Los 'pisos-nido' de doña Mercedes
Una mujer montó en Bilbao una extensa red de casas para esconder a embarazadas de familias burguesas - Los bebíés eran dados en adopción
NATALIA JUNQUERA / JESíšS DUVA - Madrid - 10/03/2011
Durante díécadas miles de bebíés en España fueron sustraídos o separados irregularmente de sus padres. Sigue la serie de EL PAíS sobre este tráfico de niños y ofrece el relato de las víctimas y de quienes participaron en las tramas.
Un nombre de mujer se repite en los sobrecogedores relatos de muchas de las madres que están denunciando el robo de sus hijos: el de Mercedes Herrán de Gras, que levantó una extensa red de pisos-nido para embarazadas en Bilbao. Su finalidad era entregar a niños en adopción a travíés de una asociación fundada ex profeso por ella misma llamada María Madre. Doña Mercedes, como siguen refiriíéndose a ella aquellas mujeres, llegó a tener en alquiler ocho viviendas en cada una de las cuales había una media de entre 10 y 22 chicas en periodo de gestación.
Los padres pagaban 25.000 pesetas al mes por la estancia de las jóvenes
Las embarazadas pobres costeaban su hospedaje haciendo la limpieza
A muchas se les forzaba a dar al bebíé en adopción para eludir el escándalo
La cabecilla de la red intercambiaba niños con una monja de Tenerife
"Todas le teníamos miedo. Era una mujer muy soberbia, muy rica. Siempre iba muy enjoyada. Tenía varios abrigos de piel. Casi no hablaba con nosotras. Solo venía, nos tocaba el vientre y calculaba el tiempo que nos faltaba para dar a luz", recuerda Dolores Chumillas, una de las chicas que fue a parar a uno de aquellos pisos. En su caso, fue captada por Fernando Ayala, un cura que remitía a los pisos de doña Mercedes a las jóvenes que conocía en la parroquia de San Nicolás de Bari.
Al llegar allí, Dolores se sintió fuera de lugar. "En el piso, que estaba en la calle de la Alameda de Urquijo, había 19 chicas más embarazadas. Todas eran de familias bien. Se vestían de manera diferente, hablaban de una forma distinta, tenían las manos muy cuidadas, joyas... Sus padres iban a verlas con frecuencia", recuerda Dolores, a la que Mercedes puso a trabajar "como fregona" del resto de mujeres que había en la casa para costear su estancia.
"Eran hijas de jueces, míédicos, abogados, aristócratas, políticos, militares, empresarios...", asegura otra de las inquilinas de aquella casa, que prefiere ocultar su nombre y acusa a Herrán de Gras de robarle a su hijo en 1974. "El 90% eran adolescentes", añade. "Eran nuestros padres los que nos metían allí, pero algunas aceptaban que las internaran en aquel piso como una forma de ocultar el embarazo y luego deshacerse del niño. Otras, como yo, que tenía 17 años, estábamos allí forzadas por nuestros padres y no queríamos dar a nuestros hijos", recuerda. "Mi padre estuvo reprochándome durante años el dinero que le había costado mi estancia allí. Cada mes, según me dijo, tenía que pagarle a doña Mercedes 25.000 pesetas. Solía decirme que con ese dinero podía haberse comprado un piso".
La red de viviendas de Herrán de Gras estaba pensada para las hijas deshonradas de familias burguesas. Pero doña Mercedes tenía tantos compromisos con matrimonios que querían adoptar que tambiíén acogió, aunque en condiciones bien distintas, a mujeres como Dolores Chumillas, sin dinero o apoyo familiar de ningún tipo. En estos casos, eran curas como el padre Ayala y monjas como sor Juana Alonso, superiora de la casa-cuna de Tenerife, quienes localizaban a las jóvenes embarazadas y las remitían a doña Mercedes. "Lo teníamos muy bien organizado. Yo he ido más de una vez a Bilbao. Ella tenía madres que iban a dar a luz y de vez en cuando nos llamaba y nos decía: 'Id preparando a los padres para que vayan a verlo'. Doña Mercedes tambiíén me llamaba cuando tenía algún compromiso y nos pedía un niño, y a veces tambiíén le decíamos: 'Mujer, díéjanos alguno', porque nosotras teníamos tambiíén otra petición", declaró la monja a EL PAíS.
"En los pisos, nos colocaba según nuestro nivel social. A las chicas con poco dinero solían ponerlas juntas en una habitación aparte", recuerda una de las inquilinas de buena familia.
