La indecisión de los políticos, su pánico ante la toma de decisiones de calado como sería imponer una reestructuración de la deuda para que los mercados paguen parte de la factura por reflotar a Grecia, Irlanda y Portugal, hace que crezca el temor a que los rescates se vayan diluyendo en el tiempo... Y terminen siendo financiados con cargo al bolsillo del europeo de a pie.
Fuentes comunitarias consultadas por elEconomista descuentan que la deuda pública de estos tres países será gradualmente absorbida por el fondo europeo de rescate y por el Banco Central Europeo (BCE). Luego, los dirigentes la condonarán y, como alguien tiene que pagar al mercado, la endosarán a sus contribuyentes: yo, político, invito; tú, ciudadano, pagas.
Socializar la miseria
Si la realidad confirma esta tesis, prepárese a desembolsar, al menos, 1.000 euros por cabeza. Viva la Europa social que -a imagen y semejanza de los extintos regímenes comunistas- socializa la miseria, como diría el cíélebre primer ministro británico Winston Churchill.
Hasta esta primavera aún se creía que los rescates de estos tres países servían para que la UE ganara tiempo para orquestar una quita ordenada que no provocara una estampida de pánico en los mercados, capaz de tumbar a economías como la de España o la de Italia, demasiado grandes para dejarlas caer porque aniquilarían al euro y a la recuperación económica mundial; pero tambiíén demasiado grandes como para poder rescatarlas.
Mediados de 2013 era la fecha a partir de la cual se descontaba que empezaría el proceso de reestructuración de la deuda. Para entonces habría culminado el proceso de consolidación y recapitalización de los bancos europeos, que ya estarían en condiciones de asumir las píérdidas de una rebaja del valor de sus títulos de deuda griega, irlandesa y lusa. Otra posibilidad es que el sector privado cargara con la mitad de la píérdida, y el público con la otra mitad.
Tambiíén en 2013 debería estar listo un mecanismo europeo de resolución de crisis bancaria. Mecanismo que facilitaría la quiebra controlada de los bancos víctimas del proceso. Lo que abarataría la contribución de los estados al proceso y evitaría la reedición del impopular y todavía en curso proceso de ayudas públicas para evitar el colapso del sistema financiero.
Pero tanto, tanto en el sector bancario como entre los legisladores comunitarios cunde la impresión de que el marco armonizado y coordinado de gestión de crisis bancarias aún tardará mucho en estar listo porque un verdadero sistema común implicaría, entre otras muchas cuestiones, aproximar múltiples aspectos de los derechos nacionales sobre sociedades y quiebras para gestionar de forma coherente la voladura controlada de entidades que operan en más de un país.
Y crece la incredulidad a que los políticos, que no se atreven a desencadenar ahora una reestructuración, se atrevan en 2013. Se piensa que los responsables públicos insisten demasiado en que una quita sería la solución de último recurso como para juzgar que se trata de una amenaza creíble.
Limitar las píérdidas del rescate
Otro argumento es que para que una posible reestructuración sea creíble, los políticos deberían fijar un límite de píérdidas a partir del cual darían carpetazo a los programas de rescate, admitirían su fracaso y negociarían quitas. No parece ser el caso con Grecia, a la que despuíés de ofrecerle príéstamos por 110.000 millones de euros en primavera de 2010, ahora se baraja añadir otros 60.000 millones.
El tiempo dará y quitará razones. Y mostrará si Europa da el paso y permite que Estados y bancos de verdad puedan quebrar. Lo que serviría de escarmiento e incitaría a ser más responsables a los políticos y a los mercados que con tanta despreocupación los financiaron.
Por más compleja que sea la realidad, son relativamente fáciles las cuentas para hacerse una idea del impacto sobre nuestras carteras de la solidaridad con nuestros vecinos. Según Eurostat, Irlanda cerró 2010 con un producto interior bruto (PIB) de 153.939 millones de euros, y una deuda del 96,2% del PIB: 148.074 millones. El PIB de Grecia se situó en los 230.173 millones, y su deuda en el 142,8%: 328.588 millones. Portugal registró un PIB de 172.546 millones, y una deuda pública del 93%: 160.470 millones.
Sanear estos países no significa pagar hasta el último cíéntimo. El mercado recuperaría la confianza y volvería a financiarlos con intereses abordables si la deuda se limitara a alrededor del 60% del PIB, umbral a partir del cual las reglas de la UE consideran que comienzan los problemas.
Para que la actual deuda irlandesa (148.074 millones de euros, el 96,2% del PIB) se sitúe en el 60% del PIB (92.363,4 millones), habría que hacer desaparecer 55.710,6 millones. Para que la deuda griega (328.588 millones, el 142,8% de su PIB) baje al 60% del PIB (138.103,8 millones), deben esfumarse 190.484,2 millones. Para que la deuda portuguesa (160.470 millones, el 93% del PIB) mengí¼e hasta el 60% del PIB (103.527,6 millones), habría que desembolsar 56.942,4 millones.
La suma de las cantidades a devolver se elevaría a 303.137,2 millones de euros.
Según Eurostat, la población en 2010 de los 17 países del euro es de casi 331 millones de personas. Si le restamos la población de las rescatadas (4.467.854 irlandeses, 11.305.118 griegos y 10.637.713 lusos), quedan unos 304,5 millones de europeos para repartirse los 303.137,2 millones de euros. Resultado de la división: 995,46 euros por cabeza.