Por... Sergio Sebold
Los titulares que vemos diariamente estampados en los medios, sobre la aspiración de democracia en los países árabes, particularmente, esconden un “megamonstruo†que está detrás: el hambre. Con los precios de los alimentos en la estratósfera a nivel global, estas manifestaciones son la punta de un iceberg, que está aflorando de manera inusitada y dramática.
El gran riesgo que se corre es que los países (especialmente los ricos), pese a toda la doctrina del comercio global, comiencen a restringir las exportaciones de productos agrícolas, especialmente el trigo para protegerse frente a alguna señal siniestra del hambre. Este movimiento de protección se está observando desde mediados de 2010.
La falacia del mercado libre para los alimentos no funciona, no permite la reducción del hambre en el mundo. Hay una necesidad urgente de un mecanismo internacional de regulación de todo el sector agrícola. En esta perspectiva, la FAO que podría ser este mecanismo, está perdiendo espacio frente a las fuerzas poderosas de la llamada Organización Mundial del Comercio (OMC), cuyo objetivo es estimular las relaciones comerciales entre los países. En este contexto, sentimos el choque entre la ideología de la solidaridad y la ideología de la competitividad.
Las guerras del futuro serán “guerras por comoditiesâ€, particularmente las relacionadas con el sector agrícola y los alimentos, y esto será aún más graves cuando el conjunto de chinos e hindúes, con una población de un tercio de la humanidad, ahora con un nivel de vida más razonable, comiencen a consumir la porción de recursos equivalente a lo que todo el mundo occidental ya consume.
Con todas las oscilaciones climáticas ocasionadas por el desequilibrio ambiental mundial, la producción agrícola, aún no ha sufrido mayores consecuencias significativas en la producción global. Lo que más asusta son las oscilaciones del mercado. La primera pertenece a la madre naturaleza que está clamando por auxilio por la vorágine del hombre depredador y por la destrucción descontrolada de los ecosistemas. Pero la segunda responde al deseo insano de poder, enmascarado en una política neoliberal que en nada beneficia a la sociedad permitiendo una acumulación y concentración de riquezas en grupos de interíés, fruto de lo cual millones tendrán que sufrir de hambre por la mala suerte de no haber nacido en los países de mayores recursos.
Avanzando en nuestro razonamiento de que la premisa económica de que todo lo se vuelve escaso pasa al modelo del mercado, en breve el agua será otro elemento más de dominio y poder. Según algunos gurús, íésta deberá ser la próxima mecha de una guerra generalizada (tal vez la última), en este mundo insano de la competencia. Si al agua, un recurso universal y de vital necesidad, se le aplicara la lógica de la escasez como una oportunidad de comercio y no la lógica de la solidaridad en su distribución, entonces llegaremos al fin de la civilización. En este contexto, en vez del dinero que empleamos en nuestras economías para futuras necesidades y dificultades, el agua será utilizada como una “cuenta bancariaâ€. Haciendo un ejercicio de imaginación, habrá “bancos†de agua donde se tendrá una “cuenta corriente†de tantos litros de agua potable, que podrá ser transferido, en nuestra moda actual, a travíés de una simple transferencia electrónica porque cheques no habrá más, habrá mucha morosidad en esta desesperación.
Así, el gran peligro anunciado por Malthus frente al desequilibrio de la superpoblación -preferimos decir destrucción del medioambiente- el hambre sería un regulador demográfico por la muerte de millones, o la guerra que tambiíén traerá la misma “suerte†(mejor dicho, la misma tragedia). En una metáfora dramática y siniestra, se podría decir: “cuando la harina se vuelve escasa, las migajas son primero para míâ€. Siendo abundante el agua en su tiempo, Malthus jamás podía imaginar esta última hipótesis como una posibilidad de desequilibrio.
- Sergio Sebold, profesor universitario y economista brasileño.