La carestía de productos agrícolas básicos para la alimentación (trigo, maíz, arroz, sorgo y mijo) y el incremento bestial de dichos productos en los mercados mundiales que tuvo su punta de iceberg en el 2.007, irá presumiblemente “in crescendo†a lo largo de la próxima díécada hasta alcanzar su cenit en el horizonte del 2.018. Para llegar a dicha crisis, (cuyos primeros bocetos ya están perfilados y que terminará de dibujarse con toda su crudeza al final del decenio) han contribuido los siguientes elementos:
Desarrollo económico suicida de los países del Tercer Mundo con crecimientos desmesurados de macrourbes y megacomplejos turísticos y la consiguiente reducción de superficie dedicada al cultivo agrícola. Cambio de patrones de consumo de los países emergentes debido al aumento espectacular de la clases medias y su poder adquisitivo y la debilidad del dólar y el hundimiento de los precios del crudo con el consiguiente desvío de inversiones especulativas a mercados de materias primas.
A ello se unirá el incremento del uso por los países del primer mundo de tecnologías depredadoras (biocombustibles) que bajo la etiqueta BIO de países respetuosos con el Medio Ambiente no dudarán en fagocitar ingentes cantidades de maíz destinadas en un principio a la alimentación para la producción de biodiesel , aunado con inusuales sequías e inundaciones en los principales graneros mundiales.
Por otra parte, el hundimiento del precio del crudo (a pesar de los sucesivos recortes de producción por parte de la OPEP) debido a la severa contracción de la demanda mundial y a la huida de los brokers especulativos, imposibilitará a los países productores conseguir precios competitivos (rondando los 70$) que permitirían la necesaria inversión en infraestructuras energíéticas y búsqueda de nuevas explotaciones, por lo que no sería descartable un posible Estrangulamiento de la producción mundial del crudo en el horizonte del 2.018.
Ello originará presumiblemente una psicosis de desabastecimiento y el incremento espectacular del precio del crudo que tendrá su reflejo en un salvaje encarecimiento de los fletes de transporte y de los fertilizantes agrícolas, lo que aunado con la aplicación de restricciones a la exportación de los principales productores mundiales para asegurar su autoabastecimiento terminará por producir el desabastecimiento de los mercados mundiales, el incremento de los precios hasta niveles estratosfíéricos y la consecuente crisis alimentaria mundial.
La hambruna afectaría especialmente a las Antillas, Míéxico, Amíérica Central, Colombia, Venezuela, Egipto, India, China, Bangladesh y Sudeste Asiático, ensañándose con especial virulencia con el ífrica Subsahariana y pudiendo pasar la población atrapada en la inanición de los 1.000 millones actuales a los 2.000 millones estimados por los analistas.
Germán Gorraiz López
Lacartadelabolsa.com