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Autor Tema: Carnivale  (Leído 2225 veces)

Wolfenstein

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Carnivale
« en: Diciembre 12, 2007, 12:28:31 pm »

Bien, para lo que nunca hayan oí­do hablar de Carnivale, comentar que era una serie de la exitosa cadena HBO, responsable de Los Soprano o Seis metros bajo tierra. Y digo era por que HBO anunció, reciíén finalizada la segunda temporada, que la serie se daba por concluida debido a motivos de rentabilidad. Parece ser que los niveles de audiencia alcanzados no podí­an sostener unos costes tan altos, debido a que, entre otras cosas, la acción se desarrolla casi enteramente en exteriores, y desde luego, viendo la calidad de facturación de la serie se hace evidente que no debí­a ser barata. Claro que, lo que los ávidos directivos de HBO no podí­an sospechar, era que habí­an creado un monstruo con vida propia. Sucedió que al momento de anunciar su cancelación, cientos de miles de enfermizos fans de Carnivale, furiosos y desquiciados bloquearon los buzones de correo electrónico y saturaron las lí­neas de telíéfono de las oficinas de HBO reclamando un final para la serie, ya que la segunda temporada aún dejaba cabos sueltos, algo así­ como seguir sin saber quiíén demonios mató a Laura Palmer.


Para comenzar, Carnivale se desarrolla en el sur de los Estados Unidos en el año de nuestro señor de 1934, justo despuíés del gran desplome de la bolsa norteamericana en el 29, crack bursátil que condenó a la más extrema pobreza a millones de ciudadanos, abocándolos directamente a la muerte por inanición, enfermedad o simplemente a la locura y la esquizofrenia que produce haber perdido todo en cuestión de minutos. Las habituales imágenes que vemos de aquella íépoca de familias enteras tiradas en el camino, harapientos padres de familia enterrando sus reciíén nacidos, fábricas funcionando a duras penas en condiciones infrahumanas, sustentadas por el trabajo de escuálidos niños,… El gran sueño americano a principios del siglo pasado.



En este ambiente de incertidumbre y desesperación que hemos descrito, un circo ambulante se mueve de pueblo en pueblo a travíés de los desíérticos parajes del sur americano, tratando de limpiarles unos pocos dólares a los habitantes de los poblados que se encuentran en su camino. Y en ese errático caminar que los dirige, se tropiezan con un extraño y confuso joven, Ben Hawkins (Nick Stahl), que en cuya granja en mitad de ninguna parte trata de enterrar a su madre, una mujer cuyo fanatismo religioso y salud mental le hizo rechazarle afectiva y fí­sicamente hasta el final de sus dí­as. Y si bien algunos de los componentes de la caravana pretenden abandonar al joven a su suerte, inconsciente, famíélico, sucio y encadenado, el jefe de la caravana, un particular hombrecito de medio metro, Samson (Michael J. Anderson, el enano de la habitacion roja de Twin Peaks), decide acogerlo bajo la misteriosa premisa de la dirección del circo, “management”, del que sólo se intuye una ronca voz detrás de una cortina roja en el interior de un tenebroso carro. A partir de ese momento, Hawkins entra a formar parte de Carnivale, lo cual responde a un cuidado plan trazado por el misterioso “management”.


Al mismo tiempo, se nos aparece la figura de un sacerdote metodista, el hermano Justin, un tipo de aspecto intimidatorio que pese a su alzacuello y su sonrisa beatí­fica, desde el primer instante te infunde poco menos que un respeto inquietante que linda con el miedo. Justin, junto a su inseparable hermana, la no menos turbadora Iris, andan tratando de difundir la palabra del señor entre las clases más desfavorecidas. Sin embargo, los míétodos del bueno del hermano Justin no son digamos, convencionales. En el primer episodio consigue hacer que una pobre mujer sucia y desquiciada reconozca en su propia parroquia los robos que ha venido realizando del cepillo de la iglesia. En realidad no le convence a ella, si no a su estómago, dando como resultado una secuencia que te descoloca por completo, en un ambiente austero, gris y asfixiante. Cosas del entrañable hermano Justin. Y si el joven Hawkins entra a formar parte de la gran familia circense ambulante con un extraño halo de secretismo en su mirada, paralelamente el hermano Justin desarrolla una extraña e í­ntima fijación en la creación de una iglesia para disfrute propio y de sus peculiares feligreses.



¿Y quíé tienen en común estos dos personajes? Aparentemente nada en absoluto. Tan sólo la pequeña circunstancia de que sus sueños coinciden, y en estos aparecen las mismas inquietantes imágenes: secuencias sin sentido de guerras europeas, lobos atacando en trincheras nazis, espectros con árboles tatuados en el torso, miembros cercenados,… Y a la vez, en que ambos se saben poseedores de extrañas capacidades y piezas fundamentales de un juego que les supera irremediablemente, un juego más antiguo que el propio mundo.


Y si el hermano Justin y Ben Hawkins acaparan un justificado protagonismo en las dos temporadas, no podemos desmerecer al resto de personajes que pululan por los polvorientos paisajes de Carnivale, y que esconden turbulentas personalidades e impecables interpretaciones, desde el pequeño Samson, que vigila y escruta todo lo que sucede a su alrededor y que sirve como portavoz de las directrices del invisible “management”; Sofie, la joven echadora de cartas que se comunica con su madre, Apollonia, postrada desde hace años sin siquiera pestañear pero cuya presencia inquieta a todo quien se la acerca; Iris, una hermana fanática de dios y de su hermano, capaz de asesinar por la obra divina de Justin; la calentorra Rita Sue y su peculiar familia, el entrañable Stumpy y la inquieta (y no menos calentorra que su madre!) Libby; el cabronazo de Lodz, ciego que ve el más allá, y su compañera Lila, la mujer barbuda,… Desde luego, una galerí­a de personajes desconcertante.

El ritmo de la serie, que puede resultar algo lento para algunos, es muy adecuado para mantener el misterio en la serie. Constante a lo largo de todos los capí­tulos, engancha tanto que siempre necesitas ver un poco más para ver quíé pasa. Todos y cada uno de los personajes son fascinantes de algún modo u otro.


Para terminar, no podemos dejar de hablar de Carnivale sin citar sus dos influencias más evidentes: David Lynch y “Freaks", de Todd Browning. Está claro que la serie bebe directamente de la iconografí­a de Lynch, sus ambientaciones retorcidas y asfixiantes, inquietantes recreaciones de íépocas y de personajes retorcidos,... Pero si es deudora de la obra del director norteamericano, no lo es menos de la pelí­cula “Freaks”, de Todd Browning, esa maravillosa paradoja sobre la belleza y la fealdad del ser humano que tan bien supo reflejar Browning en su pelí­cula, ambientada “casualmente” en la misma íépoca y el mismo ambiente que nuestra serie de freaks favorita.

La serie consta de dos temporadas de 12 episodios cada una (24 episodios en total). A descatar los episodios dirigidos por Rodrigo Garcia, hijo del grandisimo nobel de literatura Gabriel Garcia Marquez,en especial el episodio 21 "Lincoln Highway" y la increible caracterización del padre Justin, con esa voz cavernosa que hace que te quedes inmovilizado del miedo.

Carnivale, en definitiva… una obra maestra.