Por... Manuel Hinds
La revista The Economist informa que Malasia está en el proceso de crear una ciudad de la educación, Educity, en la que se establecerán prestigiosas escuelas y universidades de países desarrollados, en un proyecto maravilloso que va a catapultar al país al siglo XXI.
De Inglaterra ya se establecieron o están por establecerse una prestigiosa escuela secundaria, Marlborough College, y varias universidades —la Universidad de Newcastle, la de Southampton y la de Nottingham. Hay varias universidades australianas, incluyendo Monash University, y un instituto de innovaciones respaldado por el Instituto Tecnológico de Massachussets. La Universidad de Johns Hopkins va a establecer una escuela de medicina y el Instituto Marítimo Holandíés de Tecnología ya se estableció.
De esa forma, Malasia se está posicionando como un centro global de educación, permitiendo que los jóvenes se eduquen con clase mundial a la mitad del costo que tendrían que pagar si tuvieran que ir a los países sede de las universidades de Educity. El país está cambiando su ventaja competitiva de tener petróleo a tener educación de primera. Sus ciudadanos tendrán un alto nivel de vida, no porque el gobierno le quite dinero a los ricos para dárselo a los pobres, con comisión intermediada (no hay país que se haya hecho rico así, aunque tenga petróleo), sino porque poseerán la fuente misma de la riqueza —el capital humano proveído por la educación.
Por supuesto, el gobierno malasio está poniendo de su parte en este desarrollo, asumiendo las inversiones iniciales en infraestructura que las universidades están teniendo para establecerse allí. Usted pensará que esto es lo que hace que un proyecto así de ambicioso no pueda hacerse aquí. Probablemente dirá que Malasia es un país petrolero y grande y nosotros no. Pero no lo diga hasta saber cuanto está invirtiendo Malasia en la construcción de Educity: 100 millones de dólares. Esto, que el gobierno de Malasia está gastando por una sola vez, es la tercera parte de lo que gasta en un año el gobierno salvadoreño en subsidios. Sólo el programa de dar uniformes a los niños de las escuelas cuesta $80 millones. En los cinco años del presidente Funes este programa consumirá $400 millones.
Note, de pasada, que los niños ya llegaban uniformados a la escuela antes de que este programa se estableciera, por lo que el subsidio no es para los uniformes de los niños sino para cualquier cosa que la familia pueda comprar con el dinero que gastaba en vestir a los niños. Pero, apartando esto, y el hecho que los uniformes y los zapatos se han entregado tan tarde que con frecuencia ya no les quedan a los niños, piense usted, ¿quíé deja más a la ciudadanía de un país, los $100 millones que Malasia está gastando para convertirse en un centro global de educación, o los $400 millones que se usan en cinco años para mandar a hacer uniformes para los niños?
Malasia tiene ciertas ventajas que El Salvador no tiene para atraer universidades del calibre que está atrayendo. La población habla inglíés y tienen ya una educación que es superior a la que tiene nuestro país. Pero deberíamos estar en la misma escalera que Malasia, unos peldaños abajo pero subiendo en la misma dirección. Imagine usted lo que podríamos lograr si invirtiíéramos $300 millones al año, $1.500 millones en un quinquenio, para establecer al país como un centro de excelencia en la educación. Nuestro país se convertiría en un foco regional de desarrollo. Este tipo de inversión es lo que convirtió a Silicon Valley en California y a Bangalore en la India en los motores de sus economías.
Para esto, sin embargo, tenemos que abandonar el populismo que se concentra en dar pan para ahora a costa del hambre de mañana y usar nuestros recursos para dar pan para siempre a nuestra población. Mientras no dejemos las ideas bayuncas, no tendremos espacio para las que abren mundos enteros para los salvadoreños.