Por... Beatriz de Majo C.
Cuatro de las sesiones de la agenda del programa del World Economic Forum 2011, celebrado en Davos, la semana pasada, estuvieron dedicadas al gigante asiático.
No es la primera vez que China ocupa un lugar relevante en tan importante foro, pero el tono y la orientación de su presencia han variado cualitativamente. Hasta el año pasado, la audiencia se interrogaba hacia adónde apuntaba el voraz desarrollo de la nación amarilla. Ahora, con China convertida en la segunda potencia económica mundial, lo que se miden son los impactos en la escena global de cualquier movimiento económico, social o político que se orqueste desde Beijing.
Las conferencias que abordaron los temas chinos: "Perspectivas sobre China", "El futuro de la empresa china", "El impacto de China en el comercio y el crecimiento mundial", y "Las nuevas realidades de la moderna China", recibieron solicitudes de asistencia por más del doble de la capacidad de la sala. La mayor parte de los privilegiados y acaudalados asistentes a Davos se tuvieron que contentar con ver los contenidos de las propuestas a travíés de su página web.
El Foro este año fue prospectivo. Quedaron atrás los análisis del impacto de la crisis financiera mundial, de manera tal que los 20 jefes de Estado, 2.000 líderes empresariales y ocho jefes de bancos, concentraron sus esfuerzos en sopesar los canales y opciones existentes para la recuperación económica, de cara a los obstáculos que pudieran ser protagónicos en el escenario del año 2011.
En el análisis de los entendidos en futurología, China resulta ser un componente importante y decisorio para el mundo entero, dentro de los grandes desafíos del año que despunta.
Los problemas fundamentales identificados en el Foro como los más protuberantes escollos para el re-despegue de los países y de la economía planetaria, son los que tienen que ver con la capacidad de Europa de honrar su deuda soberana, la inminente guerra de divisas, los problemas en el sistema financiero mundial, además de la escalada en marcha en el precio de los productos básicos. Del análisis pareciera concluirse que la economía mundial debería poder resistir los embates de todas las plagas anteriores... siempre y cuando China sea igualmente capaz de alejar el fantasma de la burbuja de activos que amenaza su propia economía domíéstica y se encuentre en posición de temperar el malestar que crece dentro de sus entrañas por la inequidad social, que aún es superlativa.
La inversión privada será la que venga en rescate de la humanidad, estando los gobiernos ocupados como están en restañar las heridas del tsunami económico de 2008. Este es uno de los corolarios de Davos. Los representantes de los sectores privados empresariales argumentaron allí que el foco de la nueva inversión en el mundo se centrará en las economías emergentes, solo porque las perspectivas de desempeño de los países desarrollados son todavía muy inciertas. Y, entre ellos, China tiene todos los chances de llevarse la palma.
Todo parece indicar que si el siglo XXI es el de Asia, esta segunda díécada estará signada por la pujanza y el dinamismo chino, muy por encima del resto del vecindario. Para este 2011, los mercados emergentes representarán las tres cuartas partes del crecimiento mundial, pero China, ella sola, aportará, al menos, una tercera parte del mismo. China dejó de ser un país emergente.
China es la gran potencia
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