Si bien la organización de los sucesos planetarios, la evolución, la tecnología y las manifestaciones paranormales parecen demostrar una inteligencia y una sincronicidad mística, íésta podría ser la misma naturaleza del mundo, de la mente cósmica que se desdobla creando la realidad, la cual sólo percibimos en fragmentos, superficies, de un orden implicado insondable. ¿Por que no pensar que el universo está vivo y cada una de sus partes tiene conciencia? ¿Puedes imaginarte lo que resulta de esta complejidad infinita de conciencias interactuando, intercambiando energía y creando constantemente el mundo? Seguramente uno de los resultados sería que todos los mundos son posibles,uno de los cuales tiene tal compleajidad inherente que parece como si estuviera arreglado de antemano. Otro resultado de esto sería que es absurdo pensar que alguien sabe en definitiva todo lo que está pasando, que somos capaces de entender en una vuelta a la rueda todos los secretos del universo.
Esta forma de ver la realidad como una serie de patrones cósmicos tejiendo una enramada mandálica de futuros que convergen y divergen como ondas de probabilidad que ocurren a partir de la conciencia, es similar tanto a una organización neurocuántica del mundo como a la más fina versión sincromística, es decir todo está conectado, todo se afecta entre sí y todo significa algo, pero no paranoicamente o porque existe un superoganismo omnipotente que teje nuestro destino en la oscuridad para lograr su plan maestro macabro. Es decir, aunque existan cíélulas conspiratorias, por que habríamos de creer que unos banqueros judíos en Nueva York o o incluso unos reptiles de Orión determinan nuestro destino con mayor poder que las fuerzas inmanentes del universo, que la inteligencia de nuestro planeta o que nuestro propio ser cuyo cuerpo fue fraguado en el sol y en el centro de la galaxia y cuyo espíritu es un holograma de la indivisa divinidad.
La hiperconexión y la sobrecarga de símbolos y sincronías que observamos en la realidad hasta el punto de que nos hace pensar que las cosas deben de estar manipuladas por una tecnobrujería, más que la influencia de los Iluminati o los extraterrestres, podría ser el entrelazmiento cuántico entre todas las cosas del universo, la manifestación de la mente colectiva que comparten cada uno de los seres que habitan este planeta, la noósfera, al fin de cuentas la información existe sin necesidad de un cuerpo, el cuerpo sólo es la antena; la materia es un canal. La información viaja entre todos nosotros y sus conexiones incorpóreas, telepáticas, de campos resonantes llegan a ser interpretadas como canalizaciones extraterrestres o proyecciones de HAARP o algun otro tipo de manipulación secreta.
La consistencia simbólica de la realidad, o porque la numerologia, la geometría sagrada y los arquetipos se repiten, se reproducen y se retransmiten con tanta efectividad, que muchas veces nos hace pensar en que las sociedades secretas que aparentemente controlan el planeta actúan conforme a un guión esotíérico inspirado en los ritos iniciaticos de la antigí¼edad, griegos, egipcios y de la Atlántida, podría ser sólo la manifestación natural del orden de creación de nuestro universo. De la misma manera que nuestro ADN está constituido por "letras" que se repiten, es posible que este universo o al menos esta dimensión de percepción estíé constituida por un complejo código cuya programación original fue realizada a travíés de símbolos madre, tanto formas como números, cuya representación es la realidad que percibimos. Podríamos decir que la historia mundial es sólo la interpretación de estos símbolos o mitos originales que se repiten a travíés del tiempo. Como diría Phillip K. Dick, el tiempo no es más que una disco grabado que suena en el fondo, somos nosotros los que lo reinterpretamos de forma distinta (aunque siempre cíclica) y eso es el juego y la danza de este mundo.
Sin duda esto nos acerca a una especie de realidad virtual platónica. Radiaciones de Utopus Uranus dentro de la Cueva de la Matrix. Hay que recordar que la idea de que este mundo es una ilusión está enraízada en la mayoría del pensamiento mágico de nuestro planeta, desde el Maia del budismo al Dreamtime de los aborígenes australianos.
Una interpretación actual de esta ilusión sería, desde la ciberníética, ver al mundo como a un inmenso programa informático orgánico (atómos de "self transforming machine elves"). Un programa en el que la materia es la proyección del código, de la misma forma que bits de información se traducen en una imagen en una pantalla. Sin embargo, es posible que no exista programador o en todo caso que el programador se haya convertido en su programa, estando en todas partes, inclusive en nosotros (levanta una piedra y ahí te encontraras el código de la eternidad).