El sorprendente efecto dominó de las actuales revueltas populares en el mundo árabe recuerda a la caída del comunismo en Europa oriental en 1989, que significó el fin de la Unión Soviíética.
Dos de las figuras que participaron de esa caída, el disidente checo y luego presidente Vaclav Havel y el canciller soviíético Eduard Shevardnadze, observan con entusiasmo y nostalgia lo que sucede en Medio Oriente, pero advierten que la situación es diferente.
Temen que el poder en los países árabes pueda quedar en manos de los militares o de los fundamentalistas religiosos y se preocupan porque los cambios puedan no estar yendo a la velocidad adecuada.
Las protestas enfrentan una encrucijada peligrosa y su resultado es difícil de predecir, dijo Havel. Que las revueltas europeas hayan traído reformas democráticas en su momento no significa que lo mismo vaya a suceder en Egipto y países vecinos, advirtió.
``Debo señalar que la situación en los países árabes es bastante diferente, en mentalidad, cultura, cultura política y actitud hacia el mundo'', dijo.
Según lo que aprendió en la díécada de 1980, agregó Havel, las rebeliones populares deben triunfar rápido.
``El tiempo es un elemento crucial'', dijo. ``Cuanto más tarde, mayor es el riesgo de una dictadura mucho peor que la de Mubarak''.
Sin embargo, Shevardnadze, que ayudó a Mikhail Gorbachov a reformar el sistema soviíético, piensa que apresurar la salida de Mubarak puede ser contraproducente.
``No entiendo a los líderes (occidentales) que insisten con fuerza en la renuncia de Mubarak'', dijo. ``Hasta hace poco eran sus amigos y cooperaban con íél. Cuando tuvieron problemas, le pidieron consejos a Mubarak y lo escucharon''.
Sobre el paralelo con las revueltas anticomunistas, Shevardnadze tambiíén fue cauto. ``No es exactamente lo mismo'', dijo. ``Sin embargo, la destrucción de cualquier sistema tiene algunos rasgos generales, por lo que los hechos actuales en el mundo árabe sí se ven similares''. Havel dijo que mantenía las esperanzas de una reforma democrática en Egipto.
``Es un proceso interesante y si resulta en algún tipo de democracia, un sistema que respete los derechos humanos, que no arregle las elecciones... entonces por supuesto que sería un avance inmensamente positivo'', dijo.