Por... Andríés Oppenheimer
En las últimas semanas han salido titulares anunciando que Brasil se convertirá en la quinta economía del mundo en los próximos cinco años, y que Latinoamíérica en general se transformará en una nueva estrella de la economía global. Hay datos menos conocidos que hacen poner en duda los pronósticos tan optimistas.
A corto plazo, todo parece indicar que a la región le irá bien en 2011. Según proyecciones de la Comisión Económica para Amíérica Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL), la economía de la región crecerá 4.2 por ciento este año, tras un crecimiento del 6 por ciento el año pasado.
Se espera que Panamá crezca 7.5, Chile y Perú 6 por ciento, la República Dominicana y Uruguay 5, Argentina 4.8, Brasil 4.6, Bolivia 4.5, Colombia 4, Míéxico 3.5, Costa Rica y Guatemala 3, y Venezuela 2 por ciento, según la CEPAL.
En varios países, este será el octavo año consecutivo de crecimiento, lo que es una verdadera proeza en medio de la crisis económica mundial.
Un informe del Banco Mundial, titulado Más allá de bonanzas y crisis , sugiere que ya no es válida la creencia generalizada entre los economistas de que los países que dependen excesivamente de unas pocas materias primas -como Venezuela, o Nigeria- tienden a volverse populistas, corruptos, autoritarios y, en última instancia, más pobres.
El informe declaraba que "las evidencias recientes sugieren que, en general, los recursos naturales pueden ejercer sin dudas un impacto positivo en el crecimiento''.
Traducción: las exportaciones de materias primas salvaron a Latinoamíérica del impacto de la crisis financiera mundial, y pueden ser el principio de un largo período de crecimiento. Pero a mediano y largo plazo, hay tendencias negativas que pueden afectar a la región. En vez de usar el actual ciclo de crecimiento para invertir en infraestructura, educación, innovación y otras áreas que les permitirían diversificar sus exportaciones -como lo hicieron Canadá, Australia y Nueva Zelanda-, la mayoría de los países latinoamericanos están derrochando sus ingresos en subsidios al consumidor, mientras se tornan cada vez más dependientes de sus materias primas.
Consideremos estas cifras poco conocidas -y preocupantes- de la CEPAL:
- La dependencia de Brasil de las materias primas ha aumentado desde el 51 por ciento de las exportaciones totales del país a principios de la díécada de 1980 hasta el 59 por ciento actualmente.
- La dependencia de Venezuela subió del 92 por ciento de las exportaciones totales a principios de la díécada de 1980, al 97 por ciento actualmente.
- En los últimos diez años, las exportaciones de materias primas de Latinoamíérica aumentaron desde el 27 al 39 por ciento de las exportaciones totales de la región.
Osvaldo Rosales, director de la división de comercio internacional de la CEPAL, dice que "aunque uno no conoce en la historia económica casos de desarrollo exitoso sin diversificación productiva y exportadora, vemos con preocupación que la estructura exportadora de la región tiende a concentrarse cada vez más en commodities''.
Eso es peligroso, porque el boom de las exportaciones de materias primas podría llegar a su fin en esta díécada, y porque las exportaciones de materias primas tienden a producir menos empleos duraderos que las exportaciones más sofisticadas, me dijo Rosales.
Mi opinión: Estoy de acuerdo. Aunque es bueno innovar para mejorar las exportaciones de materias primas, y tambiíén es bueno elaborar productos cada vez más sofisticados a partir de las materias primas, es peligroso poner todos los huevos en la misma canasta. Para seguir la senda de países como Canadá, Australia y Nueva Zelanda, hay que invertir más -y sobre todo mejor- en todo aquello que ayude a la diversificación. De otra manera, lo que vemos ahora será tan solo otra burbuja, condenada a estallar en el futuro próximo.