Pero regresando a una actualidad menos etíérea, resulta innegable que el desarrollo de los últimos siglos, y en particular de las recientes díécadas, y el cual ha sido encabezado por occidente fálico, ha resultado en un deterioramiento de la calidad de vida en general, un empobrecimiento de la condición moral de la población, así como otros factores que resultan en un diseño fallido de nuestra realidad geopolítica, económica y sociocultural. Y ante este escenario es difícil no contemplar la necesidad del retorno de lo femenino para equilibrar los patrones dominantes, y poco beníéficos, que instauramos en los últimos tiempos.
Durante el último Congreso de la Paz realizado en Vancouver, Canadá, el Dalai Lama, el líder espiritual de los tibetanos lanzó una de las afirmaciones más celebrables que escuchado en los últimos tiempos, y ello a pesar de que en lo personal no me genera una afinidad especial, en la que profetizó: “La salvación del mundo será orquestada por la mujer occidentalâ€. Pero más allá de reafirmar la posibilidad del retorno de la diosa, lo intersante es la reflexión que detona alrededor de un compromiso fundamental que las mujeres, especialmente las de occidente pues han vivido en las entrañas del pulso fálico, deberán asumir para proyectarse, unficadas, como estrella polar que oriente la transformación psicoplanetaria.
Finalmente tambiíén es importante recalcar que el objetivo final de la evolución humana reside en el equilibrio entre ambas energías, la masculina y la femenina, pues solo así catalizaremos la misión cósmica que, quiero pensar, nos fue explícitamente asignada. Pero para ello sin duda deberemos pasar por un proceso de “feminización†el cual solo podrá ser guiado por las mujeres , recurriendo a aptitudes como la creatividad, la contemplación, la paciencia, y la purificación. Por otro lado, los hombres deberán de corresponder la danza iniciada por ellas y, cuando sea el momento oportuno, de la pista de baile emergerá un ombligo gigantesco, como la níémesis de las plagas apocalípticas, que a la vez se transformará en un sendero. Cuando seamos capaces de andarlo conjuntamente, tal vez nuestra misión habra comenzado y la nirvánica fiesta será inaugurada.
El pulso de la Divinidad Femenina resuena cada vez más claramente. El retorno de la Diosa se presenta como recurso ya no solo estimulante y armónico, sino vital, para dirigir con lucidez la transmutación de paradigmas. El planeta parece urgido de sacudirse el desequilibrio masculino que le impusimos durante siglos, la presencia maternal (contemplada desde una perspectiva planetaria) debe ser enaltecida, el dulce caos femenino toca a la puerta… y sería fatal para la especie humana ignorar una vez más su llamado.