función de la Fed. El estándar de oro proveyó precios estables a lo largo del tiempo y el trabajo de la Fed era mantener ese estándar (lo cual no requiere de un banco central).

En el siglo 19, el eminente economista y periodista británico, Walter Bagehot escribió Lombard Street: A Description of the Money Market (La calle Lombard: Una descripción del mercado de dinero), como un tratado acerca de las mejores prácticas en cuanto a banca central. Bagehot observó que la existencia del Banco de Inglaterra centralizaba las reservas en esa institución. í‰l preferí­a que los bancos se proveyeran su propia liquidez teniendo una reserva de activos negociables a corto plazo.

El objetivo de Bagehot era diseñar la polí­tica de la banca central de tal manera que los bancos comerciales se comportasen en tiempos ordinarios como si no hubiese un banco central. En una crisis de liquidez, los bancos comerciales recurrirí­an al Banco de Inglaterra para pedirle respaldo. Aquella función, conocida como “el prestamista de última instancia”, es la única función en común entre la Fed y todos los demás bancos centrales hoy. Esa función apareció en la Ley de la Reserva Federal como una provisión de una moneda “elástica”, es decir, una moneda cuya cantidad podrí­a crecer o reducirse a discreción de la Fed.

La primera ronda de relajamiento cuantitativo (impresión de dinero) de la Fed fue la reacción de la crisis de liquidez del otoño de 2008, la cual se dio el 15 de septiembre a ví­speras de la bancarrota de Lehman Brothers. No queda claro si el relajamiento cuantitativo todaví­a era necesario para el momento que fue implementado a fines de 2008. Probablemente, era demasiado grande y se mantuvo demasiado tiempo. La Fed tambiíén se olvidó de la norma de Bagehot de que un banco central deberí­a prestar solamente con activos buenos como colateral y a tasas de interíés de castigo. Esto era necesario para asegurar que los príéstamos de emergencia no se convirtiesen en un programa de subsidios. Los economistas debatirán este episodio por muchos años.

No obstante, no hay una crisis de liquidez actualmente y no hay justificación para continuar con las actividades de prestamista de última instancia. Posiblemente hay píérdidas grandes y no reconocidas en los balances de los bancos, píérdidas asociadas con el colapso de los bienes raí­ces y otros príéstamos mal concebidos. Estas píérdidas significan que tales instituciones están en realidad sub-capitalizadas, pero no con falta de liquidez.

Los crí­ticos de la Fed, cada vez más, la ven como un ente que actúa como una autoridad fiscal no elegida. Sus príéstamos a instituciones selectas constituyen una asignación del críédito y un oculto salvataje de bancos grandes. Su polí­tica de tasas de interíés bajas es parte de este programa de respaldo a los bancos.

Mientras tanto, la economí­a sufre porque ninguna de las polí­ticas de la Fed arreglarán el sistema bancario. Fracasar en arreglar los bancos, más no la amenaza de una deflación inexistente, es lo que nos recuerda la díécada perdida de Japón durante los noventa. Los bancos con píérdidas grandes y no reconocidas no realizarán príéstamos nuevos, mientras que las píérdidas de los viejos príéstamos crezcan.

Los reguladores deberí­an ser consistentes al pedirle a los bancos que suscriban activos y se recapitalicen (y no solamente aplicar la medida a instituciones más pequeñas que están siendo cerradas). Ahora no es el momento de que los bancos aumenten los dividendos, como muchos bancos grandes están buscando hacerlo. Ahora es el momento de levantar capital. Por ahora, la Fed debe dejar de conducir la polí­tica fiscal bajo el disfraz de polí­tica monetaria. Los rescates por parte del contribuyente a los bancos debilitados serí­an una idea terrible. Pero, si el Congreso lo hace, al menos estarí­a sometido a un debate democrático y serí­a conducido con mayor transparencia.

La Fed ha recibido del Congreso un grado de independencia para hacer la polí­tica monetaria. Esa independencia es viable siempre y cuando la Fed se apegue a la polí­tica monetaria convencional. Si persiste en actuar tambiíén como una autoridad fiscal, los ciudadanos ordinarios y sus representantes van a preguntar: ¿Por quíé tenemos un banco central?

« Última modificación: Diciembre 19, 2010, 01:01:01 pm por OCIN »


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