Por... Alfredo Jalife-Rahme
A exactamente una semana de la catástrofe nuclear de Japón –una de cuyas consecuencias será el auge del gas– se inició la guerra contra Libia. A sólo tres días de haber empezado, la políémica intervención militar en el avispero libio –encabezada por Francia y apuntalada en la retaguardia principalmente por Estados Unidos (EU) y Gran Bretaña (GB)– se ha empantanado y ha dividido (Le Monde, 22/3/11) a la mal llamada comunidad internacional.
Este es un concepto muy debatible, aunque muy abusado por la publicidad bíélica, que refleja el caduco orden unipolar y no se ajusta aún a la nueva realidad multipolar cuando el BRIC (acrónimo de Brasil, Rusia, India y China) comienza a protestar ruidosamente su oposición despuíés de haberse abstenido en la aprobación de la resolución 1973 que constituye un genuino lecho de Procusto para perpetrar las peores atrocidades contra los civiles malos.
De forma espeluznante, la guerra contra Libia y su dizque protección humanitaria no cuenta con mando ni control (BBC, 22/3/11). Peor aún: según TNYT (22/3/11) no queda claro quíé sigue (¡supersic!) cuando se avecina una parálisis, ya que los rebeldes no supieron capitalizar el apoyo y fracasaron en recapturar Ajdabiya. So beautiful!
Sin contar la sensata reticencia de Alemania ni la hostilidad de la Unión Africana (que aglutina a 53 países, entre ellos alrededor de 11 naciones árabes, dependiendo de cómo se contabilicen) ni la incomodidad de varios países de Latinoamíérica, ¿cómo se puede perorar sobre el apoyo de la comunidad internacional, con una abstención de la población de más de 40 por ciento del planeta, específicamente del BRIC?
Hasta ahora la operación Odisea en el Amanecer –un reflejo condicionado neocolonial de control global que va por la yugular del petróleo libio en Cirenaica (ver Bajo la Lupa, 20/3/11)– impidió el asalto final de las tribus del coronel Kadafi (que dominan la región de Tripolitania, desde su capital Trípoli, que concentra 60 por ciento de la población) en contra de sus tribus rivales de Bengasi (capital de la provincia de Cirenaica, que aglomera 30 por ciento); el otro 10 por ciento está disperso en la tercera provincia sureña desíértica de Fezzan.
Recomiendo el estupendo artículo de Praveen Swami en The Daily Telegraph (21/3/11), sobre los negocios tribales nada triviales en Libia.
La televisora de Qatar –miembro de las seis petromonarquías del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y uno de los 22 países árabes más involucrados en la operación bíélica–, Al Jazeera (22/3/11), reconoce la crítica internacional con India sumándose a China en un llamado público para cesar los bombardeos.
Racip Tayyip Erdogan, primer ministro de Turquía (miembro relevante de la OTAN), manifestó que su país nunca apuntará con una pistola al pueblo libio, por lo que ha bloqueado la zona de exclusión aíérea por la OTAN.
Una cosa es una zona de exclusión aíérea y otra es asesinar con misiles Tomahawk a civiles malos (las tribus del coronel Kadafi) para beneficiar a las tribus buenas (sus opositores de Bengasi y, por extensión, de Cirenaica, donde se encuentran las mayores reservas de hidrocarburos: por eso son buenos).
Los misiles Tomahawk han despertado los fantasmas de dos guerras que todavía no concluyen en Irak y Afganistán.
Jiang Yu, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, declaró su oposición al uso gratuito (sic) de fuerza armada que lleva a más daños civiles y desastres humanitarios. ¿Pues no fue diseñada selectivamente la operación Odisea en el Amanecer como ayuda humanitaria específica para los contestatarios de Bengasi, los civiles buenos, pero no para los civiles malos de Bahrein y Yemen?
La crítica de India –que sin mucho ruido se ha acercado a Irán despuíés de la intervención militar a Bahrein por Arabia Saudita (como cabeza del CCG)– ha sido severa.
Pranab Mukherjee, influyente ministro de Finanzas de India, sentenció ante el Parlamento que ninguna potencia exterior debe interferir en Libia: Nadie, ni siquiera un par (¡supersic!) de países, puede tomar tal decisión para cambiar un ríégimen en particular.
La cancillería brasileña –como cortesía, horas despuíés de la salida de Obama– se pronunció por un cese al fuego en Libia para proteger a los civiles y abrir el camino para el diálogo entre el ríégimen de Kadafi y sus opositores (Reuters, 22/3/11).
El ex diplomático indio MK Bhadrakumar pone en relieve la postura del primer ministro ruso Vladimir Putin, quien fustigó que la resolución 1973 es deficiente y errónea (sic), permite todo (sic) y es reminiscente de un llamado medieval a las cruzadas.
Putin juzga correctamente que se trata de una tendencia estable (sic) de la política de EU en los Balcanes (con Clinton) y en Afganistán (con Bush) y ahora es el turno de Libia con el pretexto de proteger a los civiles. Le faltó a Vladimir Putin agregar a Irak (dos veces con el padre y el hijo Bush).
Nada descabellado, el temor ruso yace en que la balcanización de Libia desencadene la desintegración de ífrica.
Un grupo de congresistas del Partido Demócrata (entre 10 y 15) se ha rebelado contra su presidente Obama (por añadidura, premio Nobel de la Paz), quien optó por la guerra en un tercer país islámico (en realidad es el quinto, si se suman las guerras furtivas en Pakistán y Yemen) sin haber tenido la aprobación del Congreso: “Consultaron a la Liga írabe. Consultaron a la ONU. No consultaron al Congreso de EU. (…) Han creado estragos (…), no con sus botas en el terreno, sino con sus Tomahawk en el aire†(Common Dreams y Politico, 20/3/11).
Nueve congresistas encabezados por Dennis Kucinich proponen la defenestración (el ominoso impeachment) de Obama.
Las preguntas feroces vuelan: ¿De quíé lado estamos? Esto parece más una guerra civil que algún gíénero de revolución. ¿A quiíénes protegemos? ¿Estamos con los que supuestamente están contra Kadafi? ¿Piensan que tiene bastante gente con íél? ¿Si es depuesto, con quiíén trataremos?
Sí que son ingenuos estos ilustres congresistas de EU que no entienden, a menos que sean óptimos simuladores, que su país (al unísono de Francia y GB) quizá aproveche la segunda revuelta árabe para redireccionar sus intereses y así balcanizar a los países de noráfrica –por extensión a toda ífrica y el Medio Oriente (v.gr Irán)– y despojar a China e India de su precario abastecimiento petrolero.
Un funcionario anónimo del Ministerio de Comercio de China declaró que las inversiones en Libia son improbables en el corto plazo. El comercio bilateral, los tratos de construcción y las inversiones serán seriamente (sic) impactadas. Las empresas chinas que deseen expandir sus operaciones en ífrica deberán ajustar mecanismos de alerta temprana para reducir los riesgos y deben estar conscientes de la inestabilidad política (China Daily, 22/3/11)
Despuíés de la balcanización de Sudán, amputado en el sur (pletórico en petróleo), ¿se intensifica en Libia la guerra subrepticia de Occidente (sin Alemania) contra China e India por el control de las materias primas de ífrica y el Medio Oriente, en particular por el oro negro del que son vitalmente tan dependientes?
*Analista internacional mexicano, columnista de La Jornada