En el caso de Dolores Chumillas, que dio a luz en 1978, los padres, de origen humilde, no podían costear las 25.000 pesetas al mes que costaba la discreta estancia en uno de estos pisos. Ni siquiera sabían que su hija estaba allí, pues Dolores había decidido escaparse despuíés de que el padre de la criatura, con el que la habían obligado a casarse al quedar embarazada, empezase a pagar con ella su alcoholismo.
Así que Dolores limpiaba en la casa donde convivía con otras embarazadas de familias bien, y tambiíén en la casa de la propia Herrán de Gras. "Tenía una estantería llena de libros donde apuntaba los nombres de las chicas. Eran muchísimos. Parecía una enciclopedia", recuerda. A Dolores le intimidaba aquella vivienda. "Era como un palacio. Tenía fotos con el Papa, con Franco... y un montón de cuadros que decía que eran de pintores buenísimos".
Decenas de mujeres fueron a parar a aquellas casas entre 1965 y 1984. "En los seis meses de embarazo que pasíé allí no vi que una cama se quedara libre más de tres días", recuerda la joven madre, que no quiere dar su nombre.
Los contactos de doña Mercedes le permitieron entregar o traer niños de Canarias, Madrid y Andalucía al País Vasco, según cuentan algunas de estas mujeres que han comenzado a investigar con detectives el funcionamiento de la trama para localizar ahora a los hijos que fueron obligadas a entregar en adopción. El nombre de Mercedes Herrán de Gras -en realidad se apellidaba Herrán Inchausti, pero se había puesto el De Gras de su marido, Cándido, importante agente comercial- había llegado incluso a familias residentes en Francia y EE UU que adoptaron a sus hijos a travíés de la red de María Madre, apunta una de las afectadas. De nuevo, instituciones religiosas como las Hijas de la Caridad o Acción Católica actuaron de intermediarias.
Herrán de Gras era "muy religiosa y del Opus", recuerda Chumillas. "Por eso los domingos iba un cura a decir misa a los pisos". Se trataba del padre Ayala y el padre Esparza, ya fallecidos. Las chicas apenas salían. "Las que eran de Bilbao nunca. Las que eran de fuera y habían acudido allí motu proprio tenían cierta libertad para salir. Y las que íéramos de fuera pero estábamos allí forzadas por nuestros padres solo podíamos salir de vez en cuando y siempre vigiladas por alguien de confianza de Doña Mercedes", añade una madre que dio a luz en 1974.
Algunas de aquellas mujeres que habían ingresado en los pisos por voluntad propia para entregar a su hijo tras el parto continuaron luego en la casa como empleadas de doña Mercedes. "Recuerdo a una chica de Burgos, Mariló, que estaba estudiando derecho cuando se quedó embarazada y, despuíés de entregar al niño, se quedó un año más en el piso para terminar la carrera. Era hija de un juez. Se convirtió en una especie de encargada, la mano derecha de doña Mercedes", recuerda una inquilina del piso.
María Dolores M. C., Mariló, pertenecía a una familia de la burguesía con fuertes intereses empresariales y políticos en la comarca de Medina de Pomar (Burgos), donde uno de sus familiares llegó a ostentar la alcaldía.
Algunas de estas madres se preguntan ahora por el inmenso patrimonio que doña Mercedes, fallecida en 2002, acumuló durante sus más de 20 años de actividad. "Además del dinero que hacía pagar a nuestros padres por la estancia, no síé si tambiíén cobraba a los padres adoptivos; pero se hizo de oro con aquel negocio", asegura una de ellas.
Dolores Chumillas cree que a su hija la vendieron. "La niña nació hermosa: tres kilos ochocientos gramos. Una monja le hizo una foto y me la dio. Es la única que tengo de ella, porque a los dos días me echaron de la clínica San Francisco Javier de Bilbao, donde había dado a luz. La monja dijo que era mejor que la niña se quedara. Yo entonces no entendí lo que estaba pasando. Cuando volví a por ella me dijeron que yo nunca había parido allí. Luego una de las chicas embarazadas que había en el piso me explicó que habían vendido a mi niña por 200.000 pesetas".
Dolores cogió un tren a Murcia para pedir ayuda a sus padres. Antes de salir, en la estación la estaban esperando. "El padre Ayala me dio dos bofetadas y me advirtió: 'No has visto nada. No sabes nada. No hables'. Despuíés llamíé muchas veces a doña Mercedes pidiíéndole que me devolviera a mi hija. Me dijo que la olvidara porque si no caería en una depresión. Cuando volví al piso, el portero me aseguró que doña Mercedes había dado orden de prohibirme la entrada". Dolores sigue buscando a su hija 32 años despuíés.