Hace unos días recibí un mail de un lector, me proponía algo y me explicaba algo (cada vez ‘el hombre de la calle es más consciente de lo que sucede; que tomen buena nota los políticos: todos):
“Le quería pedir que en sus artículos hiciera más hincapiíé en la economía domestica / familiar, dando consejos de lo que hacer en estos momentos que vivimos y viviremos..... Por ahora mis pautas son:
- Consumo consciente y eficiente.
- Ahorrar el máximo posible: el tema es dónde.... en los bancos, podemos creer en ellos o corremos riesgo de perderlos.
- Liquidar lo antes posible las deudas que tengo (hipoteca, ...).
- Tener en cuenta el Sector R
- Cooperación - equipo.
Por lo general sus artículos hacen referencia a temas macroeconómicos, me encantaría que de vez en cuando diera más consejo a las familiasâ€.
Le respondí que yo no daba consejos, que únicamente, cuando estaba absolutamente convencido de algo, realizaba alguna sugerencia. Interesante la apreciación que efectúa mi lector: ‘el hombre de la calle’ más que por la evolución de la cotización de los futuros sobre el trigo en Chicago está preocupado por el día a día, por pagar la hipoteca, por el desempleo de su hermano, por su propia situación; ¿tienen en cuenta eso los políticos?.
Veamos. ‘Consumo consciente y eficiente’, compleja distinción. Durante díécadas el objetivo ha sido que la persona consumiese lo máximo posible con la mayor frecuencia posible; quíé marcas consumía, en el fondo daba igual (a nivel sistíémico, claro), lo importante era que consumiera mucho, cada día más. Esa ha sido la forma como, por ejemplo en USA, se ha estado generando casi el 70% del PIB. Eso, claro, ha tenido un coste (en Economía nada es gratis): el desperdicio de recursos (la capacidad de endeudamiento tambiíén lo es) ha sido enorme, por lo que cuando se ha alcanzado un punto de rotura el modelo se ha agotado. Ahora tocaría lo del ‘consumo eficiente’, los problemas son: 1) la mayoría de la población no sabe cómo hacer eso, no porque sea tonta, sino porque nadie le ha enseñado, ni a sus padres, ni a sus abuelos, y 2) con el ‘consumo eficiente’ se genera menos PIB, y eso tiene consecuencias.
‘Ahorrar el máximo posible’, sí, pero para eso se tiene que disponer de un excedente de renta, y ahora … Más que para grandes inversiones o gastos suntuarios, pienso que el ahorro que hoy pueda hacerse debe ser pensando en imprevistos: en la posibilidad de que algo suceda y que esa entidad financiera ‘de toda la vida’ con la que se trabaja no conceda un críédito de pequeño importe que resolvería el problema.
‘Liquidar lo antes posible las deudas’, ¡sin ningún lugar a gíénero de dudas!: lo antes posible: ayer mejor que hoy. No sólo por lo que mañana pueda pasar, sino porque en deflación (hacia ahí pienso que vamos) las deudas se encarecen. Otra cosa que puede hacerse: si no sale demasiado caro y/o se permite, alargar el plazo de pago y reducir la cuota del críédito a pagar cada mes: se prolonga el tiempo de pago: se convierte la deuda en un largo plazo y se disminuye la cantidad mensual a pagar, y si ‘toca la lotería’ se cancela anticipadamente o se reduce la deuda.
‘Tener en cuenta el Sector R’. Hoy, pienso, ya saben, es uno de los sectores que puede ayudarnos a mantener la actividad: reparación, recuperación de materiales, reciclaje, rehabilitación. Es un contraste con el anterior mensaje, ya, pero ahora toca tirar con menos.
‘Cooperación – equipo’: costará. Durante díécadas se ha estado fomentando el hiperindividualismo y ahora hay que colaborar: ¿cómo se hace?. Se va por ese camino: inexorablemente: censura previa a la aprobación de los presupuestos, posibilidad de intervenir entidades financieras que no cumplan indicaciones supranacionales, búsqueda de la armonización fiscal, … Hace unos días, en clase, una alumna dijo en un debate sobre las consecuencias del mayor control que se impondrá en todos los órdenes: ‘Pero se perderá intimidad’, ya, pero se ganará seguridad, y eficiencia. No es bonito: hemos estado viviendo otra cosa, pero …
En el fondo son cambios: importantes: es un nuevo modo de hacer las cosas.
(Unos apuntes sobre el fomento del empleo: ‘El parado tiene que estar incentivado para que continúe buscando un empleo’. Es curioso, prácticamente todas las teorías y análisis sobre el mercado de trabajo parten de un supuesto que hoy no es cierto: que hay demanda de trabajo suficiente pero se dan diversas tensiones y fricciones que impiden que demanda y oferta de trabajo se encuentren; la versión perversa de ese enfoque tiene un alto predicamento: se refieres a ‘los vagos que no quieren trabajar habiendo trabajo’. La realidad, pienso, es bastante diferente a ese planteamiento.
Desde los años 80 la demanda de trabajo ha ido cayendo proporcionalmente en relación al avance del PIB (y si no ha caído más ha sido por el incremento fuera de control habido en la capacidad de endeudamiento de familias y empresas). El colmo de tal evolución se está alcanzado ahora: existe un exceso brutal de capacidad productiva -capacidad productiva no utilizada- y un exceso de oferta de trabajo -demanda de trabajo inexistente-; a la vez, en las diversas economías subdesarrolladas se explota a la mano de obra al más puro estilo manchesteriano de las primeras díécadas del siglo XIX.
Insisto: la existencia de vagos es una cosa, la demanda de trabajo efectiva es otra, y el subempleo en el que caen personas cualificadas al no encontrar trabajo ‘de lo suyo’ es otra distinta, porque, ¿es eficiente costear unos estudios de ingeniería o de música para acabar trabajando de almacenera/o o de vendedor/a a puerta fría.
Y, ¿por quíé no se abordan de forma conjunta esos tres puntos más arriba referidos?, pues porque, pienso, son feos y sin solución. Punto pelota).
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.
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