Por... Jorge Aniceto Molinari
Dicen los que saben que en una crisis se aprende más que en los textos. No es tan así, a lo sumo se ve en la realidad algo que uno leyó y no entendió en su profundidad.
Corría el 2002, y el inolvidable Juanjo Ramos nos dice un día a los que estábamos en la vuelta, en AEBU: “sumen a todos los riesgos que estamos corriendo el corte de la cadena de pagos†(no es textual). Nos cayó la ficha, habíamos leído mucho sobre crisis pero una situación así no por previsible era para nosotros una realidad mayor a la imaginada.
Algo parecido nos ocurre hoy con las noticias que provienen del mundo desarrollado, y el anuncio de que corre riesgo la cadena de pagos.
El capitalismo es en esencia la realización de la plusvalía, que se logra con la circulación en la actividad económica del capital. Hemos insistido en que esa es la esencia, no el atesoramiento. Aun cuando vulgarmente capitalismo es sinónimo de atesoramiento. Se ve la vida licenciosa de la lumpen burguesía, pero no se habla de los paraísos fiscales, donde radica el centro de la crisis actual y su profundidad.
El corte de la cadena de pagos supone un tsunami que se traga la actividad económica que supone millones de seres vinculados a ella.
No es lo mismo para el Uruguay que para EE.UU. porque no es lo mismo el nivel empresarial en uno u otro país.
Tambiíén es claro que en el 2002, el FMI imponía condiciones terribles para nuestra sociedad pero no podía permitir que una economía por más pequeña que fuera dejara de funcionar. Esa es la explicación de los millones de Bush a Batlle.
Nuestro problema era como se montaban los hospitales de campaña para permitir la continuidad de la vida en esta pequeña nación.
¿A que viene todo esto?: a los anuncios de las dificultades de los gobiernos en el mundo desarrollado para responder a la responsabilidad de mantener la cadena de pago.
El corte de la cadena de pagos significa lisa y llanamente: un nogobierno. Significa el cuestionamiento de todas las instituciones, y la falta de garantías fundamentalmente para los más díébiles. Todas las salidas demenciales guerreristas pueden cobrar cuerpo rápidamente, el riesgo es mayor.
Los revolucionarios con varias erres, dirán es nuestro momento. Pero no es lo mismo anarquía que la transformación revolucionaria de la sociedad.
Es nuestra responsabilidad como parte de la humanidad, pujar para que se mantenga el funcionamiento del aparato productivo. Por eso nuestra insistencia en unir a lo mejor de la humanidad en reformas sustanciales que preserven la actividad económica y a su vez inicie la revolución en el modo de producción.
Tal vez esta sea la señal para los gobiernos, partidos, sindicatos, para ver más allá de su ombligo, pues las soluciones tienen que tener un alcance global que hoy todos parecen ignorar.