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http://www.lavanguardia.es/medio-ambienteLa pregunta se repite en todos los rincones del planeta: ¿quíé consecuencias tendrá el accidente de la central nuclear de Fukushima (Japón) en las decisiones energíéticas de los gobiernos? ¿Propiciará una vuelta a fuentes de energía denostadas, como el carbón, o impulsará al fin las renovables?
De momento, la bolsa europea de derechos de emisiones de CO2 refleja en los últimos días lo que, de acuerdo con algunos analistas, puede ser la tendencia en los próximos años: una vuelta a los combustibles fósiles, al carbón en particular, y un aumento de las emisiones de efecto invernadero a escala mundial. “Japón, preparado para reactivar la demanda del rey carbónâ€, titulaba el diario Financial Times hace unos días.
La emergencia nuclear japonesa y el cierre temporal de varias centrales en Alemania (responsables del 25% de su producción de electricidad) han tenido un efecto inmediato en esta particular bolsa, una invención europea con la que pretende reducir la cantidad de CO2 que la industria expulsa a la atmósfera. En pocos días, el precio de los derechos de emisión se ha puesto por las nubes (de 14 a 17 euros la tonelada), animando este mercado en el que traders sin especial conciencia medioambiental comercian y especulan con toneladas de dióxido de carbono en lugar de con acciones o materias primas.
La bolsa europea de CO2, en funcionamiento desde el 2005, ha recibido críticas de organizaciones ecologistas que recelan de la idea de permitir seguir emitiendo CO2 a quien pueda pagarlo. Consideran, además, como la asociación Amigos de la Tierra Europa, que la UE sigue autorizando un nivel de emisiones demasiado elevado que no ofrece suficientes alicientes a las empresas paramodernizar sus instalaciones.
El estado de precios actual de la tonelada de dióxido de carbono, admiten fuentes del Ministerio de Medio Ambiente español, no ha alcanzado un nivel capaz de transformar el modelo energíético. Pero “la herramienta es válidaâ€, argumentan, porque da una señal clara a la industria.
Brook Riley, experto en cambio climático de Amigos de la Tierra, considera que un precio más alto de la tonelada de CO2 “ayudaría a conseguir los objetivos del mercadoâ€, aunque no lo ve eficaz si no se completa con una tasa de carbono que grave las emisiones. A su juicio, “el alza de precios actual es temporal, porque la escasez de permisos que se ve en el mercado es artificial. Hay muchos títulos aparcados que lasempresas podrían sacar y usar si los necesitan, y los precios volverían a caer como ocurrió en el 2007â€, afirma Riley.
Los expertos en energía no lo ven así. “La subida del precio de la tonelada de CO2 va a mantenerse. El mercado no está más que reflejando el hecho de que con menos energía atómica a la vista, habrá que recurrir más a los combustibles fósiles, sea el carbón o el gas, porque las energías renovables no podrán compensarloâ€, afirma desde París Emmanuel Fages, jefe de análisis de mercados energíéticos de la asesoría sobre carbono Orbeo. “No creo que los precios vuelvan al nivel al que estaban antes de la crisis. Va a haber un antes y un despuíés de Fukushimaâ€, asegura Fages.
El aumento de la demanda mundial de carbón dependerá de hasta quíé punto la sociedad saca consecuencias del accidente de Fukushima: si el íénfasis en la seguridad permite construir las plantas nucleares proyectadas o si, por el contrario, no se superan los temores y se frena la renovación de las centrales actuales.
Daniel Brebner y Xiao Fu, analistas de Deutsche Bank, coinciden en que en el nuevo paisaje energíético europeo el carbón, a pesar del alto nivel de emisiones que produce, “podría resultar mucho más atractivoâ€. Auguran una subida del 20% en el precio del carbón de aquí al 2013.
Al margen de lo que haga Europa, la mayor demanda de carbón va a proceder de dos potencias económicas como India y China, que a raíz del accidente de Fukushima ha puesto en suspenso el plan de construir 28 nuevas centrales, un 40% de las planificadas en todo el mundo.
Estas potencias podrían distanciarse fácilmente de sus compromisos de reducción de emisiones, ya de por sí vagos , lo que provocará tensiones en Europa que pueden llevar, según el analista de Orbeo, al cuestionamiento de su política sobre cambio climático y sus objetivos de reducción de emisiones. “A la industria europea le costará entender por quíé se la castiga por emitir CO2 cuando el resto del mundo lo hace sin problemas. La UE no va a poder frenar por sí sola este problemaâ€, anticipa Fages.
España ya ha puesto el debate sobre el uso del carbón sobre la mesa. El ministro de Industria, Miguel Sebastián, planteó la semana pasada en Bruselas que la UE debería revisar su política de cierre de minas de carbón –pactada para el año 2018– a la luz de la crisis nuclear japonesa y el efecto en el precio del petróleo derivado de las revueltas en el norte de ífrica. “Las renovables son una alternativa, pero el carbón es otraâ€, afirmó Sebastián, destacando la importancia de la seguridad del suministro. Le apoyaron, dijo, Polonia, Rumanía y Lituania.
La iniciativa española “va con la lógica de los tiemposâ€, considera Fages. La principal razón por la que se ha impulsado el cierre de las minas es porque no son competitivas respecto al carbón de fuera de la UE. Y esto podría cambiar en los próximos años, porque se espera que el precio de la tonelada de carbón mundial aumente hasta igualar prácticamente el nivel del europeo, advierte el analista de Orbeo.
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